jueves, 17 de noviembre de 2011
Homenaje en el Seybo
Palabras del escritor Sélvido Candelaria
Juan Carlos Mieses, es, sin lugar a dudas, el escritor de más envergadura que ha producido la Provincia El Seibo en sus primeros quinientos años de existencia. Este no es el juicio apasionado de un confeso admirador de su obra. Por el contrario, son los estudiosos acreditados que han analizado sus trabajos, quienes dejan en el lector esta percepción. Tal y como podemos comprobar cuando escuchamos al doctor Francisco García, expresarse sobre su más reciente publicación:
“Mi segunda razón para haberme gustado tanto Las palomas de la guerra deriva de la cita de Maurice Nadeau con la que Sábato define a una gran novela. Se trata, en su opinión, de aquella que transforma al escritor al hacerla y al lector al leerla. Ni Juan Carlos Mieses será el mismo después de Las palomas de la guerra ni tampoco ninguno de nosotros”.
O a la artista Katia San Millán cuando habla sobre la misma obra:
“Como buen amante de la palabra, la seduce y ella confiada, se entrega sin condiciones. Cual mago juguetón, hace malabarismos con ella, la convierte en metáforas luminosas, como director de orquesta la vuelve sinfonía, como coreógrafo le da alas a sus pasos, como verdadero artista esboza imágenes impactantes o sutiles según el caso, con las pinceladas sueltas y acertadas de un verdadero maestro de la forma y del color”.
O al exigente profesor de literatura, Miguel A. Fornerín, cuando afirma:
“En fin, Las palomas de la guerra es una obra fuera de lo común, por su escritura poética; por las técnicas narrativas bien empleadas (juego entre el narrador y las voces), el planteamiento de una historia encuadrada en otra historia, la intertextualidad, no sólo bíblica sino la que se establece con la oralidad; la descripción de la atmósfera de la guerra, la ciudad sitiada; la recuperación del tiempo y el discurso antiépico que plantea otra forma de mirar y repensar el pasado reciente dominicano”.
O, en fin, cuando una figura tan emblemática de nuestras letras como don Manuel Mora Serrano, confiesa:
“Creo que el mejor regalo que ha recibido la literatura dominicana en este otoño y en muchos años, ha sido la novela de Juan Carlos Mieses ‘Las palomas de la guerra”.
Del poeta Mieses, ha dicho Jaime Tatem Brache lo siguiente:
”Dueño de un discurso depurado, equilibrado y limpio, Juan Carlos Mieses no es ajeno a la introspección ni cuando canta a la realidad externa con temas recurrentes como las calles coloniales, las lilas, el Ozama, las palomas, los pelícanos y el mar, porque entrelazándolos con otros tan íntimos como el amor, la noche y la soledad, transfigura la creación de un orbe que, aunque permanece, se ha perdido. Es la añoranza la que serenamente habla al oído del poeta y le dicta sus cantos”.
Y, Alejandro Arvelo, ratifica:
“En la poesía de Mieses se percibe una cierta nostalgia, como es el caso de la obra Gaia, que fue premiada en 1991 por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, la cual no es posible leer sin que se asomen las lágrimas en el rostro. Es un poema metafísico, sobre el origen de la tierra, en el que casi no aparece el ser humano, sin embargo, el poeta está presente con la amada”.
Es decir, tanto Tatem Brache como Arvelo, en escenarios y tiempos diferentes coinciden en que la nostalgia, la añoranza, se manifiesta en la obra del autor. Si a esto agregamos la confesión del propio Juan Carlos: (“Quizá porque somos siempre aquí y ahora, como afirmaba Lindegren, los arquetipos personales nos persiguen y nos ayudan a surcar lo arcano de nuestros días cubriendo nuestro mundo con un nostálgico manto de familiaridad. Por eso tal vez todos los pinos del mundo se inclinan y murmuran como aquellos de Santa Cruz del Seibo, todas las palomas parecen mirar hacia el oriente, el porvenir es siempre una esperanza y un enigma, y el mundo un lugar más allá de las colinas de mi infancia”), no debiera parecerle raro a ninguno de los aquí presentes que, ante una solicitud del comité organizador de esta Feria Cultural de Producción y Desarrollo, Seibo 2011, les sugiriera el nombre de este seibano ejemplar para recibir un reconocimiento por su obra literaria y la proyección que con ella ha dado a nuestra provincia.
Aunque la nostalgia no ha sido definida científicamente yo la concibo como un ladrido interior, emitido por el furioso perro que la sociedad (con sus demandas y convenciones) amarra al alma cuando nos separa de las cosas que han formado nuestra esencia. Y es evidente que, tanto por lo que perciben los críticos en su obra, como por sus espontáneas declaraciones, ese perro que fue atado al alma de nuestro coterráneo en el momento de dejar la tierra que lo vio nacer, se mantiene aullando como una forma de mitigar el desarraigo. Si a esto agregamos la trascendencia de su obra, equiparable a la de los grandes creadores por sus rasgos de universalidad y su destreza en el manejo del idioma, y el inconmensurable valor que ello agrega a nuestro acervo cultural, debemos convenir que este reconocimiento es lo menos que puede hacer El Seibo para agradecer tan entrañable cariño por el espacio físico donde se diseminan sus orígenes.
Reciba pues, maestro, el humilde pero sentido homenaje de sus contemporáneos para que trasmutado por nuestros más puros sentimientos en el poder que se le confiere a la Santa Cruz, le pueda servir como elemento exorcizante contra los demonios que se atrevan a molestarlo. Muchas gracias.
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