miércoles, 23 de febrero de 2011

Un camino de regreso al pasado



Por Francisco R. García Pérez

Es una novela que trata sobre la nostalgia del pasado y el doloroso tributo de pesar que hay que pagar en la vida cuantas veces uno se dispone a regresar al punto de partida. Doloroso porque “sólo en el recuerdo las cosas no cambiaban”, como dice el narrador reminiscente, y vuelve a subrayarlo al confesar:

“Habías pasado cuarenta años en un exilio tan innecesario como absurdo y ese día, en un arrebato de primavera, sin entender del todo las razones decidiste enfrentar el pasado en su propio terreno, en esa isla del Caribe donde pasaban tus sueños, donde aguardaban tus demonios”.

Tras esos cuarenta años el protagonista del relato se habría de reencontrar con el amor irrecuperable por la muerte de Elisa Santillán y con sus recuerdos de la revolución del 24 de abril de 1965. La una y los otros perdurarían solamente en su memoria. Igual que en la Comala de Pedro Páramo, asistiremos al relato de una persona que quiso cerrar su círculo vital tomando el camino de regreso a su pasado.

Para todos los dominicanos que vivimos una parte emocionalmente significativa de nuestras vidas en la segunda mitad del Siglo XX, en Las palomas de la guerra, tendremos la oportunidad de saldar cuentas con esa parte de nuestro pasado que fue la revolución de abril de 1965.

La narrativa dominicana de la segunda mitad del Siglo XX encontró en la novela histórica su modalidad más socorrida. De abril en delante de Marcio Veloz Maggiolo (1975); Cuando amaban las tierras comuneras de Pedro Mir (1978); Sólo cenizas hallarás de Pedro Vergés (1980); Las devastaciones de Carlos Esteban Deive (1979), hasta llegar a las más recientes producciones de Doy Gautier o José Enrique García son ejemplos de esta afirmación.

Personalmente, creo que la diferencia más clara en la forma de tratar el tema en Las palomas de la guerra y estas otras novelas históricas dominicanas consiste en que, Juan Carlos Mieses, en lugar de interesarse en la reconstrucción puntual del episodio histórico tratado, opta más bien por un acercamiento psicológico a este, en la medida en que las emociones y los sentimientos de los personajes como serían la nostalgia del pasado o los estremecimientos interiores que el reencuentro con el ayer nos trae, pasan a un primer plano dejando lo anecdótico del relato como su telón de fondo.

Los porqués de mi agrado de las palomas de la guerra los argumentaré siguiendo la respuesta de Ernesto Sábato a la entrevista que precede su libro de ensayos “El escritor y sus fantasmas”. Me gustó sobremanera la calidad del testimonio de los hechos históricos narrados que asume el autor, no solo porque la doble apertura que supone la novela ante el mundo que nos rodea desde el enfoque de la realidad y el de la ficción nos permite conocer mejor las cosas, sino que también el particular ángulo de la nostalgia que agrega a su relato enriquece más su conocimiento e introduce otro elemento que profundiza aún más lo planteado por Sábato.

Mi segunda razón para haberme gustado tanto Las palomas de la guerra deriva de la cita de Maurice Nadeau con la que Sábato define a una gran novela. Se trata, en su opinión, de aquella que transforma al escritor al hacerla y al lector al leerla. Ni Juan Carlos Mieses será el mismo después de Las palomas de la guerra ni tampoco ninguno de nosotros.

1 comentario:

  1. Interesante reseña. Es evitente que cada lector tiene su punto de vista. ME gusta...

    Un abrazo

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