tag:blogger.com,1999:blog-41408044163027744632024-02-07T06:41:27.599-08:00Las Palomas de la GuerraComentarios y reflexiones en torno a una novelaAnonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.comBlogger21125tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-72936196765625106802013-10-01T09:00:00.003-07:002013-10-01T09:00:29.355-07:00EN TORNO AL ESCRITOR Y SU OBRA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN2KUd3W63bp-syYbUVHc6r6wxj96AeiJeNj__kdSDrtz78-_G0tSWRFduq6EvGy8dJgMKLI7p9pjx1XaQo-NhuYxegpzL3p4zpSFA68LmSydr7w0BAOf5O2W-j6GwxbGgPRxEgDWtF5s/s1600/ADP356.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjN2KUd3W63bp-syYbUVHc6r6wxj96AeiJeNj__kdSDrtz78-_G0tSWRFduq6EvGy8dJgMKLI7p9pjx1XaQo-NhuYxegpzL3p4zpSFA68LmSydr7w0BAOf5O2W-j6GwxbGgPRxEgDWtF5s/s1600/ADP356.jpg" /></a></div>
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<i><b><span style="background-color: white; color: #990000;">Discurso de Juan Carlos Mieses en ocasión de la entrega de los Premios Anuales de Literatura 2012</span></b></i><br />
<i><br /></i>
La vida es breve, el arte, duradero… El conocido aforismo resulta particularmente afortunado esta noche en la que las obras de algunos escritores reciben importantes galardones del Estado, y porque hablamos de obras y de escritores, creo que la ocasión también es oportuna para preguntarnos: ¿qué es un escritor?<br />
<br />
Sabemos que la pregunta sólo es simple en apariencia; igual que otras que todos nosotros, estoy seguro, nos hemos planteado muchas veces, como: ¿qué es el tiempo? ¿Qué son las palabras?
Interrogantes que nos obligan a lanzarnos en complejas elucubraciones que no nos aseguran, de ningún modo, una respuesta definitiva o satisfactoria, pues lidiamos con conceptos que nos lucen sencillos sólo porque forman parte de nuestras experiencias cotidianas, como ese tiempo que nos destila gota a gota mientras nos arrastra irremediablemente hacia el futuro; ese tiempo que todo nos ofrece y que todo nos arrebata… O como esas palabras de las que estamos hechos todos nosotros y que esconden en su interior el secreto mismo de una realidad que nos hechiza y nos estremece a la vez.<br />
<br />
Pero volviendo a la pregunta inicial, lo primero que notamos es que entre lo que somos y lo que se supone que debemos ser personas y como escritores, se abren a menudo abismos más o menos amplios, más o menos profundos, dependiendo de los individuos y de sus circunstancias; de lo que cada uno de nosotros se exige a sí mismo; de lo que nos permite la voluntad; de lo que nos depara la suerte; de lo que nuestros valores éticos nos aconsejan o de hacia dónde nos empujan nuestros sueños y nuestras ambiciones.<br />
<br />
Y así cómo hay personas que se aprovechan de la inocencia de los incautos para saciar sus deseos más primarios de poder o de riqueza, así hay escritores que utilizan primordialmente las palabras y las ideas como instrumentos para moldear su propia gloria o para halagar su tonta vanidad; algunos, para tratar de subir algunos peldaños en la escala social y, los más primitivos, para complacer las tendencias más frívolas de su carácter.<br />
<br />
Pero hay otros, hacedores de milagros, tejedores de esperanzas que caminan sobre el lodo como cisnes, sin miedo a embarrarse las alas, porque son cisnes modernos y comprometidos, hechos no sólo de luz del alba, de seda y de sueño como los de Rubén Darío, sino también de indignación y de protesta.<br />
<br />
Otros, son maestros que poseen a la vez ingenuidad y sabiduría; seres exigentes que con una obstinación y una infinita curiosidad abandonan el reino de las certidumbres para ir busca de alguna estrella, no en la inmensidad del cielo, sino en el interior del universo humano…<br />
<br />
Algunos, la minoría, no se contentan con la satisfacción de un éxito y un renombre merecidos, y no dudan en ponen su prestigio, su talento y su coraje al servicio de la decencia y de la dignidad de su país.<br />
<br />
Otros, en fin, sin dejar de mostrar el lado oscuro del ser humano, comparten el entusiasmo del viejo Whitman ante la magia del mundo y el embeleso de un Augusto Rodín que junto al Sena se exclama: “La vida, esta maravilla”.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGyW565YA6a1fJdzXJjLNkMat0O-HzTggrIS7Lc6G1ChebVixEzocFVJa_e0HxyvS50fJlnNF2PJUSO1PJXVT6bukh1X_FhKXVMgW3pnd1cQhzAvKN8LrpO_5u1veO7Y-3sscfY6ouQo4/s1600/deep_indonesia-327.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhGyW565YA6a1fJdzXJjLNkMat0O-HzTggrIS7Lc6G1ChebVixEzocFVJa_e0HxyvS50fJlnNF2PJUSO1PJXVT6bukh1X_FhKXVMgW3pnd1cQhzAvKN8LrpO_5u1veO7Y-3sscfY6ouQo4/s1600/deep_indonesia-327.jpg" /></a></div>
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<br />
Los demás somos, por lo general, un poco de todo eso, brujos, profetas, anacoretas inconformes, pensadores profundos, charlatanes extrovertidos, seres coherentes, entes caprichosos, expositores sorprendentes, escribidores decepcionantes, soñadores sempiternos o ilusos impenitentes... Pero todos, todos somos los hierofantes y los cronistas del tiempo espiritual de los hombres.<br />
<br />
Y tanto los unos como los otros: los valientes y los cobardes, los ingenuos y los oportunistas, los exquisitos y los torpes, los cosmopolitas y los provincianos, los discretos y los exhibicionistas, los pudorosos y los prosaicos... todos contribuimos de alguna manera creando, sintetizando, rehaciendo, analizando y mostrando, pero también poniendo en duda, rechazando y denunciando un mundo y una cultura que definimos y nos define a la vez como personas y como sociedad. Por eso me gusta la frase de Héctor Tizón que dice: La tarea de un escritor no es cambiar la vida sino reflejarla, fijarla, y no dejarla morir en el olvido, para que los demás la observen una y otra vez, para que todos tengamos otra oportunidad…<br />
<br />
¡Qué hermoso atrevimiento! señoras y señores! Tener otra oportunidad… Imagino que esa idea de la literatura como redención suena natural para todo aquel que comparte la convicción de Blas de Otero cuando dice: Si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra; o todo aquel que a pesar de los pesares ha conservado la fe en el hombre y en el carácter redentor de la verdad; o todo aquel que por encima de las tragedias humanas, vive hechizado no sólo por el sortilegio de la existencia, sino también por su complejidad, su diversidad, su continuo devenir y hasta por su despiadado acontecer.<br />
<br />
Y aunque la idea del hombre que de alguna manera se repite en otros es una idea vieja, para mí sigue siendo absolutamente seductora como ese viejo mar o esa vieja luna. Quizás porque en el arte y en el corazón nada envejece realmente, y también porque modelamos nuestras obras con palabras de otros labios, con materiales que ya existían, con retazos que nos fueron dados, con conocimientos que hemos adquirido, con los dones que hemos heredado y un poco, con las mañas que hemos aprendido en el camino.<br />
<br />
Ese camino de la vida, tan nuestro y tan ajeno, que comienza y que termina sin cesar; ese camino por dónde se aleja mi amigo y maestro Máximo Avilés Blonda junto a Juan de la Cruz; ese camino por el que vamos nosotros ahora con nuestras ilusiones, nuestros versos, nuestras metáforas y nuestros parlamentos que muestran y rehacen el mundo de los hombres con sus pequeñeces y sus grandezas, con sus fracasos y sus aventuras prodigiosas.<br />
<br />
Pero, queridos amigos, como Seneca afirma que el arte es duradero, nuestras obras nacen con una ingenua pretensión: la durabilidad, con un sueño de infinito tan inocente que resulta enternecedor, y con una constante promesa de permanencia en esta vida –y aquí resalta el lado patético de nuestros esfuerzos– en esta vida que se caracteriza por su carácter pasajero y cambiante.<br />
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<br />
<br />
Pero que nuestras obras tengan pretensiones de eternidad no significa que hayan descifrado los secretos del tiempo o que por el simple privilegio de existir, se hayan liberado de las impiedades del olvido.
Nuestras obras durarán más que nosotros... Pero sólo si logran recrear en los demás la sed de amor, de comprensión, de memoria, de curiosidad, de reflexión, de ensueño o de rebelión que las hizo nacer y si traspasan a los lectores la capacidad de observación, de análisis, de libertad o de indignación que nos hizo crecer espiritual, moral, política y humanamente alguna vez.<br />
<br />
Si invitan a un ser humano de ahora o del futuro a mirar hacia el cielo y a observar la inmensidad del cosmos, no con temor, sino con la serena satisfacción de saberse parte de la eternidad aunque la eternidad sea inconcebible.<br />
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Si hacen que alguien al mirar su reflejo en el agua mansa vea algo más que a sí mismo, pero que en sí mismo contemple a todo el género humano.<br />
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Si hacen que una muchacha del Cairo o de Santo Domingo se rebele contra la injusticia, contra la corrupción, o contra la indiferencia personal y colectiva, y sienta que tanto ella como nosotros somos a veces un poco culpables de los abusos y las perversidades de algún poderoso de turno.<br />
<br />
Si hacen que un muchacho del mañana tome un puñado de tierra y sienta que aprieta entre sus dedos su antigua carne y su patria última y se sepa parte continua del pasado, del presente y del porvenir al mismo tiempo.<br />
<br />
Si una línea nuestra, un verso, un párrafo o una imagen, invitan a alguien a observar el vuelo de las aves o el correr de las aguas de un río y recuerde y repita junto con Bertolt Brecht: sabemos que estamos de paso y que lo diga con tranquila melancolía al constatar que hay en la muerte tanta belleza y tanto sentido como lo hay en vida, porque son dos momentos de un mismo acontecimiento.<br />
<br />
Quizás, queridos colegas, uno de nuestros libros alcance ese destino, porque nuestras obras aunque sean el producto de una iniciativa entrañablemente personal, tienen una amplia vocación colectiva.
Pueden poseer tintes egoístas, pero sus consecuencias suelen ser generosas.
Se originan tal vez en la introversión, pero su ámbito es público;
Sus motivaciones suelen ser íntimas, pero sus repercusiones son sociales.
Nacen en el yo, en el aquí y en el ahora, pero se proyectan en los demás, en la lejanía y en el porvenir.
Pueden estar dedicadas a una persona en particular, pero están dirigidas a multitudes desconocidas.
Y aunque se formen en la reflexión, las animan y las acompañan siempre la emoción, lo imprevisto, lo irracional y el mayor y el más sorprendente de todos los misterios que nos rodean: el misterio de lo cotidiano.
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYC9HQEysoULj_oeME4LgnahFB-dN2lVkPOezWNUOwNFrkNiD6VpeJwlN9It5UtQOgCo06oitQzMvAYCOT9LYD84k_jjvdHRlI1YAngDF6o04rEfUVA5PtEoL2hGH32J26POjWDoLnfZs/s1600/Raya5.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYC9HQEysoULj_oeME4LgnahFB-dN2lVkPOezWNUOwNFrkNiD6VpeJwlN9It5UtQOgCo06oitQzMvAYCOT9LYD84k_jjvdHRlI1YAngDF6o04rEfUVA5PtEoL2hGH32J26POjWDoLnfZs/s1600/Raya5.jpg" /></a></div>
<br />Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-28967774302148662312012-09-23T16:42:00.000-07:002012-09-23T20:33:52.427-07:00EN TORNO A “APOLOGÍA DE LAS PALABRAS”<br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4oQBoSqBzsfaF-LnQWWs-A-m21jAF7KqvRHWr6_xSL-LsBWbvN1oz7VRs4qBYA55fqzmqXmpa_kSRWRb9HkKWv_HEfAMqdb3AcLgHDr_jnmut-ytwl2YNkoDTrKlYJG61tgol6ra5DgU/s1600/portada-completa657.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="657" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4oQBoSqBzsfaF-LnQWWs-A-m21jAF7KqvRHWr6_xSL-LsBWbvN1oz7VRs4qBYA55fqzmqXmpa_kSRWRb9HkKWv_HEfAMqdb3AcLgHDr_jnmut-ytwl2YNkoDTrKlYJG61tgol6ra5DgU/s400/portada-completa657.jpg" /></a>
<br />
<i><br />René <span style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: 12pt; mso-ansi-language: EN-US; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: 'Times New Roman'; mso-fareast-language: EN-US;">Rodríguez </span>Soriano entrevista a Juan Carlos Mieses</i><br />
<br />
Ya lo he dicho con sobrada recurrencia: me gustan, me seducen, me sacuden, me enternecen y destornillan las palabras; soy débil por ellas. Sobre todo por su tableteo o el rítmico bailoteo con el que brotan del teclado o de los escaparates y botellas al mar. Juan Carlos Mieses lo sabe. Las manipula. Arteramente, con alevosía y asechanza, las articula y las echa a andar como luciérnagas o como dardos. Flechas veloces, encendidas. Cuneiformes, voraces, seductoras y cáusticas. Cautas y atrevidas. Palabras como agua, fuego, luz, resistencia y andar. Caminos y aguaceros. <br />
<br />
Desde hace mucho tiempo a Juan Carlos y a mí nos unía la distancia que media entre un mail, un aeropuerto o una ciudad llena de gente, medios de locomoción, algunas mercaderías —lecturas incluidas, por supuesto— y algún cierto color de oscura geografía. Más de una vez planeamos un encuentro, lejos del mar, de nuestro azul, que nunca fue posible. Pero las palabras seguían ahí; nos seguían. Nos brotaban y nos unían. Hasta que, hará un par de años, sobre el mar y la distancia, lanzamos una cuerda y mediante ella iniciamos este diálogo que ahora se aviva más con la salida de su nuevo libro que, precisamente titula Apología de las palabras y otras variaciones (Centenario, 2012); 139 páginas “que se nos parecen tanto y que como nosotros huelen a lluvia y a horas podridas…” <br />
<br />
Viniendo de las aguas del poema, donde ha domeñado con destreza y argucia la lengua y el lenguaje, pasando por la novela y el relato, Juan Carlos Mieses nos asedia ahora desde las estancias del ensayo, para hacernos reposar y rebosar en las orillas de sus reflexiones y disensiones. De Aristóteles a Avilés Blonda o desde Santa Cruz del Seybo al puerto de Sunda Kelapa, las palabras de Juan Carlos nos atan a las páginas de un libro que nos invita y conmina a leer más, querer más. Al terminar la lectura de esta Apología de las palabras, no resistí la tentación de abordarlo con estas preguntas: <br />
<br />
<span style="background-color: white;"><em>—¿En qué tramo del río o de la “nada” del sueño con San Agustín se encuentra Juan Carlos Mieses al concluir la última línea de «Apología de las palabras»?</em></span><br />
<br />
—Sería vano pensar que la escritura de un libro de reflexiones me permita acceder a alguna dimensión de sabiduría o vislumbrar alguna verdad trascendental a posteriori. Al concluir estos ensayos me encuentro, como todos, con más preguntas que respuestas y es natural que sea así pues la complejidad del universo del que somos parte sobrepasa infinitamente nuestra capacidad de comprensión y hasta de simple aprehensión. Soy parte de ese río que nace y muere a cada instante, como todos.<br />
<br />
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<em>—A propósito de palabras, ¿qué con ellas, de qué se componen? ¿Para qué y por que son útiles o inútiles a la persona que escribe libros?</em><br />
<br />
—Las palabras están más allá de la noción de utilidad. Lo son todo en el mundo del escritor. Ese extraordinario instrumento de conceptualización que es la lengua y que se expresa en palabras, nos lleva en cada aventura espiritual a un punto desde donde redescubrimos nuestra modestia y nuestra pequeñez y nos ayuda a comprender la vida más que mostrarla, a vivirla más que a explicarla como si el destino de los hombres fuera morder sin cesar la fruta prohibida que nos exilia del Edén, a cambio del libre albedrío, y de la terrible responsabilidad del bien y del mal.<br />
<br />
<em>—Y de retorno al río y al retorno, ¿después de tanto tiempo de vivir lejos del terruño y regresar, siente JCM sensación parecida a la del personaje de «Las palomas de la guerra»?</em><br />
<br />
—Si algo he aprendido en mis viajes es que el retorno es incesante; la nostalgia nos vence finalmente porque todo lo que somos se encuentra en un pasado que es tan frágil como un sueño y como un sueño, indestructible. Es aterrador y embriagante constatar cómo el ayer se desdibuja ante nuestros ojos, cómo se resquebraja la realidad, cómo se extingue el mundo conocido y es remplazado por otro que luce ser el mismo y sentir que morimos en las cosas que nos rodean y no saber si renacemos en otras.<br />
<br />
<em>—Mar, camino, flecha, río, Heráclito, Mieses Burgos, humanidad… ¿qué tiene que ver todo esto con el acto de leer, con el poema?</em><br />
<br />
—Todo. Mar, camino, flecha, río, Heráclito, Mieses Burgos, humanidad… La lengua los ha unido. Si hablamos de ellos es porque viven en las palabras, en nosotros. Con las palabras tendemos una mano al vacío esperando que alguien las tome. Así como respiramos un aire común, así nos unen la lengua y las ideas. En ellas crecemos, con ellas recreamos el pasado y soñamos el porvenir. Escribir y leer son dos momentos en la vida de una palabra, de una mirada, de un sueño.<br />
<br />
<em>—Luego de transitar con pie firme amplios senderos del poema y el relato, ¿cómo te sientes en los territorios de la novela y del ensayo?</em><br />
<br />
—René, soy, como tú has dicho de ti mismo, un escritor… degenerado. Los géneros se nos van imponiendo, como piezas que exigen una herramienta; así como un tornillo reclama un destornillador y un clavo un martillo, una historia larga y compleja necesita una novela o simplemente a Homero.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTh4K_oZJAhf43fwnZxhp7D8GlCzb1q_J2dVRU5MDU-cLOQjLCKAvAYA1wabTbHy-zANL-ZQF7SHeYyvxyoPxLE6_3t4cSNJamL0HDDmsDW_npW5Ixp7smsvBthjkl9wL78_HBrp3UjCk/s1600/RRS368.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="368" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTh4K_oZJAhf43fwnZxhp7D8GlCzb1q_J2dVRU5MDU-cLOQjLCKAvAYA1wabTbHy-zANL-ZQF7SHeYyvxyoPxLE6_3t4cSNJamL0HDDmsDW_npW5Ixp7smsvBthjkl9wL78_HBrp3UjCk/s400/RRS368.jpg" /></a>
<em>—¿En cuales aguas te sientes más pez?</em><br />
<br />
—En mi caso, el placer de escribir es efímero y raro, la angustia es lo común. Sabemos que estamos de paso decía Brecht y la escritura me lo recuerda a cada párrafo, pues lo que escribo es la vida. La vida de los peces no es tranquila, las aguas están llenas de depredadores y de abismos.<br />
<br />
<em>—Además del antes y el ahora, a través de los símbolos flecha, mar, río y demás, nos planteas un recorrido por la identidad del ser dominicano. A tu juicio, ¿qué nos asemeja y nos diferencia de nuestros vecinos de la parte occidental de la isla, y de los de las islas adyacentes?</em><br />
<br />
—Lo que separa a los hombres es lo mismo que nos hace iguales, pero enlodado por la desconfianza o el miedo. La igualdad de los hombres no es un mito del Bill of rights o de La déclaration des droits de l’homme. El azar de las circunstancias nos hace parecer diferentes y sin duda limita nuestras posibilidades de crecimiento y de realización personales, pero sólo los necios o los villanos pueden creer que la miseria y el color de la piel determinan la humanidad de unos u otros.<br />
<br />
<em>—Si bien del negro y del español se pueden presentir ecos y rastros delante, detrás y más allá de las orejas… del taíno, del caribe y otros antiguos pobladores del área ¿qué nos queda?</em><br />
<br />
—Temo y créeme que lo lamento, que los tainos no nos hayan dejado en herencia el sentido de pertenencia a la tierra. Recuerdo que en Bali, último reducto del imperio Majapahit, los habitantes cultivan los arrozales con respeto y devoción porque saben que acarician con sus manos y sus arados la piel de Dewi Sri. ¿Cómo no tratar con respeto a una diosa que les permite cultivar el arroz sobre su hermoso cuerpo? Quizá el hecho de que en esta isla todos seamos extranjeros (ya que estamos en ella desde hace apenas unos pocos siglos) haya contribuido a que veamos a la naturaleza como algo ajeno a nosotros, algo que no nos pertenece realmente. Esa visión puede ser un obstáculo para nuestra supervivencia a largo plazo. Hay que saber mirar el porvenir para hacerlo posible.<br />
<br />
<em>—Y de retorno a las palabras, ¿a qué te suenan palabras como éstas: bárbaro, constitución, pedazo de papel, areito del cimú, oda al cazabí, perro mudo o la jutía?</em><br />
<br />
—A lo que somos como producto de las épocas y los azares: un resumen de prejuicios y de ideales. La historia de cualquier nación, de cualquier sociedad se puede rastrear en la expresión de sus ansias, de sus terrores y de sus confusiones; también en sus anhelos de justicia y en sus sueños de amor y de esperanza.<br />
<br />
<em>—¿Cómo ves el panorama de la literatura dominicana después de tu regreso?</em><br />
<br />
—De la literatura dominicana hay mucho que decir. La isla actúa como prisión y refugio al mismo tiempo, por lo que abunda la inocencia y la perversión. La mundialización se traduce como un manzano tentador y el conocimiento como una maldición, porque el hombre no se puede entender ni se puede definir por sí solo ya que somos yo y somos nosotros al mismo tiempo. La sociedad nos modela y nos limita. A pesar de un medio literario infectado con el virus de la ambición de riqueza, de poder y de renombre, subsiste un grupo importante de literatos y de escritores verdaderos que admiro y respeto. En otros, el impudor tiene cartas de nobleza y el oportunismo es visto como una astucia inteligente. Me dirás que de todas se puede decir lo mismo. Solo que lo mismo nunca es igual. Las circunstancias son siempre únicas.<br />
<br />
<em>—Tú, viajante impenitente, hoy de retorno a tu tierra, ¿cómo te avienes con los códigos con los que se manejan escritores, promotores, autoridades y advenedizos en el ambiente literario del país?</em><br />
<br />
—Observo el circo y el facilismo que se ha expandido y eso me apena. Sería injusto no reconocer méritos y los esfuerzos, independientemente de las intenciones perversas de algunos. Pero hay que recordar que la erudición no siempre lleva a la sabiduría, el talento a la virtud o la inteligencia a la probidad. Recuerdo que mi padre decía que no se debe admirar a un hombre por su inteligencia o sus conocimientos sino por la ética de sus actos.<br />
<br />
<em>—¿Crees que existe una diferencia marcada entre lo que escribe un escritor que resida en el país y otro que viva en el exterior?</em><br />
<br />
—Sin duda el entorno influye en nuestra escritura y nuestra vida; la visión cambia y la reflexión sigue caminos diferentes; pero nunca estaremos seguros de si lo que escribe un hombre hubiera sido diferente de haber vivido en otro lugar. ¿Hubiera Borges sido Borges de no haber salido nunca de Argentina? No lo sé.<br />
<br />
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZ3242tCErYY9rqF7s2Q3cHekaE6vsWvxD0pMRbXahZfJZCnBCNFQKukbhTP41YFrfNB5F1MN0dWbtpCM4LEiTZZTm-QK2NGVVLnuoAfxlHz8lA5es-B8iUh-L39MOtSI7JmsL_GfQdc/s1600/portada-k605.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="605" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihZ3242tCErYY9rqF7s2Q3cHekaE6vsWvxD0pMRbXahZfJZCnBCNFQKukbhTP41YFrfNB5F1MN0dWbtpCM4LEiTZZTm-QK2NGVVLnuoAfxlHz8lA5es-B8iUh-L39MOtSI7JmsL_GfQdc/s400/portada-k605.jpg" /></a>
<em>—¿Cuál es la verdadera patria de un escritor? ¿Crees que sea cierto aquello de que el escritor es un lujo del país y por lo tanto debe ser subvencionado por el Estado?</em><br />
<br />
—El problema de la palabra lujo en nuestro país es que para muchos es sinónimo de inútil… y de hecho el trato que recibimos la mayoría de los escritores es casi siempre el que se reserva a los marginados, a los bufones y a los iluminados. Te adulan pero no te pagan, te hacen cumplidos halagadores pero no te respetan. Los diarios se hacen rogar para publicar tus ideas como si te hicieran un gran favor, muchos editores te ven como un pordiosero y el Estado, a veces, como un áulico útil para escribir discursos y decorar las declaraciones oficiales.<br />
<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-73787549413687364152012-06-19T06:24:00.002-07:002012-06-22T08:09:51.085-07:00CUARENTA Y OCHO LIBROS<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbucHqutt42ftZs0R9fE6aVKP6NlNQDOpxxwkim772tHV4hEUUzGTJfU6bauRZ2CklbNhYbRC7ZvmGS4hw2mC5Mfnh234QPATFPbh5ff08gqhPaHFERdBLScN1e-6cX5DChN_0pu8E5SA/s1600/Logo-V128.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="128" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjbucHqutt42ftZs0R9fE6aVKP6NlNQDOpxxwkim772tHV4hEUUzGTJfU6bauRZ2CklbNhYbRC7ZvmGS4hw2mC5Mfnh234QPATFPbh5ff08gqhPaHFERdBLScN1e-6cX5DChN_0pu8E5SA/s400/Logo-V128.jpg" /></a><br />
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Cuarenta y ocho libros. Como si dijéramos cuarenta y ocho grandes y pequeños sueños realizados al final de un esfuerzo hecho de vivencias, de reflexión, de disciplina, de coraje, de trabajo y de sacrificios. Cuarenta y ocho libros en los que, de una manera o de otra, se expone nuestra intimidad y nuestras estructuras conceptuales, nuestra imaginación y nuestra memoria, nuestro quehacer cotidiano y nuestra visión creadora y trascendente.<br />
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Si la puesta en circulación de un libro es relativamente sencilla, puesto que lidiamos con un título, una lengua, un género, un autor, un tema, un narrador y un estilo, la puesta en circulación de cuarenta y ocho libros se convierte en una misión imposible. Pero si no podemos hablar de cada libro en particular, podemos hacerlo de lo que tienen en común; aparte de la lengua, por supuesto. No es el género, ni el tema, ni el título, ni el autor… ya lo habrán adivinado: es Isael Pérez y la editorial Santuario. Santuario es un nombre más que adecuado. Denota, entre otras cosas, un templo en que se venera un tesoro de objetos preciosos. En este caso el tesoro está hecho de palabras, de aspiraciones, de intuiciones, de ilusiones, de dolor individual y colectivo; en fin, todos esos elementos que componen nuestros libros. <br />
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Hasta la llegada de Isael Pérez al territorio de la edición, una buena parte de los escritores dominicanos teníamos la impresión de ser pordioseros con nuestras pequeñas páginas manuscritas, abiertas como manos hambrientas de lectores, tendidas hacia la consideración de unas cuantas casas editoriales. Maestros o aprendices, en mayor o menor medida, éramos fáciles víctimas de la humillación, del sarcasmo o de esa sutil indiferencia que es peor que el desprecio, de parte de las editoriales que lucían como altos castillos inexpugnables, imposibles de ser conquistados por un pobre ejército de escritores desunidos y sin liderazgo (puesto que en el ejército de las Letras cada soldado se siente ser un general); así que sólo nos quedaba vagar entre las candilejas de la ciudad como nuevos personajes de Pirandello en busca de un editor, con nuestros sueños como única riqueza y nuestra fe en nosotros mismos como único aliento.<br />
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Pero he aquí que un día llega este caballero andante desde el oriente – tierra de jazmines según Rubén Darío – con una sonrisa imborrable en lugar de armadura, un optimismo a toda prueba en lugar de adarga y un corazón enorme en lugar de estandarte. No necesitó ni un azor ni un caballo con alas para liberar a los escritores del yugo de elitismo y de marginación que los oprimía y en pocos meses se convirtió en el más productivo, el más dinámico y el más accesible de los editores. Ahora bien, los franceses tienen un dicho impregnado de sabiduría popular, es decir, que ha pasado la prueba del tiempo y de las culturas y que dice: <i>cherchez la femme</i>; busquen a la mujer que está detrás del éxito de cada hombre. En este caso la búsqueda es sencilla: se llama Oneida y se apellida Gonzales como aquel Don Fernán que según la leyenda liberó al reino de castilla, gracias a un caballo y a un azor.<br />
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La hazaña de este caballero andante, este hidalgo de la humildad como lo describe Francisco García, marcó el inicio de la democratización del libro dominicano y sus primeros pasos – tímidos e inseguros, es cierto – por el sendero de la mundialización. Sin duda por esa abertura nos hemos colado algunos como yo con nuestros libros imperfectos, nuestras propuestas a veces emocionales y nuestras ilusiones no siempre grandiosas… Pero, ¿no es así también la vida, esa ola de carne dolorosa y breve que desde la carroña nos empuja hacia las estrellas? La vida, no la bella abstracción de algunos poetas, sino la cotidiana, la sudorosa, la que tiene cédula y serie, la real, la dura, la martirizada, la de aquí y la de ahora, la que late en nosotros con la misma fuerza y la misma angustia que en nuestros lectores.<br />
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Esta noche celebramos la labor y el triunfo de una casa editorial. Su éxito representa el primer paso hacia el nuestro. Sólo que el nuestro nunca deja de ser ambiguo, inseguro, inconstante e inasible, porque el escritor no comparte el éxito fastuoso de las élites financieras, ni el sensual y centelleante de las estrellas de cine, ni el esforzado y excepcional de los atletas, pero tampoco el muchas veces espurio, inquietante y opaco de los políticos, ni el drástico y cruento de los guerreros. <br />
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El éxito de un escritor no sólo consiste en ser editado, en ser leído, en ser premiado, en ser aplaudido, en ser reseñado; tampoco en ser celebrado por un gurú de algún movimiento literario (de esos que tanto gustan en las provincias), ni en ser incluido en alguna antología por algún grupo de poder, de esos que conspiran en las penumbras en busca de laureles y construyen sus propios templos para venerar sus vanidades y sus egos hambrientos de inmediatez y olvidan que los escritores somos criaturas hechas de tiempo y de esperanza, y que nuestras palabras son armas cargadas de futuro como nos vocea Gabriel Celaya desde su tumba. Olvidan que el último y definitivo juez de nuestros esfuerzos y de nuestras obras nos espera en el porvenir, y que nuestra lucha se sitúa en nuestro corazón y en nuestro espíritu, porque aunque estemos en paz con el mundo, siempre, junto a Machado, estamos en guerra con nuestras entrañas. Olvidan que nuestros enemigos no son nuestros colegas sino nuestros prejuicios, nuestra cobardía, nuestra ceguera o nuestra tendencia natural a buscar las soluciones fáciles. <br />
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Esta noche, dejemos de lado todo envanecimiento inoportuno; moderemos nuestro orgullo aunque esté justificado por la realización de un proyecto; olvidemos nuestras pequeñas presunciones de una gloria improbable que Tomás de Kempis ya sabía pasajera y unámonos en un abrazo común en torno a nuestra casa editorial, y en torno al hombre y a la mujer que la han edificado. <br />
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<i>Estos son algunos párrafos de mi libro más reciente: <b>Apología de las palabras y otras variaciones.</b> Mientras organizamos la puesta en circulación (despúes de la feria electoral) lo pueden adquirir en la librería Cuesta, en Santo Domingo y Santiago. JCM <br />
</i><br />
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Piensan algunos ingenuos, armados con conceptos pretendidamente empíricos, que las palabras están hechas de vibraciones que se diluyen en la brisa y se desdibujan en la memoria de las generaciones. Quizá tengan razón en la mayoría de los casos, pero hay palabras, como las de Heráclito, las de Borges o como las de un amigo que conocí en la calle del Conde hace muchos años – un hombre al que todos llamaban Suton – que se quedan grabadas detrás del aire como él escribió una vez – frase que yo repito sin pudor en toda ocasión después de habérmela apropiado con el mayor descaro – y que se incorporan a la corriente del pensamiento de ese otro río que es la humanidad.<br />
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Así que no me resulta extraño que en los momentos más disímiles de pronto me encuentre recordando a Suton, o a Borges, como me pasó una vez, en Bangkok, capital del antiguo reino de Siam. Era el verano; aun no comenzaba la época de las lluvias y me encontraba deambulando sin rumbo determinado, no lejos del río que atraviesa la ciudad como una serpiente cuya piel estuviera hecha de cambiantes celajes. <br />
<br />
Desde allí vislumbraba las suaves cúpulas de los templos budistas y las torres forradas de hojas de oro del palacio real. En el calor agobiante del verano, un olor a mariscos preparados con un exceso de pimientos y de especias saturaba una brisa tan débil que apenas lograba mover las hojas de los árboles. La canícula me empujó hacia las sombras bienhechoras de un edificio de aspecto moderno que albergaba los salones del museo de Arte Contemporáneo y lucía fuera de lugar en el ambiente vetusto de aquel antiguo barrio imperial.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZn4wFYSxPbC1Mt7WYGc6aa5502mlYSZ_d6jMBGlBOCv5HYAd5hqHQ31Hc0z3j5ntvcjOW8VNfRak7mLnHnT91eafatRIwhwYvv2sx4D_lZNrQOKr-Rq91yVs-Amw5498ya1i0REEPbhc/s1600/Letrhombre2fb.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="140" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZn4wFYSxPbC1Mt7WYGc6aa5502mlYSZ_d6jMBGlBOCv5HYAd5hqHQ31Hc0z3j5ntvcjOW8VNfRak7mLnHnT91eafatRIwhwYvv2sx4D_lZNrQOKr-Rq91yVs-Amw5498ya1i0REEPbhc/s400/Letrhombre2fb.jpg" /></a></div><br />
Al principio – buscaba más un poco de frescura que placeres del espíritu – recorrí sin entusiasmo los espacios desiertos de visitantes y al llegar a una amplia sala más fresca que las demás me senté a descansar frente a un lienzo que al principio no me llamó la atención. Representaba unas espigas de arroz inclinadas hacia el lado izquierdo. El resto del arrozal se perdía en pinceladas voluntariamente imprecisas. La técnica era sencilla, casi primitiva, los colores más bien neutros y el pintor, desconocido para mí. Mi visión de aquel cuadro cambió radicalmente cuando leí su título. Se llamaba: “El viento”. <br />
<br />
La palabra me hizo recordar a Borges y a su cuento “el Impostor”. En esa narración hay una frase que hasta ese momento me había parecido simplemente ingeniosa: “El viento se había detenido como en un cuadro”. Creo que recordé esas palabras por contraste porque en el cuadro que tenía frente a mí el viento soplaba sin detenerse. El pintor había logrado de una manera sutil mostrar, a partir de la apariencia de las cosas, lo que es invisible a los ojos. Había pintado el arrozal para mostrar el viento. Había dibujado las espigas y usado los colores de su colección de oleos para enlazar la brisa. Lo mismo que había hecho Heráclito con las palabras cuando a través del río hablaba de la vida… <br />
<br />
Lo que nos lleva de nuevo a Borges cuando dice: La muerte ese otro mar…Y ya la imagen no parece solamente hermosa, sino el resultado natural de una reflexión de siglos. Una conclusión inevitable del aforismo del griego. Si el río representa la vida, su final necesariamente nos lleva a pensar en la muerte, en el mar. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfJWHentqA6tLw7273lM6zm4S89dDDHChr4JKnzsCGF7BIBsi7CLEmPBOKH-2d84gzcV9MIh5GOeiJwJ2yiCprXNbPtyeoXg5Nceuw0omt2h9-Z-Zfd9TBY4-cEOm87WR4MuhlCeewl_A/s1600/Letrhombre-final.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="5" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfJWHentqA6tLw7273lM6zm4S89dDDHChr4JKnzsCGF7BIBsi7CLEmPBOKH-2d84gzcV9MIh5GOeiJwJ2yiCprXNbPtyeoXg5Nceuw0omt2h9-Z-Zfd9TBY4-cEOm87WR4MuhlCeewl_A/s400/Letrhombre-final.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-80741241194660620132012-03-08T13:05:00.001-08:002012-03-08T13:10:20.555-08:00EL MUNDO COMO PINTURA DIVINA<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAe9Ayzm-TUhMioXJazpOHCb4CAvjWKnvzhs0yBGF7y9sEvbRaOLQES-LYZbJYmq5zC-Pr1afc31HJH-XiM2WWSggU1UupFTcaNx_-_s9OA537SC4wcB_6V7funHN6n7U6LbwZEbQZhEc/s1600/naturaleza-muerta632.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="632" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAe9Ayzm-TUhMioXJazpOHCb4CAvjWKnvzhs0yBGF7y9sEvbRaOLQES-LYZbJYmq5zC-Pr1afc31HJH-XiM2WWSggU1UupFTcaNx_-_s9OA537SC4wcB_6V7funHN6n7U6LbwZEbQZhEc/s400/naturaleza-muerta632.jpg" /></a></div><br />
<i>(Juan Carlos Mieses entrevista al pintor Daniel Infante)<br />
</i><br />
JUAN CARLOS MIESES. Primero, Daniel, una pregunta que luce sencilla, pero que presiento es fundamental y quizá difícil de responder porque como escritor sé que un artista tiende a definirse por medio de su obra y su obra siempre está en perpetua evolución como todo lo que existe debajo el cielo y sobre él. ¿Qué es un pintor? <br />
<br />
DANIEL INFANTE. Un pintor, para mí, es alguien que asume una postura de creador, gestando y dando a luz, valiéndose de la pintura, un universo en el que comienza siendo centro y eje impulsador del mismo. Una idea estética que siempre me ha gustado y que podría ayudar a entender el rol que asume el pintor es la idea del Deus Pictor (Dios Pintor) refiriéndose a la exaltación formal y cromática de la naturaleza y concepción del mundo como pintura divina. Dios se convierte en el gran maestro cuyos secretos el pintor debe descubrir y emular. Así el pintor asume la postura de creador, papel que desempeña imitando a Dios en la tarea de crear las cosas.<br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. He notado que la visión de la realidad que refleja tu pintura ha sufrido variaciones en el curso de los últimos años. ¿Esas variaciones se han producido de una manera sosegada o son el resultado de una fuerte lucha interior? <br />
<br />
DANIEL INFANTE. La evolución en mi trabajo es producto de una experimentación constante y de un cambio también constante en la manera de percibir las cosas. Varios estetas han coincidido en la teoría de que las verdaderas y mas bellas creaciones artísticas son producto de un conflicto-conciliación de contrarios. Yo personalente me sumo a esta idea estética trágica y creo que mi trabajo tiene mucho de esto. Por eso te diría que a lo largo de los años ha habido momentos o pasajes en la trayectoria de mi creación pictórica en los que la lucha interior ha estado presente de manera dramática y en otros momentos las cosas siemplemente han fluido de manera mas tranquila. <br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. Así como el lecho de un río cambia constantemente a causa del paso de las aguas, así los acontecimientos y las experiencias nos hacen reformular a cada momento nuestra definición como ser humano. Sé que la pregunta es demasiado ambiciosa, pero ¿cuáles elementos, en lo social o en lo personal, son los que provocan, fundamentalmente, tu evolución como pintor y como persona?<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiy8T8Pg8t0npalFJF3hK5yBOfy4Rt6XuPhKu9CUziW-5y1LZ6yg7HFuhVrxnZ1PXdVx8pB3UowP0XCyZmtSpnRd2lkWZDOJ2he0aQQ0JXkQ8T_sD6EaHOAcrug9u0Y_xcQA-Oqu2na74E/s1600/daniel327.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="327" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiy8T8Pg8t0npalFJF3hK5yBOfy4Rt6XuPhKu9CUziW-5y1LZ6yg7HFuhVrxnZ1PXdVx8pB3UowP0XCyZmtSpnRd2lkWZDOJ2he0aQQ0JXkQ8T_sD6EaHOAcrug9u0Y_xcQA-Oqu2na74E/s400/daniel327.jpg" /></a></div><br />
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DANIEL INFANTE. Creo que algo de suma importancia para mi evolución tanto en lo humano como en lo artístico es primeramente el amor o el gusto por la vida. Creo que ese pensamiento está presente en todas mis decisiones como artista. La familia es un elemento importantísimo, así como la necesidad de experimentar la belleza y el placer como forma de “temperar” la realidad. Elementos como la literatura y la música son de vital importancia para la evolución en mi obra.<br />
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JUAN CARLOS MIESES. ¿Cuál es tu relación con la naturaleza como punto de partida de la creación? <br />
<br />
DANIEL INFANTE. Pienso en la naturaleza como una fuerza absoluta de la cual trato de ser auxiliar, es decir, ir a su lado conociendo y respetando su poder, relacionándome con ella de una manera conveniente y enriquecedora para ambas partes. Creo que la naturaleza es una totalidad caótica que yo, como pintor, ordeno, compongo y realzo algunos de sus elementos para lograr mis objetivos artísticos. <br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. La manía de crear un sustantivo que englobe una serie de artistas que de alguna manera tienen algunos aspectos en común, parece ser una constante en el mundo académico, sobre todo en los críticos. ¿Qué representan para ti los movimientos pictóricos? ¿Te inscribes en algunos de ellos? <br />
<br />
DANIEL INFANTE. Desde el comienzo de mi carrera siempre he admirado a varios artistas y varios movimientos pictóricos. La Avant-garde europea de principios del siglo veinte con el surgimiento del modernismo después del romanticismo es una fuente de la que he bebido bastante. Las obras de artistas como Kirchner, Matisse, Picasso o De Kooning me han abierto puertas en la Pintura. Algunos entendidos me han encuadrado como pintor Expresionista o Fauvista, movimientos de los cuales tengo bastante influencia y de los que he tratado de realizar una relectura contemporánea tomando elementos de estas corrientes artísticas para adaptarlos a un lenguaje actual. Veo los movimientos pictóricos como un léxico del cual el pintor se apoya para lograr transimitir su mensaje artístico o crear su pintura.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2wLdvrgra-UaBk25VNOBWYh1tkvp8fORttwsJKNahv6ioMNqcTmI2p214uDcOXiAMJsPhWIJ-nxXXnIg_Sw-y1OuUTVqbxeLef74CXJWrDG1X7v_IYlOTfyPlzmeV-zkpgd8dIZkc2oE/s1600/Jarrones327.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="327" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh2wLdvrgra-UaBk25VNOBWYh1tkvp8fORttwsJKNahv6ioMNqcTmI2p214uDcOXiAMJsPhWIJ-nxXXnIg_Sw-y1OuUTVqbxeLef74CXJWrDG1X7v_IYlOTfyPlzmeV-zkpgd8dIZkc2oE/s400/Jarrones327.jpg" /></a></div><br />
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JUAN CARLOS MIESES. Dices, refiriéndote al pintor con respecto a su arte: “un universo en el que comienza siendo centro y eje impulsador del mismo” y pones en movimiento una serie de sugerencias de órbitas y evoluciones. Hablas del pintor como un creador, y yo me pregunto, ¿tienes en algún momento la impresión –como les sucede a los escritores con sus personajes – que algunos elementos de la pintura toman vida propia y se imponen al cuadro, por encima de la voluntad o la intención original del artista?<br />
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DANIEL INFANTE. Creo que sí, más que creador el pintor interviene como medio para cristalizar elementos sobre cuales no tendrá ningún dominio luego de ser plasmados sobre la tela, papel o cual sea el soporte. Por eso te digo que el pintor crea un universo del que comienza siendo el centro. Sólo por un momento inicial es el eje impulsador para luego convertirse en un elemento más: pasa a un plano secundario y ve como se va diluyendo su poder sobre lo creado. Cuando entiende esto, la dinámica de pintar se convierte en una especie de drama en el que el pintor con curiosidad y expectativa va develando el desenlace. <br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. Decía Nietzsche, hablando de la literatura, que en cualquier página de un libro se puede encontrar un pedazo de autobiografía. ¿Crees que tu pintura deja traslucir de alguna manera tu intimidad? <br />
<br />
DANIEL INFANTE. Me parece que sí, tanto la forma de hacer como el contenido de lo que se representa ofrece al público que sabe buscar, pistas sobre la forma de ser, vivencias e intereses del artista, y me parece que es especialmente cierto en la pintura ya que ésta ha estado directamente en contacto con la mano del pintor. Si observas con calma mí pintura, el trazo, la sensibilidad para el color, las formas, la perspectiva, la composición, etc., tendrás una idea clara sobre mí, mis experiencias, emociones, pensamientos y sensaciones. <br />
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JUAN CARLOS MIESES. Parece que algunos escultores que trabajan con la piedra tienen la impresión, no de transformar un bloque de mármol en una figura humana, por ejemplo, sino la de “desnudar” la piedra, convirtiendo de esa manera el acto artístico en un descubrimiento más que en una creación. ¿Has tenido alguna vez una impresión parecida? <br />
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DANIEL INFANTE. En efecto, pienso que hay pinturas que produzco encontrando o haciendo aparecer la imagen a partir de las formas y manchas de color, a fuerza de limpiar el lienzo o de ir quitando lo que sobra, trabajando de una manera negativa, muchas veces sin ninguna idea de lo que estoy haciendo, sólo confirmando la visión que se va formando. Como tú mencionas, el acto artístico se convierte en un descubrimiento o un develamiento de la verdad, en el que se conoce la realidad y se expresan las ideas en un ámbito superior. <br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyrBv6xySraj3MRTcUekmjHisiUH8h0PiAEAzkf5_jpJvdq4mQ9KvWnJM0ILElJZK3EQsbbmR9cRIMkG-tyvhM79jajsck32nDwrGK6qtKvv-IvPsfIlKjyhOS9rCEkq1kWjK2lLsfIJc/s1600/Bodegon330.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="330" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhyrBv6xySraj3MRTcUekmjHisiUH8h0PiAEAzkf5_jpJvdq4mQ9KvWnJM0ILElJZK3EQsbbmR9cRIMkG-tyvhM79jajsck32nDwrGK6qtKvv-IvPsfIlKjyhOS9rCEkq1kWjK2lLsfIJc/s400/Bodegon330.jpg" /></a></div><br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. Como los escultores que trabajan las sombras gracias a la luz y que a veces parecen modelar el vacío por medio de la materia, he notado que en ocasiones anulas la perspectiva en tus cuadros y tengo la impresión que la descartas como si desearas expresarte únicamente gracias al color o a cualquier otro de los mecanismos de tu oficio. ¿Es el tratamiento que le das a la perspectiva una manera indirecta de trabajarla por medio de su ausencia?<br />
<br />
DANIEL INFANTE. Los cubistas en su tiempo, crearon una manera diferente de ver al colocar el espectador en múltiples puntos de vista en el mismo momento, jugando con el tiempo y el espacio, o tal vez suprimiéndolos.... El objeto sigue siendo uno y el sujeto se multiplica dándole un vuelco irreversible a la realidad. Por otro lado, los fovistas replicaron: todo es color, desde donde y cuando sea que se mire el objeto lo importante es el pathos y la sustancia, inducidos por el carácter cromático de la pintura que definirá al mismo tiempo la percepción del objeto. Conociendo estas cuestiones realizo mis experimentos de perspectiva o ausencia de ella, talvez como forma no tanto de representar la realidad sino de confrontarla con la obra de arte, sometiendo la pintura sin perspectiva a la percepción del espectador, lo que crea un juego de reflexiones. Al tiempo que procuro darle protagonismo a la sustancia cromática, resolviendo el espacio y la atmósfera por medio del color. <br />
<br />
JUAN CARLOS MIESES. Podemos hablar del mar o de alguna lejana galaxia, podemos pintar un paisaje desierto o un animal en el bosque, pero siempre de alguna manera estamos hablando y pintando una parte del hombre. ¿Cuál es la parte del ser humano que está presente detrás de tu iconografía? ¿Y fundamentalmente, ese ser humano eres tú? ¿O es el otro?<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6YcFEkF2lnpxk0EfL23kNe1rVhSgzaz2cfnlf-s9SRl9BV_UttZ0v8i1HDXUA4u3ShwItBVE5ruZbnFDodvCpHvVYGwyKD3CbyKXO8SELrQrjzUO9RcDBzwroQ23TU6mCNFcvH1Iy_rE/s1600/Lucy-y-Dany291.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="291" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6YcFEkF2lnpxk0EfL23kNe1rVhSgzaz2cfnlf-s9SRl9BV_UttZ0v8i1HDXUA4u3ShwItBVE5ruZbnFDodvCpHvVYGwyKD3CbyKXO8SELrQrjzUO9RcDBzwroQ23TU6mCNFcvH1Iy_rE/s400/Lucy-y-Dany291.jpg" /></a></div><br />
<br />
DANIEL INFANTE. Creo que en mi pintura están representadas las imágenes tanto del hombre terrenal cuanto del ser humano divino. Por momentos conseguimos elevarnos y contemplar lo divino pero más que nada estamos en contacto con los elementos de la tierra. Siempre me ha gustado la solución de los antiguos Griegos a la cuestión de la divinidad, en la que existen las deidades olímpicas que viven en el cielo y respiran el éter (Apolo, Zeus, Atenea) y las telúricas que viven en la tierra , disfrutan de grandes fiestas y consumen grandes cantidades de vino (Baco, Deméter). Por esto me complacería pensar que mis imágenes contienen la semejanza de ambos tipos de hombres divinos, el olímpico y el terrenal. Dos seres humanos totalmente diferentes y que habitan en lugares totalmente distintos, pero ambos divinos.<br />
Por otro lado, pienso que tanto el yo como el otro forman parte de mi obra. Si en el mundo como representación el sujeto representa al objeto, entonces cuando intento representar mi entorno estoy representando mi percepción de éste por lo que me represento a mí mismo y mi forma de verlo. Sin él yo no hay pintura. Luego cuando entra en juego el espectador y se confronta con el carácter abierto que tiene mi obra en el que la perspectiva y la composición tienen un papel importante, se crea un juego de reflexiones en el que la percepción de otro termina el trabajo de construcción de la imagen, reconociéndose, y a partir de ese momento, entra a formar parte de la pintura. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwnYUsqvwiS5LSjh_ljkWIVjK5yYT0hzyDqqroDZCaYu4Cgx-X98RtKZYGlXFpu-lTxLTBBEjtuBGfT8y1V3zRZekHXD7mG9s2inx7xTGwpTP9HqpxPh1Jjx4XQP1TDkSVoE1FPXhOjV0/s1600/rayafinal5.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="5" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwnYUsqvwiS5LSjh_ljkWIVjK5yYT0hzyDqqroDZCaYu4Cgx-X98RtKZYGlXFpu-lTxLTBBEjtuBGfT8y1V3zRZekHXD7mG9s2inx7xTGwpTP9HqpxPh1Jjx4XQP1TDkSVoE1FPXhOjV0/s400/rayafinal5.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-16934467059292390062011-11-29T05:03:00.000-08:002011-11-29T05:13:16.892-08:00Discurso en el Seybo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnlWFvLyCAWLgDrwaSbA2F_X9RsWIg4loQaxhqu1V66mxye9QkrQERMMvsZ1TbfvbVWExxvzHjq_nhwFgvS7u4St1Vt1qgdoqYFPplQXy7WPWbam1rRKo5uxIjv_1DlPuRNC9CEsCLPfo/s1600/Iglesia-2.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="286" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnlWFvLyCAWLgDrwaSbA2F_X9RsWIg4loQaxhqu1V66mxye9QkrQERMMvsZ1TbfvbVWExxvzHjq_nhwFgvS7u4St1Vt1qgdoqYFPplQXy7WPWbam1rRKo5uxIjv_1DlPuRNC9CEsCLPfo/s400/Iglesia-2.jpg" /></a></div><br />
Señoras y señores, la primera vez que escuché la palabra corazón, al menos la primera vez que creí entender su significado, tenía casi tres años y me encontraba abrazado a mi madre, con la cabeza apoyada sobre su pecho: ese santuario maternal, blando y tibio, que constituía para mí un refugio perfecto para el descanso y el sueño. <br />
<br />
Pero en esa ocasión, en vez de dormir me quedé escuchando el sonido regular, parecido a un tambor, que latía dentro de ella y que a pesar de su carácter repetitivo, sonaba definitivamente más vivo y más misterioso que un tambor. Cuando le pregunté qué era, ella me respondió: es mi corazón.<br />
<br />
Días después, cerca de la plazoleta principal, adonde me habían llevado de paseo, escuché un sonido semejante, sólo que más formidable, ya que lo podía escuchar desde lejos, y llegué a la conclusión – los niños no necesitan pensar mucho para llegar a conclusiones asombrosas – de que la ciudad también tenía un corazón, como mi madre. Algunas personas trataron en vano de explicarme que aquel ruido provenía de la fábrica de hielo. Para mí continuó siendo, en mi memoria y en mis quimeras, el palpitar del corazón de Santa Cruz del Seybo. <br />
<br />
No hace mucho descubrí que me he pasado toda la vida, sin sospecharlo, retrazando en mis fantasías y a veces en mis textos, algunos detalles de esta ciudad que representó la totalidad de mi universo en mis primeros años. Así, he descubierto que esas palomas que a veces surcan el espacio de mis palabras son las mismas que volaban en los cielos de mi niñez; las que pasaban zigzagueantes entre los pinos, las que cantaban gravemente por el camino en declive que lleva hasta el río; las que se alineaban, calladas y presagiosas, sobre los techos de la gran logia, una casona pintada de azul que siempre lucía desierta; las mismas palomas que arrullaban mis mañanas desde los árboles del patio.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGlL7AFZilFovETOWj9tSYm_NWq5AINv2f_7lVsgMvxAJsS_nJLUB-YGwtAA_BfzSrLkEQaMQS9jGL222ao1cpQcxDozXzhgM027v2XvYiazYMscQvZRaNxQbJqGelfpYzWtKEuZOW2Ak/s1600/toro.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="290" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGlL7AFZilFovETOWj9tSYm_NWq5AINv2f_7lVsgMvxAJsS_nJLUB-YGwtAA_BfzSrLkEQaMQS9jGL222ao1cpQcxDozXzhgM027v2XvYiazYMscQvZRaNxQbJqGelfpYzWtKEuZOW2Ak/s400/toro.jpg" /></a></div><br />
<br />
Visto desde la lejanía del tiempo –ese tiempo interior, ese tiempo vivo y palpitante, que sólo es invariable en su fluir y que a pesar de sus promesas de eternidad es para nosotros limitado y finito – desde la lejanía de ese tiempo mi infancia luce a veces como una memoria recreada, como una historia imaginada por un escritor de ficción, y como todas las historias de ficción, parece tener un principio y un final. <br />
<br />
El principio, sin embargo, no siempre es el mismo. A veces es la noche distante en la que escribí, con una tiza de color, el número cuatro por primera vez. Otras, es la semilla que sembré frente a la casa y que al año siguiente se convirtió en arbolito, o la moneda que encontré al fondo de un agujero que había hurgado con mis pequeñas manos; o el flamboyán abatido en el jardín y cuyo derribo me hizo llorar, o las gallinas que en una triste madrugada me mostraron, con espantosa quietud, lo que era la muerte… <br />
<br />
El final no es menos huidizo; a veces es un viaje a caballo en la planicie que lleva entre cañaverales hasta Mata de Palma, el hogar ancestral de mi familia materna; otras veces es un viaje sin retorno más allá de las colinas verdes y ocres que se alzaban frente a nuestra casa, un largo trayecto en un hermoso autobús – la mítica guagua de Memén Hernández – hacia la gran ciudad de Santo Domingo. En esa travesía, el niño que era yo simplemente se duerme para despertar en un universo de casitas de colores pasteles y de calles asfaltadas.<br />
<br />
Entre el principio y el final de esa historia que parece ser mi infancia están mis primeros amigos: José Augusto y Judith García, Ena Hernández, y más tarde Nicolás Chaín; la vecina que tejía flores de seda y que yo, en mi inocencia, pensaba que era la ayudante de Dios encargada de crear las flores de la ciudad; los paseos hasta el badén con sus arcos de hormigón, o al viejo puente de hierro desde donde los muchachos más grandes se lanzaban sobre las profundas pozas del río…<br />
<br />
Desde el instante de mi partida y este retorno han pasado muchas cosas, pero de alguna manera Santa Cruz del Seybo ha estado siempre presente en mí, a lo largo de mis vivencias, en mis visiones, en mis reflexiones y en mi escritura. Y como aquel piloto de Saint Exupéry que después de conocer al principito no podía dejar de evocar sus cabellos al avistar los campos de trigo, yo he cargado en mí, en un pequeño e íntimo rincón de mí mismo, el húmedo rumor del Soco, el murmullo de los pinos, el pasar de las palomas, la línea de los árboles como centinelas impecables sobre el perfil de las colinas, la visión de las oscuras rocas que sobresalen en las llanuras como lomos de bestias gigantescas, las calles en declive y la intimidad de los patios interiores… <br />
<br />
Hoy he vuelto, y estoy aquí como un hijo pródigo que vuelve al hogar y se encuentra frente a frente con el fantasma de sí mismo y presiente que ese fantasma nunca se alejó de este sitio como si supiera que partir es una ilusión, que un fragmento de nuestra memoria nunca olvida y que una parte de nosotros, una parte íntima y secreta, nunca va a parte alguna, nunca crece y en cierto modo nunca cambia. <br />
<br />
Ese niño que fui yo una vez – y que en cierta forma lo sigo siendo <i>entre tantos crespones transparentes… </i>como mi amigo y maestro Franklin Mieses Burgos, ese niño que perdura en su dimensión de nostalgia y de sueños, está feliz esta tarde gracias a quienes han tenido la gentileza de invitarme a mi ciudad natal y a quienes me han recibido con tan generosa cortesía, y al igual que ese niño intemporal yo, humilde y siempre asombrado viajero del tiempo y del espacio, también estoy feliz. Feliz, agradecido y orgulloso – y debo confesar que algo intimidado – ante este hermoso homenaje en mi ciudad natal, Santa Cruz del Seybo.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWtNwBxnm4OHaWvj2wIPBXD0CcIRbQdEgwq9rd6Pqv98FJWIA1Ol-B1mX6a-BsxKmAbR2JwQXFY7y8-HhoJFudv7DV_PwuqNUoZGC5e-FU7ERrfGo6xHkzUhqsKKR2hJ2MR7kH_vktURQ/s1600/tiraF_90.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="5" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWtNwBxnm4OHaWvj2wIPBXD0CcIRbQdEgwq9rd6Pqv98FJWIA1Ol-B1mX6a-BsxKmAbR2JwQXFY7y8-HhoJFudv7DV_PwuqNUoZGC5e-FU7ERrfGo6xHkzUhqsKKR2hJ2MR7kH_vktURQ/s400/tiraF_90.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-69963172029038789732011-11-17T08:54:00.000-08:002011-11-17T08:54:19.890-08:00Homenaje en el Seybo<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi4CoLhMhgvhMdJolNLYCUZAcRaXf6FVKKaXlXaqeiSmurzhSV8DcK5XglClUhyphenhyphenKgJutMBLs9fWLyezFSgwZ2ZXrHbWMauWXzsMLa5de-jDDY297C8YQUbUlfV-aNRQX4stJgDxj-adCg/s1600/iglesia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hda="true" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgi4CoLhMhgvhMdJolNLYCUZAcRaXf6FVKKaXlXaqeiSmurzhSV8DcK5XglClUhyphenhyphenKgJutMBLs9fWLyezFSgwZ2ZXrHbWMauWXzsMLa5de-jDDY297C8YQUbUlfV-aNRQX4stJgDxj-adCg/s320/iglesia.jpg" width="436" /></a></div><br />
<strong><span style="color: #20124d;">Palabras del escritor Sélvido Candelaria</span></strong><br />
<br />
Juan Carlos Mieses, es, sin lugar a dudas, el escritor de más envergadura que ha producido la Provincia El Seibo en sus primeros quinientos años de existencia. Este no es el juicio apasionado de un confeso admirador de su obra. Por el contrario, son los estudiosos acreditados que han analizado sus trabajos, quienes dejan en el lector esta percepción. Tal y como podemos comprobar cuando escuchamos al doctor Francisco García, expresarse sobre su más reciente publicación:<br />
<br />
“<em>Mi segunda razón para haberme gustado tanto Las palomas de la guerra deriva de la cita de Maurice Nadeau con la que Sábato define a una gran novela. Se trata, en su opinión, de aquella que transforma al escritor al hacerla y al lector al leerla. Ni Juan Carlos Mieses será el mismo después de Las palomas de la guerra ni tampoco ninguno de nosotros</em>”.<br />
<br />
O a la artista Katia San Millán cuando habla sobre la misma obra: <br />
“<em>Como buen amante de la palabra, la seduce y ella confiada, se entrega sin condiciones. Cual mago juguetón, hace malabarismos con ella, la convierte en metáforas luminosas, como director de orquesta la vuelve sinfonía, como coreógrafo le da alas a sus pasos, como verdadero artista esboza imágenes impactantes o sutiles según el caso, con las pinceladas sueltas y acertadas de un verdadero maestro de la forma y del color</em>”. <br />
<br />
O al exigente profesor de literatura, Miguel A. Fornerín, cuando afirma:<br />
“<em>En fin, Las palomas de la guerra es una obra fuera de lo común, por su escritura poética; por las técnicas narrativas bien empleadas (juego entre el narrador y las voces), el planteamiento de una historia encuadrada en otra historia, la intertextualidad, no sólo bíblica sino la que se establece con la oralidad; la descripción de la atmósfera de la guerra, la ciudad sitiada; la recuperación del tiempo y el discurso antiépico que plantea otra forma de mirar y repensar el pasado reciente dominicano</em>”. <br />
<br />
O, en fin, cuando una figura tan emblemática de nuestras letras como don Manuel Mora Serrano, confiesa:<br />
“<em>Creo que el mejor regalo que ha recibido la literatura dominicana en este otoño y en muchos años, ha sido la novela de Juan Carlos Mieses ‘Las palomas de la guerra</em>”.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBWJFtHOSiENKG9PVtbFKPOF2qhV2VzAEsOJGkrBCcY1A534sOvqrG7NLwxGoVJhYX6e6j6hF9qCRp0VJj4kGxYtSDuiP9CCpNsASATzxvG7FHvISNJjMxR7n-jGcjmP-_-tY5VYbAENs/s1600/Enriquillo-y-Napoleon.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="254" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhBWJFtHOSiENKG9PVtbFKPOF2qhV2VzAEsOJGkrBCcY1A534sOvqrG7NLwxGoVJhYX6e6j6hF9qCRp0VJj4kGxYtSDuiP9CCpNsASATzxvG7FHvISNJjMxR7n-jGcjmP-_-tY5VYbAENs/s400/Enriquillo-y-Napoleon.jpg" width="436" /></a></div><br />
Del poeta Mieses, ha dicho Jaime Tatem Brache lo siguiente:<br />
”<em>Dueño de un discurso depurado, equilibrado y limpio, Juan Carlos Mieses no es ajeno a la introspección ni cuando canta a la realidad externa con temas recurrentes como las calles coloniales, las lilas, el Ozama, las palomas, los pelícanos y el mar, porque entrelazándolos con otros tan íntimos como el amor, la noche y la soledad, transfigura la creación de un orbe que, aunque permanece, se ha perdido. Es la añoranza la que serenamente habla al oído del poeta y le dicta sus cantos</em>”.<br />
<br />
Y, Alejandro Arvelo, ratifica:<br />
“<em>En la poesía de Mieses se percibe una cierta nostalgia, como es el caso de la obra Gaia, que fue premiada en 1991 por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, la cual no es posible leer sin que se asomen las lágrimas en el rostro. Es un poema metafísico, sobre el origen de la tierra, en el que casi no aparece el ser humano, sin embargo, el poeta está presente con la amada</em>”.<br />
<br />
Es decir, tanto Tatem Brache como Arvelo, en escenarios y tiempos diferentes coinciden en que la nostalgia, la añoranza, se manifiesta en la obra del autor. Si a esto agregamos la confesión del propio Juan Carlos: (“<em>Quizá porque somos siempre aquí y ahora, como afirmaba Lindegren, los arquetipos personales nos persiguen y nos ayudan a surcar lo arcano de nuestros días cubriendo nuestro mundo con un nostálgico manto de familiaridad. Por eso tal vez todos los pinos del mundo se inclinan y murmuran como aquellos de Santa Cruz del Seibo, todas las palomas parecen mirar hacia el oriente, el porvenir es siempre una esperanza y un enigma, y el mundo un lugar más allá de las colinas de mi infancia</em>”), no debiera parecerle raro a ninguno de los aquí presentes que, ante una solicitud del comité organizador de esta Feria Cultural de Producción y Desarrollo, Seibo 2011, les sugiriera el nombre de este seibano ejemplar para recibir un reconocimiento por su obra literaria y la proyección que con ella ha dado a nuestra provincia.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6QrJEFk4asnsomHfmoMlnJxH65S3lUD2fqRARGkZskjwn7VoaTZnxo3zoyZ907J3lvOnVmbZGac_aZDbdhqnSGsh3uJ8fxglhOWdXNMgrK0ZP9OD6HL3iXrxprg5b8MYmxTMEMaHb8wo/s1600/viajeros2.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="575" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6QrJEFk4asnsomHfmoMlnJxH65S3lUD2fqRARGkZskjwn7VoaTZnxo3zoyZ907J3lvOnVmbZGac_aZDbdhqnSGsh3uJ8fxglhOWdXNMgrK0ZP9OD6HL3iXrxprg5b8MYmxTMEMaHb8wo/s400/viajeros2.jpg" width="436" /></a></div><br />
Aunque la nostalgia no ha sido definida científicamente yo la concibo como un ladrido interior, emitido por el furioso perro que la sociedad (con sus demandas y convenciones) amarra al alma cuando nos separa de las cosas que han formado nuestra esencia. Y es evidente que, tanto por lo que perciben los críticos en su obra, como por sus espontáneas declaraciones, ese perro que fue atado al alma de nuestro coterráneo en el momento de dejar la tierra que lo vio nacer, se mantiene aullando como una forma de mitigar el desarraigo. Si a esto agregamos la trascendencia de su obra, equiparable a la de los grandes creadores por sus rasgos de universalidad y su destreza en el manejo del idioma, y el inconmensurable valor que ello agrega a nuestro acervo cultural, debemos convenir que este reconocimiento es lo menos que puede hacer El Seibo para agradecer tan entrañable cariño por el espacio físico donde se diseminan sus orígenes. <br />
<br />
Reciba pues, maestro, el humilde pero sentido homenaje de sus contemporáneos para que trasmutado por nuestros más puros sentimientos en el poder que se le confiere a la Santa Cruz, le pueda servir como elemento exorcizante contra los demonios que se atrevan a molestarlo. Muchas gracias.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinlyhD0BhfxHzlFivFaV9U40ElFj2hIyoVPgmzKAY7hVRumu-45_h-qO-PRDwLS7w3MdVZoWeJBRqaiOWEiVG5BA0PJyC9dScSPwpvcbOHjRv-ub-5ySwjyrKqwHa3ydri9EcSr-tdNLM/s1600/tiraF_T.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="5" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEinlyhD0BhfxHzlFivFaV9U40ElFj2hIyoVPgmzKAY7hVRumu-45_h-qO-PRDwLS7w3MdVZoWeJBRqaiOWEiVG5BA0PJyC9dScSPwpvcbOHjRv-ub-5ySwjyrKqwHa3ydri9EcSr-tdNLM/s400/tiraF_T.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-89005407740342529552011-09-25T19:48:00.000-07:002011-09-26T06:50:07.276-07:00Los errores críticos de Giovanni Di Pietro y la narrativa de Juan Carlos Mieses<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgr4smUED9iaYOycEuvC2wZWuP5wEGpufqEch2irjef7-NvMLJbmyuj2BfkEhL9qDfRz8yfOaeZTWeFVyFNDJ_lzHSgT0trIO0u9f3xx5jX0gSOR89xKPM3qmAjheaeluIjpBQfARrKpQ8/s1600/fg1.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgr4smUED9iaYOycEuvC2wZWuP5wEGpufqEch2irjef7-NvMLJbmyuj2BfkEhL9qDfRz8yfOaeZTWeFVyFNDJ_lzHSgT0trIO0u9f3xx5jX0gSOR89xKPM3qmAjheaeluIjpBQfARrKpQ8/s400/fg1.jpg" width="436" /></a></div><br />
<strong><span style="color: #990000; font-size: large;">Un ensayo de Francisco R. García Pérez</span></strong><br />
<br />
El crítico literario y profesor universitario Giovanni Di Pietro ha redactado tres textos sobre las novelas de Juan Carlos Mieses: El día de todos y Las palomas de la guerra con los que personalmente estoy en desacuerdo. El primero, titulado El día de todos de Juan Carlos Mieses, pertenece a su libro Entre los nuevos, y fue publicado en Puerto Rico por Editora Unicornio, en enero del 2010. El segundo, Las palomas de la paz de Juan Carlos Mieses, apareció en el Listín Diario el 28 de enero de 2011. El último, Carta abierta a Pedro Conde, en El Caribe del 8 de marzo de 2011.<br />
<br />
A continuación, pienso demostrar que nuestros desacuerdos se deben a una serie de errores de crítica literaria en los que él incurre debido a que no sólo abusa, sino que malinterpreta uno de los conceptos básicos de una de las teorías de la literatura de finales del siglo XIX, como lo es el Impresionismo, así como también de otras dos del siglo XX, como son el Marxismo Estructuralista y el New Criticism. La totalidad de mi argumentación se referirá a El día de todos de Juan Carlos Mieses, porque Di Pietro, por tratarse de un ensayo incluido en un libro en el que estudia a los principales narradores y poetas de la literatura dominicana contemporánea, comprensiblemente, le da un tratamiento más ambicioso al tema. No voy a referirme en este momento a sus otras dos publicaciones, ya que, aparte de alargar demasiado mi exposición, creo que lo que iré diciendo aquí se aplica también con mucha exactitud a ellas. <br />
<br />
<span style="color: #cc0000;">I. El día de todos de Juan Carlos Mieses visto por Giovanni Di Pietro</span><br />
<br />
Di Pietro parte en su análisis de una idea que sólo a primera vista parecería corresponder a ese Marxismo Estructuralista de los años 60, que quiso explicar el quehacer literario como el resultado de las concepciones del mundo que sostiene el grupo social al que pertenece el autor. Un credo vinculado genealógicamente al rumano Lucien Goldmann, autor de Pour une sociologie du roman(1964) o al francés Louis Althusser de Une lettre sur l’art (1971). Goldmann creyó ver una semejanza tal entre la estructura de la novela moderna y la estructura de la economía de mercado, que lo llevó a denominar con el término técnico “homología” a esa semejanza entre la una y la otra. Es importante tomar en cuenta también, que la idea de Goldmann era que se trataba de una relación de estricta semejanza, la que ocurría entre la novela moderna y la economía de mercado, nada más de ahí. De su parte, Althusser tuvo la lucidez, antes de perderla por completo, de darse cuenta de que la obra de arte ni nos da un conocimiento conceptual de la realidad ni mucho menos de la ideología del artista. <br />
<br />
Para ambos, si bien es cierto que el contexto socioeconómico calificado, siguiendo el canon de Marx, como la infraestructura de la época de los movimientos artísticos era fundamental para interpretar el perfil de sus realizaciones, no menos verdadero era que no se trataba de una relación mecánica o unidireccional, sino que tan importante podía ser la dimensión infraestructural como la supraestructural en el moldeamiento de una u otra. En otras palabras, tanto Goldmann como Althusser supieron eludir el peligro de referirse a estas relaciones (la estructura de la novela moderna y la de la economía de mercado, en el caso del primero, y la infraestructura respecto al perfil de las realizaciones artísticas en Althusser) como si se relacionaran de manera causal o por determinismos causales, lo cual fue el error que muchos acólitos acabaron cometiendo. Esta malinterpretación del Marxismo Estructuralista es justamente la que comete Di Pietro cuando supone que una vez descrito el perfil ideológico de determinado comportamiento de la izquierda dominicana es posible también derivar una explicación de las características de la novelística dominicana en lo relativo al racismo y la manera de ver al haitiano en las obras que tocaran el tema. El lector podrá advertir esto de inmediato en el fragmento siguiente:<br />
<br />
… <em>“sale directa o indirectamente de lo que fue la actitud del izquierdismo frente a Haití y sus problemas. Los novelistas actuales han hecho suya esa actitud, y, como consecuencia, siguen repitiendo ciertos truismos que formaban parte de ese ambiente. El que más llamaba la atención era que, rechazando el pasado trujillista y siendo internacionalistas, los izquierdistas entendían que todos los males de ese vecino país se debían a los mismos dominicanos, a los cuales pintaban como racistas rabiosos”. </em><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguVoaTYvHgWzBBWgn7uR-c8irMcRmRaKdsFPozb_1jZj2eheaV0lIgb5FMHIBm2rMu_RlnDEPq4sJQkrO9s0_L7X1Dy6J_xhYWXttvNAALt0xRezX99G4-oksxY45qCBobRW70KaVHngM/s1600/palomas231.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="231" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguVoaTYvHgWzBBWgn7uR-c8irMcRmRaKdsFPozb_1jZj2eheaV0lIgb5FMHIBm2rMu_RlnDEPq4sJQkrO9s0_L7X1Dy6J_xhYWXttvNAALt0xRezX99G4-oksxY45qCBobRW70KaVHngM/s400/palomas231.jpg" width="436" /></a><br />
<br />
En otra muestra de ese mal interpretado discurso marxista estructural, Di Pietro, refiriéndose a la novelística dominicana contemporánea se permitirá concluir, siempre prescindiendo de las premisas de las que parte, que: <br />
<br />
<em>…“lo que la novelística actual hace es simplemente reflejar esta dinámica. A veces, el novelista está consciente del problema; a veces, no. Muchas veces, ya tomó partido en el asunto; y lo tomó del lado del otro, del bueno, y en contra de su propia identidad, cayendo así en una ridícula autoacusación. Soy racista, se dice a sí mismo, y escribe su novela para probar que lo es. Lo es no solamente él, sino que lo serían también todos los demás dominicanos. El resultado es, pues, nada más que una nación de racistas rabiosos”.</em><br />
<em><br />
</em><br />
Mientras que tanto Goldman como Althusser se cuidan, como expliqué antes, de no postular una relación de mera causalidad al tratar de explicar la relación entre las estructuras económicas o sociales y las manifestaciones artísticas de un determinado momento histórico, Di Pietro, muy por el contrario, quiere explicar el porqué la narrativa dominicana de finales del siglo XX exhibe ciertas características en base a un determinismo y un historicismo que sólo consiguen dar una gran cantidad de informaciones, no necesariamente verdaderas, sobre las circunstancias que rodean a los creadores artísticos, sin lograr decir nada concreto sobre estos y sus creaciones. Personalmente, no entiendo qué relación pudiera existir entre estas conjeturas sociológicas sobre el racismo en la República Dominicana y las novelas de Juan Carlos Mieses. Menos aún, de ser ciertas, qué tanto nos llegarían a decir sobre estas últimas. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPqMpY7nAu-2A58zyWBggU-WATN5GAqREimOD01U2LKyuar3PN4C42pCJnkI0KkZ8iYeBem1YBSZKlU5ylpXKUMgQIZz_uRsoocUAhRsZ3HoNgiTMTjABo5rWqM_Tm6Ud1gunysz4y7lI/s1600/Grafico-inferior-azul.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="190" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPqMpY7nAu-2A58zyWBggU-WATN5GAqREimOD01U2LKyuar3PN4C42pCJnkI0KkZ8iYeBem1YBSZKlU5ylpXKUMgQIZz_uRsoocUAhRsZ3HoNgiTMTjABo5rWqM_Tm6Ud1gunysz4y7lI/s400/Grafico-inferior-azul.jpg" width="436" /></a></div><br />
<span style="color: #990000;">II. El New Criticism y la crítica de Giovanni Di Pietro</span><br />
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Es Tradition and the new talent (1919 ) de T. S. Eliot con su insistencia en que la objetividad, la impersonalidad y la cercanía de la ciencia debían prevalecer en la crítica literaria, aparte de un fuerte golpe contra el ejercicio crítico elaborado a la sombra del Romanticismo, una de las influencias que determinaron la aparición en el ámbito anglo-americano del New Criticism, en la segunda y tercera décadas del siglo XX. Que el nuevo signo de los tiempos que estaba llegándoles a los estudios literarios con este grupo fuese en parte científico-positivista y en parte lógico, probablemente se explique por la simpatía del autor de Tierras baldías con el análisis lógico del lenguaje de Bertrand Russell, cuyos cursos él había seguido en Harvard. Por lo que la llamada “denuncia de las cuatro falacias”, que caracterizó a estos teóricos de la literatura, nos resulte hoy más fácil de comprender. Se trató de un criterio de demarcación, caro a los aires filosóficos anglo-sajones de entonces, destinado a distinguir la crítica literaria objetiva que venía emergiendo a partir de ese momento de las modalidades anteriores caracterizadas por el subjetivismo y el impresionismo en sus interpretaciones.<br />
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<span style="color: #990000;">II.a Denuncia de las cuatro falacias y la crítica de Di Pietro a Juan Carlos Mieses</span><br />
<br />
Las cuatro falacias que el New Criticism denominó: falacia biográfica, falacia intencional, falacia afectiva y falacia de comunicación corresponden a las cuatro maneras de distorsionar la obra literaria al momento de interpretarla, que, al decir de estos teóricos de la literatura, era característica de la crítica influida por el Romanticismo. Se trató de ese intento, que caracterizó y que no poco enrareció los estudios de literatura en el siglo XX, de comprender la obra literaria sin apelar a condicionantes políticos, morales, filosóficos etc., sino, más bien, como un fenómeno que obedece a reglas y leyes que deben buscarse en ella misma. <br />
A continuación voy a mostrar las cuatro falacias en el texto de Di Pietro titulado El día de todos de Juan Carlos Mieses:<br />
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<span style="color: #990000;">II.b. Falacia biográfica</span><br />
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Al referirse a la aterradora escena inicial de El día de todos en la que el personaje descrito es devorado por las ratas, Di Pietro la interpreta como consecuencia del siguiente dato biográfico del autor:<br />
<br />
<em>“Aquí me temo que Mieses, viviendo como vive en Francia, cayó en la trampa de siempre: Se leyó al Marqués de Sade y, como todos los franceses bobos, pensó que este era un gran novelista y que hay que imitarlo.”</em><br />
<br />
Otro ejemplo de la misma falacia se verifica cuando el crítico cree descubrir la presunta explicación de la simpatía del novelista por el vudú en base al hecho siguiente:<br />
<br />
… <em>“como esos europeos entre los cuales vive, Mieses anda buscando la nota exótica en su vida”</em><br />
<br />
Por demás sobran los ejemplos de escritores en los que determinados aspectos de su obra literaria se prestan a ser interpretados, y por extensión a ser entendidos mejor, acudiendo a determinados pasajes de su vida. Es lo que ocurre con la interpretación que Richard Ellman hace de Ulises de James Joyce, o bien, Steven Painter con Marcel Proust, pero al ir de lo anterior al extremo opuesto de pretender universalizar el recurso a la totalidad de la obra se corre el peligroso riesgo de distorsionar la creación artística. Pero además, cuando los datos biográficos esgrimidos sólo existen en la imaginación del crítico, como ocurre con la supuesta lectura del Marqués de Sade, o toman un carácter irracional al tratar de explicar una novela a partir de la residencia del autor en Francia (que también ha residido en varios países), resbalamos hacia un terreno más digno de ciertos personajes de Ionesco que de un intelectual razonable. En todo caso, entramos en una versión de la falacia biográfica que compite con la ficción, en el mejor de los casos.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibPhZ2aKDdIJG5703E2GK5wDD7yT_2u98s1L3KCmvycy9rf5L1KMW2uGXJjHxMb757F0m8dXOhORFTWfiNS6H9E9Ia2vsNubzrtm8rA__N3nw4PIEH3e2DYj_Kb_VcWtjkLd6sGNUtD8Q/s1600/soldados-317.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="317" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibPhZ2aKDdIJG5703E2GK5wDD7yT_2u98s1L3KCmvycy9rf5L1KMW2uGXJjHxMb757F0m8dXOhORFTWfiNS6H9E9Ia2vsNubzrtm8rA__N3nw4PIEH3e2DYj_Kb_VcWtjkLd6sGNUtD8Q/s400/soldados-317.jpg" width="436" /></a></div><br />
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<span style="color: #990000;">II. c. Falacia intencional</span><br />
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En Intentional Fallacy (1946) W. K. Winsatt describió el error cometido por muchos críticos al creer que para entender el verdadero sentido o significado de una obra literaria es necesario conocer primero cuál era la intención del creador. Para los seguidores del New Criticism esto era confundir dos planos absolutamente válidos, como son el sicológico y el estético, pero que no están necesariamente relacionados en la génesis de una obra literaria. Para Di Pietro, la intención de Juan Carlos Mieses al escribir El día de todos es demostrarse a sí mismo que:<br />
<br />
<em>“Soy racista, se dice a sí mismo, y escribe su novela para probar que lo es”.</em><br />
<br />
En otras palabras, la intención del novelista, ha descubierto el crítico, se resume en este hallazgo autobiográfico desmesurado: la admisión de un racismo que queda conjurado al ser reconocido. Lo que, en última instancia no se comprende, todavía fuese cierta esta explicación, es la medida en la que ella permite comprender mejor la novela.<br />
<br />
<span style="color: #990000;">II. d. Falacia afectiva</span><br />
<br />
Tres años después de la publicación de Intentional Fallacy, en 1949, el filósofo norteamericano, Monroe C.Beardsley, publicó su ensayo The Affective Fallacy, en el que definía el error de interpretación del poema consistente en la tendencia a colocar los efectos emocionales provocados por éste en los lectores por encima del estudio de su estructura formal. Un tanto más crudamente describe el teórico portugués, Eliseo Vives, esta falacia al decir “… el crítico puede describir en la obra literaria calidades inefables y entender que estas confieren a la obra un valor específico; pero, desde ese momento, el crítico se condena a gruñidos emotivos que no interesan ya a nadie más que a él”. Lo que en ocasiones puede hacer difícil reconocer la falacia afectiva es el hecho de que una apariencia teórica representada por los términos utilizados por el crítico puede disimular su auténtica condición de reacción emotiva ante la obra literaria, que nada tiene que ver con ella, y sí completamente con el efecto que ha despertado en él. En Giovanni Di Pietro todo lo anterior se hace patente al referirse a un supuesto maniqueísmo que le atribuye al narrador-protagonista del relato al cual toma, inexplicablemente en un crítico literario, por el autor. De este modo, veremos cómo continuamente acusará a Juan Carlos Mieses de suscribir tal o cual posición, a favor o en contra de los haitianos, como si de una tesis doctoral de sociología se tratase y no de una obra de ficción. En palabras del crítico todo se va a resumir en que:<br />
<br />
<em>...“ya que dentro del maniqueísmo establecido en la novela los haitianos son los buenos, esta horrorosa matanza que se espera en la frontera va a ser sólo una prueba emocional de que la culpa de todas las desgracias del vecino país se encuentra con los dominicanos, los malos, por ser racistas”.</em><br />
<br />
Ese maniqueísmo que Di Pietro le atribuye al narrador-protagonista no es parte de la estructura de la novela, y por interesante que pudiera parecer al crítico, sólo existe en el respetable ámbito de su subjetividad. Detrás de este tipo de argumentaciones, si cabe considerarlas así, lo único que hay son las reacciones emocionales del crítico a la obra literaria, para no llegar al extremo de Vives de llamarlas “gruñidos emocionales”.<br />
<br />
<span style="color: #990000;">II. e. Falacia de comunicación</span><br />
<br />
Esta falacia, para Viñas Piquer, consiste en “una denuncia contra la tendencia a ver en el poema un ideario o una doctrina que el análisis saca a la superficie”. De todas las distorsiones de interpretación de la obra literaria, sin duda, se trata de la que más terribles consecuencias tuvo sobre muchos artistas. A lo largo de la historia, más dramáticamente durante el siglo XX, se satanizaron o se canonizaron muchos creadores sobre la base de su mayor o menor proximidad al menú ideológico del crítico. Desde una dimensión histórica lo anterior bastaría para condenarla. En el plano meramente teórico sorprende la ingenuidad de sus partidarios al dejarse seducir desmesuradamente por el fondo, si tal existiese, de la creación artística, en desmedro de los aspectos formales de la misma. Que todavía en el siglo XXI se siga esgrimiendo la falacia de comunicación es incomprensible, por decir lo menos. La expresión más acabada de la falacia en Di Pietro se revela cuando dice:<br />
<br />
<em>“La moraleja de esta esce</em><em>na es que la clave a la problemática situación entre República Dominicana y Haití la tendría la Iglesia Católica, la cual enseña que somos todos hermanos y que los dominicanos y los haitianos se llevarían de lo más bien con tan sólo practicar ese amor hacia el prójimo que enseña Cristo”.</em><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpsN3JLe-MTSvUX4tR98waJT0XmXx0YXZ4Bq5_TQ0zLnL0wk3f8QIBJtoOpBB7YUfwshc1Xbvl3OIOZSkWGcOkWtSTbeD-J6cVChe1pEjGVZTbFyoJqn9XFTR42U5Y_rHNJebxZ515y_4/s1600/Grafico-superior-azul-azul.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="355" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjpsN3JLe-MTSvUX4tR98waJT0XmXx0YXZ4Bq5_TQ0zLnL0wk3f8QIBJtoOpBB7YUfwshc1Xbvl3OIOZSkWGcOkWtSTbeD-J6cVChe1pEjGVZTbFyoJqn9XFTR42U5Y_rHNJebxZ515y_4/s400/Grafico-superior-azul-azul.jpg" width="436" /></a></div><br />
<br />
Coherente con la falacia de comunicación, Di Pietro, agregará lo que sigue:<br />
<br />
<em>“En El día de todos, Mieses respalda esta posición, la hace suya y también la ofrece como la verdadera y única solución posible”.</em><br />
<br />
Llegados a este punto, hemos visto con ejemplos tomados del texto de Di Pietro cómo sus errores críticos obedecen, en general, a un mismo mecanismo que consiste, unas veces en malinterpretar, otras en distorsionar la interpretación del texto analizado. En el primer punto, creo haber demostrado, como planteé al comienzo, que las opiniones del crítico sobre El día de todos de Juan Carlos Mieses malinterpretan los conceptos básicos de Lucien Goldmann y de Louis Althusser. En no menor medida, distorsiona la interpretación correcta del texto narrativo del autor debido al hecho de que incurre constantemente en las cuatro falacias que los diferentes representantes del New Criticism aconsejaban evitar al estudiar cualquier obra literaria. Respecto al concepto básico del Impresionismo del siglo XIX, al que aludí al comienzo diciendo que Di Pietro malinterpretaba, se trata concretamente de la tendencia a querer explicar la totalidad de la obra literaria remitiéndose exclusivamente a la vida del autor. Abusa del mismo, creo, en la medida en que más que apoyarse en la biografía de Mieses, va más lejos aún, y recrea, con una capacidad fabulatoria digna de mejor suerte, la vida del autor cuya obra critica. En esto mi reparo, más que estético como fueron los anteriores, es ético, por Di Pietro simplemente faltar de manera inaceptable a la verdad.<br />
<br />
<span style="color: #990000;">III. Balance final</span><br />
<br />
Hasta aquí me he referido exclusivamente, como afirmé al comienzo, al ensayo del profesor Di Pietro El día de todos de Juan Carlos Mieses porque, en principio, no veía nada en el mismo de cuanto señalo hasta aquí que no pueda aplicarse a los otros dos. Obré de este modo, podría agregar ahora, porque he querido mantenerme dentro del ámbito estricto de la teoría literaria del siglo XX y de lo que ella aporta a esa otra modalidad de la lectura que se ha dado en llamar la crítica literaria. Entrar aquí en los dos artículos periodísticos del profesor Di Pietro me habría llevado a un terreno intelectual en el que abundan errores diferentes de los que acabo de tratar.<br />
<br />
Mi labor ha consistido en decir qué no es la obra narrativa de Juan Carlos Mieses. Resta ahora pendiente otra tarea que su obra literaria merece de sobra. Se trata de ocuparse de decir qué es. No es posible que un esfuerzo intelectual que se extiende a lo largo de más de cuatro décadas no dé lugar a una respuesta de la crítica literaria provista de un decoro que condiga con su calidad. Sería un pecado de omisión intelectual imperdonable de parte de sus contemporáneos.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5Pyc5aBZN-HyaEsZWzp2XS4h2F6TXTdNjUk2B0TG105ObUcbAECUStamk65s2j-VHup8sVTqWsRnxk5a9WAH04q0jped5JmEspY5b0OwJmJp46fZsxN0xYrprgG5B6EHWHYIlfOng0JI/s1600/tiraF_ahogado.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="5" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5Pyc5aBZN-HyaEsZWzp2XS4h2F6TXTdNjUk2B0TG105ObUcbAECUStamk65s2j-VHup8sVTqWsRnxk5a9WAH04q0jped5JmEspY5b0OwJmJp46fZsxN0xYrprgG5B6EHWHYIlfOng0JI/s400/tiraF_ahogado.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-70732324311914852542011-05-17T06:47:00.000-07:002011-05-17T06:47:00.289-07:00Una Calle...<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdLhQdW_qbp2tR086RjDaqrkBs8iA4uXEBmDS8IAAJPOECvd0Pa0xNlC3SgKyPAR1-bEtvt5s-58TS3HnyiSKFcfdhHV1e7ra_z2qGGcRicshfGw8OCybrJ8lJD9TokCsEMHZPXC5xoX8/s1600/camino.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="293px" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdLhQdW_qbp2tR086RjDaqrkBs8iA4uXEBmDS8IAAJPOECvd0Pa0xNlC3SgKyPAR1-bEtvt5s-58TS3HnyiSKFcfdhHV1e7ra_z2qGGcRicshfGw8OCybrJ8lJD9TokCsEMHZPXC5xoX8/s400/camino.jpg" width="400px" /></a></div><br />
<span style="color: #990000; font-family: "Trebuchet MS", sans-serif;"><em>Discurso en la inauguración de la calle Juan Carlos Mieses, el 7 de mayo del 2011 </em></span><br />
<br />
Señoras y señores, a nuestro paso por la vida, todos nosotros, además de experiencias, objetos o conocimientos, vamos acumulando imágenes. Algunas de esas imágenes, supongo que las más significativas, terminan imponiéndose sobre las demás a tal punto que resulta imposible olvidarlas y no nos dejan otra opción que llevarlas con nosotros y guardarlas en nosotros, convirtiendo de esa manera nuestra memoria en un cofre espiritual que conserva nuestros recuerdos más preciados. <br />
<br />
En esta ocasión festiva me gustaría compartir con ustedes algunas de mis imágenes. Por ejemplo, una madrugada en el Mato Grosso, en el inmenso Pantanal que se extiende al sur de la selva del Amazonas, bajo la más detallada y la más luminosa Vía Latea que haya visto jamás. Una vieja mezquita abandonada en las afueras de Cheniní, en un pedregal del desierto del Sahara y cuyo alminar, a punto de desplomarse, se inclina hacia la Meca. La visión sobrecogedora de unas ruinas hinduistas entre la bruma de las colinas Gedong Songo, en la isla de Java, y que todavía hoy parecen habitadas por sus antiguas divinidades, o la larga mirada escrutadora que fijara en mí un zorro silvestre en una noche de los Pirineos… <br />
<br />
Pero no sólo la naturaleza, también el arte, ha sido una fuente de imágenes inolvidables. El David de Miguel Ángel, por ejemplo, que las veces he estado frente a él ha permanecido inmóvil como para hacerme creer que por sus venas de mármol no corre la vida. Un curioso cuadro colgado en un museo de Bangkok, no lejos del palacio real, en cuyos colores el viento sopla sin parar siempre en una misma dirección. Un gran lienzo, en el palacio Pitti de Florencia, que más que el nacimiento de Venus en una caracola del Mar Mediterráneo lo que muestra es el amor de Botticelli hacia su modelo, una hermosa sobrina de Américo Vespucio, o aquel cielo multicolor y como embriagado de luz en un paisaje de William Turner que podemos admirar en una sala de arte del centro de Sao Paulo…<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8uPvflJx6ln6CYD0mHZ5rgU9D-21IoRDuiIn4NRBBx8Cpl_B_EWcH8wVyGlUrxidMbFEyUAF2iBKyCprvgQqcvVCnee-byiyJCi_nnjwStiodC98_gGnhX-UuOA_6y06heyBRKF4HWlw/s1600/Venus.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="272px" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8uPvflJx6ln6CYD0mHZ5rgU9D-21IoRDuiIn4NRBBx8Cpl_B_EWcH8wVyGlUrxidMbFEyUAF2iBKyCprvgQqcvVCnee-byiyJCi_nnjwStiodC98_gGnhX-UuOA_6y06heyBRKF4HWlw/s400/Venus.jpg" width="400px" /></a></div><br />
Pero de todas las pinturas que he contemplado, hay una que siempre ha estado presente en mí. La última vez que la vi, tenía unos quince años y todavía hoy me parece verla frente a mí, aunque sospecho que lo que ve mi imaginación no corresponde exactamente a la realidad del cuadro, ya que la memoria tiene la extraña costumbre de siempre modificar el pasado. <br />
En todo caso, lo recuerdo de esta manera: un pequeño cuadro pintado al óleo que muestra un paisaje campestre visto desde lo alto de una cuesta. No hay personajes (al menos no hay personajes visibles, porque en cada cuadro siempre hay un ser humano escondido detrás de alguna pincelada, de alguna forma o algún color); así que no hay personajes visibles, sólo un camino de tierra con dos surcos separados por una estrecha franja de yerba. El camino serpentea suavemente para adaptarse a los pliegues del terreno y finalmente se pierde detrás de un matorral, al final de una lejana perspectiva… <br />
<br />
Por muchos años me pregunté qué era lo que tanto me atraía en aquella obra del distinguido pintor y arquitecto dominicano Milán Lora, hasta que descubrí que se trataba, ante todo, del sujeto principal; el camino. Un camino que comienza en el primer plano y se pierde en el último y es como si en realidad naciera en el espectador y le sugiera partir hacia destinos desconocidos.<br />
<br />
Y es que los caminos, ya se habrán dado cuenta, ejercen en mí una extraña fascinación. Quizá porque son el símbolo por excelencia de nuestra vida. Pensemos en esos caminos del mundo que nos invitan sin cesar a acompañarlos en sus andares o en esos caminos de la vida que no se contentan con invitarnos, sino que nos arrastran, con sus luces y sus sombras, sus recodos y sus bifurcaciones, hacia su inevitable final. <br />
<br />
Y como decir calle es una manera urbana de decir camino, ustedes comprenderán que sintiera una gran emoción cuando Su Excelencia, Don José Rafael Lantigua, Ministro de Cultura, tuvo la gentileza de informarme que una calle llevaría mi nombre en esta Feria Internacional del Libro 2011. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4YArDXsqOzaSpf-W2U3xLu-nj8_-n74lSlQxwFY2Kg2EQgzSuPrr2Udt1pM9TuYg27S4piDyx0wDodZTHoxBp6Tcx_tq6nTc0mLaP4VTBD-zWDMUs8jsmd2oAZZD00AH4CpDvPtNV4I/s1600/CalleJCM.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="255px" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjx4YArDXsqOzaSpf-W2U3xLu-nj8_-n74lSlQxwFY2Kg2EQgzSuPrr2Udt1pM9TuYg27S4piDyx0wDodZTHoxBp6Tcx_tq6nTc0mLaP4VTBD-zWDMUs8jsmd2oAZZD00AH4CpDvPtNV4I/s400/CalleJCM.jpg" width="400px" /></a></div><br />
<br />
La primera pregunta que me hice a mí mismo fue: ¿Hacia cuáles lejanos horizontes llevará esta calle? Y les aseguro que la pregunta es pertinente, porque sé por experiencia que los caminos, sin hacerle caso a la precisión de los mapas, suelen ir más lejos que su propia longitud y muchas veces son ellos los que se desplazan en nosotros y no nosotros en ellos.<br />
<br />
Esta calle me honrará y me nombrará por unos meses. Luego, como todo lo que existe bajo el sol, su tiempo, como el mío, como el de todos nosotros, pasará, porque el destino de los caminos, como el de los hombres y como el del tiempo, es pasar. <br />
<br />
Lo que me recuerda un verso de mi amigo y maestro Máximo Avilés Blonda, que considero el más optimista y el más valiente de todos los versos y que nunca me canso de citar:<br />
Pasa que pasa el tiempo y cuando pasa es mejor...<br />
<br />
Por último quiero que me permitan hacer una declaración: una hermosa y pequeña calle, por unos cuantos meses, es el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor. Por un lado es una muestra de aprecio y de respeto hacia la obra del artista por parte de la Sociedad y del Estado; por otro lado, nos recuerda, a mí y a todos los que pasarán por ella, nuestra brevedad, el carácter pasajero de nuestra vida y de nuestros afanes, y de esta manera que es la vez sutil, elegante y generosa nos pone en guardia contra el más común y el más patético de todos los pecados del escritor: la vanidad.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgm7f52uUBKoE3ZYDi4_1AcY5J8-JfvMR7D8Hi_dXW0vWxiIn1cOMvEQ7NNB2ay3yI-LbV7KntnV8sqONKSLaPz8rUCtdUNEw2b21ZY7RMeCRghtMA1WAUY3KdM0NvOb-1x9xIxWzS-OeU/s1600/lineafinal.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="6px" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgm7f52uUBKoE3ZYDi4_1AcY5J8-JfvMR7D8Hi_dXW0vWxiIn1cOMvEQ7NNB2ay3yI-LbV7KntnV8sqONKSLaPz8rUCtdUNEw2b21ZY7RMeCRghtMA1WAUY3KdM0NvOb-1x9xIxWzS-OeU/s400/lineafinal.jpg" width="400px" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-69251231545488834612011-04-26T15:05:00.000-07:002014-05-01T20:53:36.257-07:00Un hombre es todos los hombres...<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV1fsHq0OTyVyhhCC89wSLVE99cmuDd377Tea0iatvVs_NUA_45I__i_4jOEKBQOtZGcfr_0GpfG-KAlEYF6wTX23_z3-f-GNjb6s7xPqzIyXGQ1XBy27BMmJbLSu1h-0w655aY2CjiWY/s1600/jcm_gato.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgV1fsHq0OTyVyhhCC89wSLVE99cmuDd377Tea0iatvVs_NUA_45I__i_4jOEKBQOtZGcfr_0GpfG-KAlEYF6wTX23_z3-f-GNjb6s7xPqzIyXGQ1XBy27BMmJbLSu1h-0w655aY2CjiWY/s400/jcm_gato.jpg" height="300" width="400" /></a></div>
<br />
JUAN CARLOS MIESES PRESENTA AL GENERAL SOTO JIMÉNEZ EN LA TERTULIA DE SANTUARIO<br />
<br />
Un hombre es todos los hombres, afirmó una vez un sabio llamado Borges. El aforismo no define ni pretende definir lo que es un ser humano. Subraya lo que hay de fundamental en cada uno de nosotros; lo que es compartido por cada representante de la especie humana.<br />
<br />
Y es que pretender definir al Hombre, con mayúscula, es una tarea tan difícil como tratar definir a un individuo en particular. Ya lo sabía, pero volví a darme cuenta cuando quise escribir una sencilla reseña para presentar antes ustedes a este dominicano ilustre, diverso y sorprendente que hoy se sienta con nosotros, el general José Miguel Soto Jiménez. Y me dije que si bien podemos poner en duda la afirmación de Borges, lo que sí es cierto es que un hombre es muchos hombres a la vez. <br />
<br />
Mi primera impulso fue presentar al general Soto Jiménez a gracias a la enumeración de sus logros, que son muchos; gracias a su biografía tan llena de éxitos y gracias a su variada y abundante bibliografía que va desde la poesía a la reflexión social y filosófica, pasando por la crónica militar y la historia; pero después de reflexionar me dije que sería un esfuerzo inútil, ya que el todo nunca es igual a la suma de sus partes, especialmente cuando se trata de describir a un poeta, a un historiador, a un general, a un pensador, a un hombre público, a un amigo como el general José Miguel Soto Jiménez. <br />
<br />
Un hombre que no se contenta -como muchos de nosotros- con tener una idea del mundo, que la tiene, ni siquiera con tomar posición ante el mundo, que la toma, sino que trata de encontrar, como un moderno y humilde Arquímedes, un punto de apoyo que le permita mover, si no el mundo, que es mucho pedir, al menos nuestra realidad dominicana y encauzarla por rumbos más halagüeños. <br />
<br />
Y si le apasiona el pasado es porque piensa como Don Miguel de Unamuno que: “con la madera de los recuerdos, construimos nuestro futuro” y porque desea participar en la construcción de nuestro porvenir.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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<br />
Y ese porvenir el general José Miguel Soto Jiménez lo sueña con los ojos abiertos, con el corazón entusiasta y con los brazos listos para el trabajo duro, constante y productivo. No para ir en busca de una gloria vana y egoísta, sino porque sueña con una prosperidad que pueda ser compartida por todos nosotros. <br />
<br />
No se pregunta de cuántos o de cuáles privilegios puede disfrutar, sino que pone en riesgo su propio bienestar y se lanza al campo de batalla de las ideas y de las acciones, con la esperanza y con el propósito de contribuir a la creación de una sociedad mejor, de un dominicano mejor, como si quisiera ver realizada la profecía del poeta y visionario Máximo Avilés Blonda:<br />
<br />
<i>Porque habrá un día de sol para todos<br />
Porque habrá un día de alimentos compartidos<br />
De entendimiento junto al mantel<br />
De comprensión sobre el escritorio,<br />
De cariño sobre las espadas<br />
De caricias bajo las piedras que vuelan<br />
De estrecharse las manos sobre los platos de los granos cocinados…<br />
</i><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-10814739867687326982011-04-03T06:59:00.000-07:002011-04-05T09:24:33.048-07:00Las Palomas de la Guerra: Un Tour de Force de Juan Carlos Mieses<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIYoGX0CV_ayfThr6mNYJQG4Us8vp-3ntCjkdtvPog1wg9rq0Za3QLcW3hMbLNEB0OAArg_1XWWJ_lr_6oef73RF2xm6sJ9X6rP1MrpNVqDVKkkPeP2-w-obPX5hyphenhyphen8TU2BUoABMhsHjP0/s1600/palomas_ramon436.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="244" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhIYoGX0CV_ayfThr6mNYJQG4Us8vp-3ntCjkdtvPog1wg9rq0Za3QLcW3hMbLNEB0OAArg_1XWWJ_lr_6oef73RF2xm6sJ9X6rP1MrpNVqDVKkkPeP2-w-obPX5hyphenhyphen8TU2BUoABMhsHjP0/s400/palomas_ramon436.jpg" /></a></div><br />
<b><span style="color: #cc0000; font-family: Verdana, sans-serif;">Por Ramón Constanza</span></b><br />
<b><span style="color: #cc0000;"><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> </span></span></b><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Con la puesta en circulación de su segunda novela en poco más de un año el nacional e internacionalmente laureado escritor Juan Carlos Mieses demuestra que es una máquina creadora de literatura de proporciones insospechadas. Y digo esto no sólo por la existencia de su obra literaria acumulada (cuentos, poesía y teatro) hasta la fecha, sino porque tengo entendido que ya está trabajando en su próxima novela.</span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero entremos en materia. La novela que ahora nos ocupa, Las Palomas de la Guerra, trata de un hombre que regresa a su país y a su ciudad natal después de una ausencia de 40 años. Y claro, esta es la excusa para que Mieses, en el telar de su imaginación, se dedique a tejer y a entretejer los recuerdos con los que el protagonista nos conduce por los momentos e incidentes que, en el ámbito de la revolución de 1965, lo marcaron para toda la vida. Juan Carlos hace esto con un estilo narrativo que cual bisturí lingüístico taja y secciona de manera limpia y elegante los elementos constitutivos de la cadena sintagmática que sirven para crear frases y oraciones, y cuyo resultado final es un magnífico lenguaje descriptivo lleno de poesía.</span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Porque hay que añadir a esto que nada escapa al ojo escrutador de Mieses al describir escenas, paisajes y situaciones, como en el siguiente pasaje, que es sólo uno de entre muchos que podrían ser aquí citados: </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Las palomas se desparramaron por el cielo, giraron en el aire, rozaron las copas de los árboles, describieron un amplio círculo sobre los follajes resecos que esperaban las lluvias de mayo y en un blando ruido de aleteos volvieron a su refugio: el cajón con múltiples bocas negras que sobresalía como un torcido periscopio desde el patio de la casa de Elisa…”.</span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Pero no podemos olvidar que si bien la Guerra de Abril es el telón de fondo de esta historia ella sólo sirve de excusa para que se nos narre una historia de amor, un amor de juventud, un amor de esos que a pesar del transcurso del tiempo permanecen en hibernación, agazapados como un felino en algún recóndito lugar del cerebro, prestos a saltar al frente en forma de recuerdos ante un estímulo sensorial preciso, como ya lo estableció Proust en A la Busca del Tiempo Perdido. Esto no quiere decir, sin embargo, que en esta narración no haya otros temas claves, como la muerte, la inocencia y la crueldad de la guerra, que si bien son temas universales, aquí, por la forma en que son tratados, hacen que esta obra pueda ser interpretada de diversas maneras por diferentes lectores, lo cual constituye uno de los sellos de calidad de toda buena novela. <br />
<br />
</span><br />
\<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2R2fTyZIqzA42YHBp5mwC9rTHEKL4x6oMhm_dlGidESrKt7YRP0kt1SPIbwPWoULF9C7qehqpPvWEYAvaEETA0Qj5pJuinf6Wma6lBg34xybplMjyfrXjTJctRoJuvXAbu0v3FyLq3Xs/s1600/soldados_ramon.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="177" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2R2fTyZIqzA42YHBp5mwC9rTHEKL4x6oMhm_dlGidESrKt7YRP0kt1SPIbwPWoULF9C7qehqpPvWEYAvaEETA0Qj5pJuinf6Wma6lBg34xybplMjyfrXjTJctRoJuvXAbu0v3FyLq3Xs/s400/soldados_ramon.jpg" /></a></div><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El Autor.- </span><span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">En esta novela, como en su novela anterior, El Día de Todos, Juan Carlos Mieses, quien además de su lengua materna habla otros idiomas, prueba que es un escritor riguroso y metódico que hace sus tareas y que los años que ha vivido en diversos países no han pasado en vano: demuestra tener un amplio marco de referencia conceptual y sus trabajos literarios rezuman mucha cultura y una gran experiencia de vida, lo que, para beneficio del lector, se traduce en frases y sentencias que aportan sabiduría y llaman a la reflexión, como muchas de las que nos ha legado Borges y como éstas (hay más) que hemos podido desgranar de Las Palomas de la Guerra: </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Un rito es aquello que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas”.</span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“No sin cierta perversidad hallaste, consolador estar allí, adormecido, anónimo, sin deseos ni proyectos. Tal vez la muerte era algo parecido: estar lejos de las cosas, lejos de aquí, de ahora; el sueño de una ciudad solitaria”.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“¿Cómo podía alguien morir cristianamente en el siglo 21 sin ser devorado por leones en una arena romana, sin ser quemado en una pira encendida por manos integristas, sin ser atravesado por las flechas de un nuevo Saladín frente a las murallas de Jerusalén o del Ozama?”.</span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Lo que puede detener el mar puede detener una bala”.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Nicolás tenía la expresión de un niño que pide una malteada”.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Y es que antes de escribir una obra Mieses se documenta bien: sé que para escribir El Día de Todos se pasó una temporada en Haití buscando información sobre hechos y lugares, y no da en sus obras ningún dato de la vida real del que no esté totalmente seguro después de hacer las investigaciones de lugar, como sucede con la mención en la novela aquí comentada del “cementerio de la Av. Tiradentes”, cuyo nombre algunos amigos de mi generación y yo habíamos olvidado que era el del actual cementerio de la Av. Máximo Gómez. </span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Estructura literaria.- La obra que nos ocupa no es lineal, por lo que hay que leerla con detenimiento y algunas veces se deben volver a leer algunos pasajes para no perder el hilo de la narración, pues el autor se sirve del contrapunto (simultaneidad de planos distintos que da lugar a un ir y venir del pasado al presente y viceversa) utilizando un punto de vista narrativo que pasa de la segunda persona, para hablarnos del presente, a la primera persona para contarnos lo que ocurrió en el pasado, y nos ofrece así un universo espacio-temporal rico en sucesos paralelos. </span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVrMtWKN7OKAra1i3cZ_t3CRF41T2Z3MHaVX5Ja6R283R5cF3tpVuC7Ui_n7EzMlC_eAxoBAXZGbIDnkquuJZLopERsNTdkWeKzXfWMyem9f5YcRO9TkJGo7BvFa_uCdR9Gmb_TF9MRfk/s1600/soldados_ramon.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="201" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVrMtWKN7OKAra1i3cZ_t3CRF41T2Z3MHaVX5Ja6R283R5cF3tpVuC7Ui_n7EzMlC_eAxoBAXZGbIDnkquuJZLopERsNTdkWeKzXfWMyem9f5YcRO9TkJGo7BvFa_uCdR9Gmb_TF9MRfk/s400/soldados_ramon.jpg" /></a></div><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">El Lenguaje.- La mención de flores, plantas y árboles tienen la virtud de ponerle un toque de alegría, de nostalgia o de distinción a toda narración, según el tema de la obra, el tono del autor y el estado de ánimo del lector, y si uno de ellos ha de ser el fin que se persigue entonces Juan Carlos maneja muy bien ese tipo de vocabulario. Recuerdo un lejano día en que me dijo que se había dedicado a identificar y conocer un amplio número de árboles, flores y plantas que poblaban los jardines y alrededores de su residencia y de la ciudad, por lo que no es rara la mención que él hace de los mismos, a saber, entre otras:</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“…observando cómo la silueta disminuía gradualmente tras los setos de bojos en la bordura del jardín”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Gaetano se había agazapado entre los geranios”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“La madrugada olía a azahar”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“En la verde maraña de cedros…”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“…más allá de la hilera de robles que delimitaba la llanura”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“…el rectángulo irregular de tierra donde crecían rosales, nardos, geranios y opacos helechos…”. </span><br />
<br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">Finalmente, Mieses hace, como debe ser, un uso comedido de términos no muy comunes, pero necesarios en el contexto literario y el lugar específico en que se encuentran, que ayudan a enriquecer y a ampliar el vocabulario. Veamos los siguientes ejemplos:</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“…los yodados relentes del Caribe”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“Simétricos rejones de sol perforaban las penumbras”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“El silencio se llenó de…bisbiseos de llantos infantiles”. </span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">“…el leve perfume del pecado que se escondía en las volutas del incienso”.</span><br />
<span style="background-color: white; font-family: Verdana, sans-serif;">En resumen, esta es una novela que ha de leerse sin prisa pero con pausas, para que pueda ser saboreada despacio, como una cálida bebida reconfortante en un país de fríos atardeceres de otoño. </span><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz8kMyFnZPqC9QUM3mWwaGW4sFVR2flyEYQES8sazsDr_RakLC-SnVRka_DXeX77ClWXbHtWgVDIBwSkqVJ5cjvOJHTqnkQJ-Wd33Visa9BDg2JKUdYQKeGqgBqhlUMS0RIfhBDlt_TQQ/s1600/raya_ramon.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="5" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz8kMyFnZPqC9QUM3mWwaGW4sFVR2flyEYQES8sazsDr_RakLC-SnVRka_DXeX77ClWXbHtWgVDIBwSkqVJ5cjvOJHTqnkQJ-Wd33Visa9BDg2JKUdYQKeGqgBqhlUMS0RIfhBDlt_TQQ/s400/raya_ramon.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-83564986920517390842011-03-28T09:20:00.000-07:002011-03-28T09:20:45.643-07:00SOBRE CRÍTICOS Y ESCRITORES<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvS0KfH87nVwJlVSLin4QXDm2odwVqH5B5z6HlBgHWt7lv5A_UpMfotkPgYa7BEYz3saWeh1wr2GQIvcTIvLV8qQpAW6UKE08w44OHDHsik3MQLYIFgwS8YHh612eRDazpzXTxNxtUmSI/s1600/critics.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvS0KfH87nVwJlVSLin4QXDm2odwVqH5B5z6HlBgHWt7lv5A_UpMfotkPgYa7BEYz3saWeh1wr2GQIvcTIvLV8qQpAW6UKE08w44OHDHsik3MQLYIFgwS8YHh612eRDazpzXTxNxtUmSI/s400/critics.jpg" width="436" /></a></div><br />
Entre los escritores y los críticos ha existido siempre una relación de guerra y de amores, si se me permite parafrasear a mi recordado amigo, el poeta Freddy Gatón Arce, y en este país a menudo más de guerra que de amores cuando se trata de críticos que no tienen inconvenientes en señalar sin tapujos y a veces con cierta grosera agresividad lo que consideran defectos, deficiencias, torpezas, incongruencias, contradicciones… o lo que ellos logren, crean o pretendan encontrar en los libros que leen. <br />
<br />
He oído decir que algunos escritores, con el libro al brazo y la pluma en ristre, han librado cruentas batallas contra uno que otro crítico a causa de algún comentario poco halagador del último hacia los primeros; batallas que no por ser verbales son menos hirientes y no por sustentarse en lo que el escritor considera una justificada indignación dejan de ser imprudentes. <br />
<br />
Creo que antes de que un escritor se lance a batallar contra un crítico, debe recordar que se trata de un lector privilegiado (en un sentido intelectual y erudito del término) que, primero, compra el libro (lo que implica ya una ganancia para el escritor); segundo, lo lee y probablemente lo relee o al menos repasa algunos párrafos que considera importantes (por lo que muestra respeto hacia el trabajo del escritor); tercero, toma la decisión de escribir sus comentarios en forma de artículo con el propósito de compartir sus ideas con los demás (por lo que contribuye a crear nuevos lectores para el libro del escritor) y cuarto, se toma la molestia de publicar el resultado de sus esfuerzos en un diario, un libro o en la Internet, contribuyendo así a aumentar, lo pretenda o no, la popularidad del escritor. <br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAgv4_FVpFGe4gdUO-75H4p4Z25Oy5vEjuFZfZsGr_J1bZ3tkcbnLD6q-5SYRga2ST80ZC63zl_slbAqPc_1s8tn0BYQWicL6s_6YmrVVzUrHHAU-kbal-aSUyG5tBXS61i-WKZFZlt3k/s1600/textos-criticos.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="127" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAgv4_FVpFGe4gdUO-75H4p4Z25Oy5vEjuFZfZsGr_J1bZ3tkcbnLD6q-5SYRga2ST80ZC63zl_slbAqPc_1s8tn0BYQWicL6s_6YmrVVzUrHHAU-kbal-aSUyG5tBXS61i-WKZFZlt3k/s400/textos-criticos.jpg" width="436" /></a></div><br />
Al final de esa cadena de acciones el escritor lee el artículo y se indigna porque el crítico ha señalado —ah, pero, ¡qué atrevimiento! —, lo que él considera los defectos de la obra o simplemente porque interpreta de una manera diferente el resultado del trabajo del escritor. Y aunque sea cierto que en ocasiones los análisis de estos mal amados críticos literarios estén embarrados de prejuicios, de incoherencias, o de alusiones de tipo personal tan injustas como impertinentes, no hay que olvidar que esos defectos no son exclusividad de los críticos y que los escritores son los primeros en cometerlos, la mayoría de las veces sin comedimiento ni pudor y a veces hasta con orgullo. <br />
<br />
Pensar, de parte de un escritor, que el crítico es el enemigo por el simple hecho de ser severo, atrevido, jactancioso, vanidoso, injusto, estúpido o despiadado en sus análisis, es un grave error. Así como constituye una actitud infantil indignarse ante una crítica negativa sin tener en cuenta las acciones anteriores del crítico; acciones enumeradas más arriba, todas, en cierto modo lisonjeras para el escritor y suficientes para que independientemente del carácter negativo o no de la crítica éste se sienta complacido. <br />
<br />
Los peores enemigos de la literatura en nuestra sociedad no son, de ninguna manera, los críticos literarios, sino más bien la indiferencia general y esa malsana tendencia, reinante en estos tiempos de mansedumbre, que consiste a no indignarse ante nada y en no dejarse provocar por el espíritu iconoclasta de la creatividad literaria y a veces de la misma crítica, y como aceptarlo todo equivale a no reconocerle valor a nada, creo que debemos temerle más a esa placidez provinciana tan común en el mundo de nuestras Letras que a cualquier comentario cáustico, aunque nos parezca injusto, absurdo, insultante, tonto o irrelevante de la parte de algún crítico. <br />
<br />
Hay que tener presente que un crítico que se muestra siempre complaciente no hace más que traicionar su oficio y hacerle un flaco servicio a la literatura, y aunque nuestra vanidad —ese defecto que tanto los autores y los críticos cultivamos con delicado esmero— se sienta complacida ante el elogio, un escritor que no soporta la crítica negativa debería reconsiderar la posibilidad de no publicar sus obras.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHdjq2_zwy9__uNHAyMYaR9rPmJygXWLkb8LyjrVrQmogfYinRWqCRZbILub4RUDo6NWsMXvdhDDS70cCf9it0Ywk59A-13qfVn-qBXJWYhQHWwKog04RPq2H_N8WnIH6wVLOjG6JxEgM/s1600/tiraF_90.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="5" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHdjq2_zwy9__uNHAyMYaR9rPmJygXWLkb8LyjrVrQmogfYinRWqCRZbILub4RUDo6NWsMXvdhDDS70cCf9it0Ywk59A-13qfVn-qBXJWYhQHWwKog04RPq2H_N8WnIH6wVLOjG6JxEgM/s400/tiraF_90.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-31817626247654704222011-03-13T16:13:00.000-07:002011-03-14T08:38:14.022-07:00La Cruz y el Cetro<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgDHKoYT1CZrP118pFevs6y0z5GU35O8_oTH7XTeqIUCSBun4AZRWoRQ76qCasZjYBMEseFcgb6_YCZJ-934Gb7LNUUoyHxgILMMmVnndpHzA4HUAWr5Z6a_3UMuTzdBtAmhbyaPHQPb8/s1600/Fray-Vicente-O.P..jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="472" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgDHKoYT1CZrP118pFevs6y0z5GU35O8_oTH7XTeqIUCSBun4AZRWoRQ76qCasZjYBMEseFcgb6_YCZJ-934Gb7LNUUoyHxgILMMmVnndpHzA4HUAWr5Z6a_3UMuTzdBtAmhbyaPHQPb8/s400/Fray-Vicente-O.P..jpg" width="436" /></a></div><br />
<i>Por <b><span style="color: #990000;">Fray Vicente Rubio,O.P</span>., </b>para la primera edición del drama histórico “<span style="color: #351c75;"><strong>La cruz y el cetro</strong></span>.” </i><br />
(<a href="http://www.amazon.com/Cetro-muerte-Anacaona-Spanish-ebook/dp/B004RYWM2E/ref=sr_1_1?ie=UTF8&m=AG56TWVU5XWC2&s=books&qid=1300057845&sr=1-1">Vea la nueva edición digital, en Amazon.com</a>) <br />
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Si exceptuamos al Descubridor del Nuevo Mundo, pocos personajes de la primera mitad del siglo XVI en nuestro pasado colonial, atraen y fascinan tanto como Frey Nicolás de Ovando, gobernador de La Española (1502-1509). Comendador de Lares posteriormente Comendador Mayor de Alcántara, junto a la nobleza de su sangre puso la forja de un recio carácter curtido en la observancia fiel de su Orden Militar de Alcántara. Hombre dinámico por temperamento, hermanaba su activismo con su espíritu de oración. Poco o nada comunicativo y expansivo, sabía disimular los fallos humanos que en otros veía hasta el momento en que, con seño severo, los corregía sin contemplaciones. Hasta tenía el arte, más renacentista que medieval, de envolver las vejaciones y las humillaciones con las que zahería a la persona que no le caía bien, con la frase más cortés o con la sonrisa más displicente. Inflexible en sus resoluciones, nada ni nadie le apartaba de su decisión. <br />
<br />
Entre los colonos de La Española hizo una obra de gobierno brillante. A él se le debe la organización político-administrativa de la isla. Funda entre nosotros nuevas poblaciones y manda enlazarlas con una elemental red de caminos. Traslada la villa de Santo Domingo desde la margen oriental a la occidental del Ozama, construye la primera Fortaleza y el primer Hospital del Nuevo Mundo (29 de noviembre de 1503), a la vez que favorece las edificaciones privadas con material firme. Ordena que se explore el interior de La Española de modo total y minucioso, que se averigüe la insalubridad de Cuba o que se inicie la penetración en la hermana isla de San Juan de Puerto Rico. <br />
<br />
Pero también a Ovando se le debe el oprobioso sistema de repartimientos de indios en encomienda, regulado por las normas regias de 1503, y las guerras de Higüey contra los taínos alzados o la terrible campaña de Jaragua, que dio como resultado la espantosa hecatombe que todos conocemos por el relato de Fray Bartolomé de las Casas. Esta acción pacificadora supo llevarla Frey Nicolás a sangre y fuego, tanto en su frente central –el propio poblado indígena de Jaragua-, como en los alejados extremos de Guahaba y Aniguayagua, puntos éstos de acción bélica que él confiera a sus capitanes, Diego Velázquez y Rodrigo Mejía Trillo.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiI9i7mIEutH4shIQzdI8WGhFHphDjrhBb_0dgQ-oMOaCjT_cNrmzjOsilGBZosJGotjb1m28Rm7IyGD-YRnEZS325-uX7l6D18ioBdXTd6WC8MrXpTfOP7p-eEpLXtP_cN05K1GZGe4bc/s1600/Portada_Kindle.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="358" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiI9i7mIEutH4shIQzdI8WGhFHphDjrhBb_0dgQ-oMOaCjT_cNrmzjOsilGBZosJGotjb1m28Rm7IyGD-YRnEZS325-uX7l6D18ioBdXTd6WC8MrXpTfOP7p-eEpLXtP_cN05K1GZGe4bc/s400/Portada_Kindle.jpg" width="436" /></a></div><br />
<br />
Sin embargo, tres años después de iniciar aquí su gestión administrativa, Ovando ya estaba cansado de gobernar La Española y pidió al soberano hispánico que le relevara del cargo, cosa a lo cual el monarca no accedió. Frey Nicolás salió incluso endeudado del territorio que había gobernado por Sus Altezas, los muy poderosos reyes de Castilla y Aragón. <br />
<br />
La obra tiene solamente dos actos. Transcurre el primero en la villa de Santo Domingo y el segundo en los campos y en el poblado de Jaragua. Juan Carlos Mieses, en esta obra primera suya destinada al teatro, manifiesta dotes, altura, calidad y “nervio” para el arte del escenario, siempre difícil. Creo que su creación del Nicolás de Ovando de La Cruz y el Cetro se ajusta perfectamente a la realidad. En él se ve al gobernador esclavo de la razón de Estado. Por esto, ¡qué certera la frase: “siempre hay espadas en la historia de la historia”! Desdichadamente, hasta nuestros mismos días lo vemos y lo palpamos. O el grito que al propio Frey Nicolás se le escapa: “!Qué grande es la soledad a la que nos condena el gobernar a otros!”.<br />
<br />
La conversación que consigo mismo tiene Ovando antes de dar la señal que dio a su hueste para iniciar la matanza de Jaragua, resulta impresionante. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3bqcHXnbsI3LPFrZLdGZeVylsAujpdmB4YeZZt-OMsEYcnYEjwErFsNYbX4CPhkCvtbt7-QtfCP4RPIOddiKOOdwh-bw_2G20dL5oF8KYXEJUrCfbeHq6rXy9lv1z0FhST8SaOLzq0oo/s1600/Cruz_Dominica.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3bqcHXnbsI3LPFrZLdGZeVylsAujpdmB4YeZZt-OMsEYcnYEjwErFsNYbX4CPhkCvtbt7-QtfCP4RPIOddiKOOdwh-bw_2G20dL5oF8KYXEJUrCfbeHq6rXy9lv1z0FhST8SaOLzq0oo/s400/Cruz_Dominica.jpg" width="436" /></a></div><br />
<br />
Frente a Ovando está el ambiente de los nativos de La Española. El mundo taíno que Mieses nos presenta con Anacaona, la cacique de Jaragua, Guaroa, Guarién, etc., queda elevado por él a la categoría de un puro símbolo del destino que aguarda a las razas aborígenes de las Indias Occidentales. Al lado de la majestuosa Anacaona, siempre crédula, digna y noble –es la versión de Las Casas en contra de la de Gonzalo Fernández de Oviedo-, se halla Guarién, agudo e intuitivo; el sentencioso, osado y valiente Guaroa, signo de la resistencia indígena ante la conquista; o el anciano Behíque, brujo y adivino, que sabe penetrar a fondo en las distintas situaciones que sus ojos van contemplando para trazar pautas de comportamiento a sus congéneres. Tipos ellos son de tantas figuras indígenas, las cuales tuvieron diversa incidencia en el enfrentamiento de dos mundos. <br />
<br />
Con tanta razón exclama unos de esos aborígenes de La Española: “¡La misión de un castellano duele siempre a los taínos”!. Otro, por ejemplo, prorrumpe en esta expresión que se debió escuchar más de una vez en la altiplanicie de Anhauac o entre los riscos nevados de los Andes: “Tal vez nuestro mundo ya murió y no nos hemos dado cuenta”, que encierra como un apretado manojo, innumerables sentimientos de importancia, frustración y contenida rabia que debieron sacudir las fibras más sensibles del alma indígena ante la superioridad del armamento y de los bélicos recursos que traía el invasor. Es interesante leer y releer, por eso, lo que dice Anacaona, próxima ya a ser ejecutada, al propio Ovando, y más aún lo que ella misma declara acerca del factor que, en verdad, ha vencido a la raza taína. Eso es, por desgracia, Tan efectivo como ayer. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwSKvDp0Sya0owadTzEyZBer-IUXbY673EGSmk-MvadiQiypIhJggFsqq4vv8aEUvOsnGft-_ya1S-fpMxt2GByKcV8apQYlgMiTekxdMKEgAqkHX24IKiQ33IZ9hCTAmfGsk9u-DtNtE/s1600/tira617.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="5" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjwSKvDp0Sya0owadTzEyZBer-IUXbY673EGSmk-MvadiQiypIhJggFsqq4vv8aEUvOsnGft-_ya1S-fpMxt2GByKcV8apQYlgMiTekxdMKEgAqkHX24IKiQ33IZ9hCTAmfGsk9u-DtNtE/s400/tira617.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-49894846199350301412011-03-08T07:35:00.000-08:002011-03-08T07:35:29.078-08:00Las palomas de la guerra: una novela antiépica<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh06p5Hm7OVnVVUijCEh5Csc3-qFNi35L6krJSMbfAh-26IDDv1klM-6kGhLQNvf4J1VcU1S47hJ8gb4MHg_tlwLAc7e-MKAWjV7mHvjRfLBapzFAlX7fwKDWwnz2iEAVxu5ycfVry8a-E/s1600/Cuadro1.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh06p5Hm7OVnVVUijCEh5Csc3-qFNi35L6krJSMbfAh-26IDDv1klM-6kGhLQNvf4J1VcU1S47hJ8gb4MHg_tlwLAc7e-MKAWjV7mHvjRfLBapzFAlX7fwKDWwnz2iEAVxu5ycfVry8a-E/s400/Cuadro1.jpg" width="436" /></a></div><br />
<strong><span style="color: #990000;">Por Miguel Ángel Fornerín</span></strong><br />
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Esta novela de Juan Carlos Mieses se destaca, en primer lugar, por la calidad de su prosa de talante poético; un lenguaje seductor que conquista por la belleza de sus imágenes; la exposición que deja ver a todas luces a un escritor de oficio; el estilo que, aunque es poético, no deja de comunicar aquello que la poesía desvía de nuestra atención. <br />
<br />
Valga también notar el dominio técnico que se nos presenta en una narración en segunda persona en la que el narrador y el protagonista realizan la diégesis como testigos de un tiempo ido, que busca ser rescatado por la memoria. La técnica de la segunda persona hace que ésta, como narradora, también convierta al protagonista en el narratario; personaje junto al que narra, testigo de los acontecimientos. Es importante establecer de entrada que esta novela no es ni una crónica de la guerra ni una mirada tradicional al acontecimiento abrileño. <br />
<br />
Todo lo contrario, los acontecimientos históricos aparecen como una atmósfera, en la que respiran los personajes. Atmósfera en la que predominan la violencia y la muerte. Es aquí la organización de un cosmos que depende mucho de la perspectiva, de una manera de ver los acontecimientos, de sentirlos. Y en él también se manifiesta el rescate del pasado, sin el dramatismo que el relato heroico deslíe. De hecho, no existe en esta obra la intención de recuperar la heroicidad de otros tiempos; se dedica a ver la guerra con su lado inhumano, su violentar el espacio, el silencio a través de las palomas de la guerra. <br />
<br />
Es este un sentido nuevo que marca esta obra de Juan Carlos Mieses. Es una especie de antiépica. Como lo nuestra el personaje del Zurdo que parece un ladrón de barrio que se mete a combatiente. Deja en pinceladas la resistencia como cosa de tígueres que no tenían una idea más allá que la de sobrevivir a una situación dada. <br />
<br />
En esta novela, nunca los personajes lograr trascender su vida cotidiana. La relación amorosa aparece como el símbolo de la pureza violada por los marines; pero entre los personajes de clase media y el estado de cosas, poco a poco, se da una empatía. No son las tropas las que violan el espacio y el silencio, más bien, son los poderes de la policía de los nuestros los que ejercen la fuerza, la violencia y la muerte. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU-UPeixdFeGK9JT036W3iSxCntRQyaLwE2MQuwUbxkLuvangGD8b905t6dV_gQX07HPqy9K7a8aV7pvWMdPJtdAPBHAN6KKaoReUig-YochDjdmOnu9aKKfFfn6PUYlL4S7-FsOE0lMY/s1600/Cuadro2.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjU-UPeixdFeGK9JT036W3iSxCntRQyaLwE2MQuwUbxkLuvangGD8b905t6dV_gQX07HPqy9K7a8aV7pvWMdPJtdAPBHAN6KKaoReUig-YochDjdmOnu9aKKfFfn6PUYlL4S7-FsOE0lMY/s400/Cuadro2.jpg" width="436" /></a></div><br />
Esta nueva perspectiva de la guerra, vista desde la derecha de una clase que no intenta cambiar el estado de cosas y que busca preservar el orden establecido, sólo conmovido por la guerra como el elemento contradictor o desestabilizador, es interesante porque postula que no hay un único sentido de los acontecimientos abrileños; sino muchos. Sentidos que han quedado opacados por la hipérbole de los héroes, por la recuperación épica de la literatura del sesenta y setenta. Este es el horizonte que abre a nuestro entendimiento esa obra del poeta y dramaturgo Juan Carlos Mieses. <br />
<br />
Dos elementos más me permito apuntar. El primero tiene que ver con la forma encuadrada de la obra en una estructura en abismo. El relato bíblico que inicia el texto y que al final parece desleído por la memoria narrada. Esta técnica lleva a la obra a una forma de parábola que se extiende desde el principio hasta el final. Es una metáfora reiterada en la que el hombre parece una alegoría continuada desde el mito judeocristiano hasta nuestros días. Pienso que es una influencia de la literatura, sobre todo, del teatro de los sesenta. El hombre adquiere en el Ahora un único sentido original, marcado por el relato bíblico. El hombre es aquí el ser vanguardista, puesto de frente a su propia existencia, que es única. El segundo asunto, que depende del anterior, es que ese hombre está más allá del tiempo. Podríamos decir que tiene un solo tiempo en el que vive desde su origen hasta un hoy poco ha cambiado. Además, la recuperación del tiempo por la memoria; el hombre que llega y encuentra su espacio transformado por el tiempo, es un único hombre, es él mismo; no puede ser distinto por el hecho de vivir en una situación social, económica y política distinta; es el hombre originario, el vanguardista. <br />
<br />
Esta manera de ver la humanidad contrasta con el hombre histórico. Es un existencialismo cristiano y un determinismo que juega a conferir a los tiempos del hombre en un único tiempo. Por lo tanto, el sujeto no puede desarrollar una acción en contra de lo que ve y de lo que le amarra socialmente. Él está ahí, dado por el tiempo mítico, el judeocristiano. Está abierto a una existencia cerrada por el mito. Es ahí la clave del pensamiento anitiépico que podemos encontrar en las simbolizaciones de esta obra. El personaje se indigna, no por la violación del territorio, la patria, o la pérdida de la nacionalidad; está más que todo furioso por la pérdida humana, el sentido es existencial: ver como la violencia destruye lo humano y lo transforma en nada, en la muerte. <br />
<br />
El planteamiento de un hombre genérico dado y conformado por el mito; la falta de acción del sujeto, o sus vacilaciones, nos muestran que el tiempo recuperado por la memoria del viajero, que el tiempo ido y sólo atrapado por la memoria y la mímesis, entre el mundo vivido y el mundo reencontrado, no plantea una visión historicista, sino su propia negación. La antiépica de Juan Carlos Mieses proviene de una mirada cristiana de ver el hombre dentro de su propio origen; sólo puede sentir el ambiente de terror y muerte. Al final se encontrará con su destino mítico y no en la algarabía del triunfo, de la realización de sus deseos en la tierra. <br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1L138_QJi0HkzbaoHOQSKW4JrXhiI1LI3WHvG3VoDQ2-H0baaBgdaoIlAUkWb5UPCksKejjtMTfvmRIhfIUsT_cucsKRQRDc0g1Gh6eImu0M6OuRCNNHRDxEY8dCFmdgHlrFuAa3AWDk/s1600/Cuadro3.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1L138_QJi0HkzbaoHOQSKW4JrXhiI1LI3WHvG3VoDQ2-H0baaBgdaoIlAUkWb5UPCksKejjtMTfvmRIhfIUsT_cucsKRQRDc0g1Gh6eImu0M6OuRCNNHRDxEY8dCFmdgHlrFuAa3AWDk/s400/Cuadro3.jpg" width="436" /></a></div><br />
La novia de protagonista, como la mujer de Lot, está detenida como si fuera una estatua de sal; y permite reencontrar una imagen que sólo podríamos llevar al símbolo de la patria, como una idea contraria a la memoria: si miras hacia atrás sólo podrás petrificarte en el pasado. Pero aunque la novia parece el símbolo de la pureza violada por la intervención, lo cierto es que la obra tiende más a ese hombre dado por el mito, sin historia y contra la historia. A velar un tiempo detenido, clausurado. <br />
<br />
En fin, Las palomas de la guerra es una obra fuera de lo común, por su escritura poética; por las técnicas narrativas bien empleadas (juego entre el narrador y las voces), el planteamiento de una historia encuadrada en otra historia, la intertextualidad, no sólo bíblica sino la que se establece con la oralidad; la descripción de la atmósfera de la guerra, la ciudad sitiada; la recuperación del tiempo y el discurso antiépico que plantea otra forma de mirar y repensar el pasado reciente dominicano. <br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzGRTc-V1cp-_iXgjxtTMHQ-Y_4RMaMtKgJmAxo0vwRqBPA4o-NB7zNd24tu-Cp8slbmJPkL_yDy8uI59D4HQgUb0wRRcLsMNThXp03A1dSNkN1BnQ1e3fIFUtR6SA4yGMTqnzWxzVxKQ/s1600/tira617.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="5" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhzGRTc-V1cp-_iXgjxtTMHQ-Y_4RMaMtKgJmAxo0vwRqBPA4o-NB7zNd24tu-Cp8slbmJPkL_yDy8uI59D4HQgUb0wRRcLsMNThXp03A1dSNkN1BnQ1e3fIFUtR6SA4yGMTqnzWxzVxKQ/s400/tira617.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-72623157428673536442011-02-26T14:48:00.000-08:002011-02-26T14:48:26.624-08:00Pedro Conde Sturla y "Las palomas de la guerra"<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFshlUdefYv1X4IcrhgjdiHzeDQkMIgUHF5lQZPsoIdxhYAVZszj3klJxGdxZyE1VgaYGTSUaqhFhByanIB1IWiXFb65p2T2kB5sTZwL_NXtj3O4AbNzDEteljNUcEXpE0vuYrFs2UBLI/s1600/soldados-copy.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="317" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFshlUdefYv1X4IcrhgjdiHzeDQkMIgUHF5lQZPsoIdxhYAVZszj3klJxGdxZyE1VgaYGTSUaqhFhByanIB1IWiXFb65p2T2kB5sTZwL_NXtj3O4AbNzDEteljNUcEXpE0vuYrFs2UBLI/s400/soldados-copy.jpg" width="436" /></a></div><br />
<span style="background-color: white; color: #0b5394;"><strong>Por Pedro Conde Sturla</strong></span><br />
<i><span style="color: #0b5394; font-size: x-small;">(El Caribe, el 26 de febrero del 2011)</span></i><br />
<br />
<i> </i>“Las palomas de la guerra”, de Juan Carlos Mieses, no es una novela sobre la guerra de abril, es una novela sobre la memoria de la guerra que conserva un personaje que no ha vuelto en cuarenta años al lugar de los hechos.<br />
<br />
En ese ambiente memorial, memorable y memorífico se produce el choque entre el recuerdo y la realidad, la gran aventura interior -casi onírica- del protagonista que a su regreso se pregunta por el significado, la utilidad e inutilidad de una historia que le tocó vivir de cerca. E incluso por el sentido de su propio regreso. <br />
<br />
Todo permanece flotando en una marea de incertidumbre y nada parece quedar claro para el protagonista porque “sólo en el recuerdo las cosas no cambiaban”, y la única salvación posible es no volver la vista atrás -como la mujer de Lot- para no quedar convertido en estatua de sal en el camino de Zoar.<br />
<br />
La guerra, las palomas de la guerra, son a mi juicio un mero pretexto de Juan Carlos Mieses para filosofar, para encontrar, como Boecio, consolación en la filosofía. Cualquier otro ambiente le habría sido propicio para contar su historia.<br />
<br />
Giovanni di Pietro, un crítico hegemónico, de tipo infalible, como Diógenes Céspedes, lee mal y escribe peor, como de costumbre, y basa su análisis del texto, de todos los textos que analiza, haciendo una lectura, una descripción lineal, cuenta el libro que ya contó el autor con mayor gracia y nunca precipita sus intuiciones críticas, si acaso alguna vez las ha tenido. <br />
El talentoso Giovanni di Prieto, según se dice, aprendió a saludar con la mano derecha a los diez años de edad, toda una proeza intelectual.<br />
<br />
La lectura del libro, que remite a una especie de sociología elemental, lo lleva a realizar un descubrimiento asombroso que a su juicio parece ser el tema central de la novela: “La Guerra de abril no fue lo que ahora se celebra, algo exacto en su sentido, sino un período de mucha confusión, una guerra civil en que ninguno de los dos bandos tenía el monopolio de la nobleza y los grandes ideales.”<br />
<br />
Quizás los invasores yanquis, a juicio de Giovanni di Prieto, tenían ese monopolio de la nobleza y los que resistíamos en la gloriosa Ciudad Colonial no éramos más que una partida de crápulas, amén de comunistas ateos y disociadores, como en mi caso. <br />
<br />
Nada más me interesa comentar por el momento. Simplemente voy a mostrar al escritor Juan Carlos Mieses en pleno ejercicio simbólico y poético de una prosa que en ciertos pasajes da envidia porque es la prosa de un narrador y un poeta que no tiene desperdicio. PCS].<br />
<br />
<span style="color: #0b5394;">DETRÁS DEL AIRE </span><br />
<span style="color: #0b5394;">(fragmento)</span><br />
<br />
Por encima del bosquecillo de cedros, al otro lado del arroyo, sobresalía el techo de una pequeña iglesia, y tal vez porque necesitaba aferrarme a algo para no caer en el abismo, la blanca visión de la cruz en el tope del afilado campanario -del mismo blanco que las quietas y lejanas nubes en el horizonte, que los cúmulos de nieve amontonados al pie de los árboles- se convirtió en un símbolo de salvación, no contra los peligros de un infierno que nunca supe imaginar, sino contra la tenacidad de unos recuerdos que se negaban a morir.<br />
<br />
Habías pasado cuarenta años en un exilio tan innecesario como absurdo y ese día, en un arrebato de primavera, sin entender del todo las razones decidiste enfrentar el pasado en su propio terreno, en esa isla del Caribe donde pasaban tus sueños, donde aguardaban tus demonios. Pero tal vez no importaban las razones.<br />
Elisa estaba muerta.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz8pYsRmj01uEGOK1l4zHHrYnrLNpPKivozoD0wV8B8YBGdkr7ko0hIBIC9keZUupfIVzW98da6wzP1gB1SeJwNJAsU0GzIZPsHXb1FLH6RxcMB4NMMoSRpJrZ6BPgYEPNRaB2Zlj2pCI/s1600/palomas.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="231" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhz8pYsRmj01uEGOK1l4zHHrYnrLNpPKivozoD0wV8B8YBGdkr7ko0hIBIC9keZUupfIVzW98da6wzP1gB1SeJwNJAsU0GzIZPsHXb1FLH6RxcMB4NMMoSRpJrZ6BPgYEPNRaB2Zlj2pCI/s400/palomas.jpg" width="436" /></a></div><br />
<span style="color: #0b5394;">DOS</span><br />
<br />
Te dejaste arrullar por la nostalgia.<br />
Vo1viste a tu ciudad natal como un triste viajero del tiempo sin sospechar que solo en el recuerdo las cosas no cambiaban, que únicamente en la añoranza era inmutable 1a continuidad del pasado, y por eso, en medio del añejo coro de voces que se elevaba hacia los cielos como un orfeón de ángeles caídos, pensabas en aquella mujer consumida por la imprudencia en el umbral de la salvación, en el remoto camino de Zoar.<br />
<br />
<em>Desgarró la noche serena</em><br />
<em>La sirena de la libertad...</em><br />
<br />
Hubieras podido evitar aquella celada del pasado. El primer día, mientras esperabas el alba en el balcón del hotel como un incierto capitán en su castillo de proa, el paisaje te había mostrado sus máscaras. El parque inmenso, los altos edificios, las oscurecidas copas de los árboles, la hermosa torre iluminada que parecía soñar con alcázares y el horizonte que desteñía sin prisas un cielo azul violeta, escondían detrás de sus transformaciones, de sus torres y de sus arboledas los exactos dominios de tu adolescencia: el antiguo aeropuerto General Andrews. La misma llanura en donde en una idéntica madrugada, cuarenta años atrás, te habías echado de espaldas a escuchar como el viento arrastraba rugidos de aviones fantasmas...<br />
<br />
<br />
<span style="color: #0b5394;">UNA CANCIÓN DESESPERADA </span><br />
<span style="color: #0b5394;">(fragmento)</span><br />
<br />
L as mismas palabras, sobrevivientes de aquellos días tan claros y tan confusos, los mismos ecos de aquellas voces lejanas revoloteaban en la incierta fortaleza de Santo Domingo de Guzmán en donde te había arrastrado la añoranza, y tú, callado para siempre, con la perfecta excusa tallada en la garganta, con tu silencio y tus reminiscencias de desesperanza y de cobardía, creíste despertar de un largo sueño.<br />
<br />
Pero no era un sueño. La calle Charles Piet, en la parte alta de la ciudad, seguía siendo una ancha vereda que cortaba diagonalmente las manzanas; hacia el norte, una sinuosa cicatriz de asfalto que atravesaba las cuadras rompiéndolas en pedazos y al final se transformaba aún en un callejón, desgastándose entre patios, cuarterías y matorrales.<br />
<br />
<em>Pregonando su gloria inmortal</em><br />
<br />
Y tú, que habías vuelto a la ciudad natal como un triste viajero del tiempo, sin sospechar que solo en el recuerdo las cosas no cambiaban, que únicamente en la añoranza era inmutable la continuidad del pasado; tú, que habías venido a recuperar tu memoria y habías tropezado con una ilusión, con un juego de luces y de sombras, por primera vez en cuarenta años, lloraste.<br />
<br />
Lloraste sin pudor, sin remilgos, sin comedimientos. Dejaste que las lágrimas fluyeran libremente de tus ojos, que inundaran tus mejillas y tus labios hasta sentir que se licuaba la sal en la que se había convertido tu alma, y pensaste de nuevo en aquella mujer consumida por la imprudencia en el umbral de la salvación. La imaginaste llorando como tú, liberándose de los salados cristales del castigo divino, caminando hacia el oasis, hacia la vida, en el remoto camino de Zoar. <a href="mailto:pericopepe@live.com">pericopepe@live.com</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieKG3tRvX9-SjdqapBvNE8t9Zbs1CBsoL2IFtKwvGOf-_xvHcheSmzLcztdrEn7ppLmltpYImxg7dnru5869QOdYqDCo-GiBw0z7BLr4oy3SdastczouLE3-OUOnJVJWUHysukiQsIa1E/s1600/tiraF_T.jpg" imageanchor="1"><img border="0" height="5" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEieKG3tRvX9-SjdqapBvNE8t9Zbs1CBsoL2IFtKwvGOf-_xvHcheSmzLcztdrEn7ppLmltpYImxg7dnru5869QOdYqDCo-GiBw0z7BLr4oy3SdastczouLE3-OUOnJVJWUHysukiQsIa1E/s400/tiraF_T.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-12369782722281595282011-02-23T11:03:00.000-08:002011-02-23T11:03:10.250-08:00Un camino de regreso al pasado<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzLV7-zfSJyxfWiK1coNuOOWD-4caw9maWWi6D_n6gm9dH6ETBmXKo20gArrZcfJ7IL64SeLbhMROZZBlpQfKhWPcLz7rvBdKr_SkPPEuiy9l2a24zjlNlcXiOh5R8oRS3QlbIzLVcAes/s1600/Grafico+superior+azul+azul.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="325" width="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzLV7-zfSJyxfWiK1coNuOOWD-4caw9maWWi6D_n6gm9dH6ETBmXKo20gArrZcfJ7IL64SeLbhMROZZBlpQfKhWPcLz7rvBdKr_SkPPEuiy9l2a24zjlNlcXiOh5R8oRS3QlbIzLVcAes/s400/Grafico+superior+azul+azul.jpg" /></a></div><br />
Por Francisco R. García Pérez<br />
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Es una novela que trata sobre la nostalgia del pasado y el doloroso tributo de pesar que hay que pagar en la vida cuantas veces uno se dispone a regresar al punto de partida. Doloroso porque “sólo en el recuerdo las cosas no cambiaban”, como dice el narrador reminiscente, y vuelve a subrayarlo al confesar: <br />
<br />
“Habías pasado cuarenta años en un exilio tan innecesario como absurdo y ese día, en un arrebato de primavera, sin entender del todo las razones decidiste enfrentar el pasado en su propio terreno, en esa isla del Caribe donde pasaban tus sueños, donde aguardaban tus demonios”.<br />
<br />
Tras esos cuarenta años el protagonista del relato se habría de reencontrar con el amor irrecuperable por la muerte de Elisa Santillán y con sus recuerdos de la revolución del 24 de abril de 1965. La una y los otros perdurarían solamente en su memoria. Igual que en la Comala de Pedro Páramo, asistiremos al relato de una persona que quiso cerrar su círculo vital tomando el camino de regreso a su pasado.<br />
<br />
Para todos los dominicanos que vivimos una parte emocionalmente significativa de nuestras vidas en la segunda mitad del Siglo XX, en Las palomas de la guerra, tendremos la oportunidad de saldar cuentas con esa parte de nuestro pasado que fue la revolución de abril de 1965.<br />
<br />
La narrativa dominicana de la segunda mitad del Siglo XX encontró en la novela histórica su modalidad más socorrida. De abril en delante de Marcio Veloz Maggiolo (1975); Cuando amaban las tierras comuneras de Pedro Mir (1978); Sólo cenizas hallarás de Pedro Vergés (1980); Las devastaciones de Carlos Esteban Deive (1979), hasta llegar a las más recientes producciones de Doy Gautier o José Enrique García son ejemplos de esta afirmación.<br />
<br />
Personalmente, creo que la diferencia más clara en la forma de tratar el tema en Las palomas de la guerra y estas otras novelas históricas dominicanas consiste en que, Juan Carlos Mieses, en lugar de interesarse en la reconstrucción puntual del episodio histórico tratado, opta más bien por un acercamiento psicológico a este, en la medida en que las emociones y los sentimientos de los personajes como serían la nostalgia del pasado o los estremecimientos interiores que el reencuentro con el ayer nos trae, pasan a un primer plano dejando lo anecdótico del relato como su telón de fondo.<br />
<br />
Los porqués de mi agrado de las palomas de la guerra los argumentaré siguiendo la respuesta de Ernesto Sábato a la entrevista que precede su libro de ensayos “El escritor y sus fantasmas”. Me gustó sobremanera la calidad del testimonio de los hechos históricos narrados que asume el autor, no solo porque la doble apertura que supone la novela ante el mundo que nos rodea desde el enfoque de la realidad y el de la ficción nos permite conocer mejor las cosas, sino que también el particular ángulo de la nostalgia que agrega a su relato enriquece más su conocimiento e introduce otro elemento que profundiza aún más lo planteado por Sábato.<br />
<br />
Mi segunda razón para haberme gustado tanto Las palomas de la guerra deriva de la cita de Maurice Nadeau con la que Sábato define a una gran novela. Se trata, en su opinión, de aquella que transforma al escritor al hacerla y al lector al leerla. Ni Juan Carlos Mieses será el mismo después de Las palomas de la guerra ni tampoco ninguno de nosotros.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzHUPGL9d6zY91ZfmtmniPFxBxaXPBjcdFhMNQtJG9WC5b__CJuAzkxbYb-7jpOrHecI2_vmaQws1Za8GjVpjCxhlWT7Hig6gH9DyWU4mf0kfshde1TiI67HpD_LacPYhIOnYgVe0m1ow/s1600/final.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="6" width="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzHUPGL9d6zY91ZfmtmniPFxBxaXPBjcdFhMNQtJG9WC5b__CJuAzkxbYb-7jpOrHecI2_vmaQws1Za8GjVpjCxhlWT7Hig6gH9DyWU4mf0kfshde1TiI67HpD_LacPYhIOnYgVe0m1ow/s400/final.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-46300708842280018712011-02-08T05:31:00.000-08:002011-02-08T05:31:52.291-08:00Las palomas de la paz<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDC4AjC0NkTQYQ0ect1MQ99SFiIyIBrBH2IAvinje1iEOG3cNkgU7KfdSVSVn0f7Ma-vkNDaEqNV_X0nexxnv0rPEJ_cXg1taEVytd761U6FXktxiQpK72tHxhNsRJqb7Q3Ow-44nyyz8/s1600/guerra436.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="293" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDC4AjC0NkTQYQ0ect1MQ99SFiIyIBrBH2IAvinje1iEOG3cNkgU7KfdSVSVn0f7Ma-vkNDaEqNV_X0nexxnv0rPEJ_cXg1taEVytd761U6FXktxiQpK72tHxhNsRJqb7Q3Ow-44nyyz8/s400/guerra436.jpg" /></a></div><br />
<b><i>Una crítica de Giovanni Di Pietro<br />
</i></b><br />
Esta segunda novela de Mieses va a producir bastante roncha en mucha gente. En la superficie, se trata de la historia de un amor de adolescente que no se materializa; pero, lo que más impacta es la imagen de la Guerra de Abril que aparece en sus páginas. <br />
<br />
Como todo el mundo sabe, esta guerra es un hito importante en la historia reciente dominicana. A tal punto que se ha hecho de ella una verdadera epopeya heroica, vista casi al mismo nivel que la gesta de la Independencia. Lo que ocurre es que Mieses se permite el lujo de cuestionar esa imagen hagiográfica y hacerlo de una forma demasiado fuerte para el agrado de ciertos sectores patrióticos, los cuales seguramente se van a sentir molestos y ofendidos.<br />
<br />
Redimensionar este evento en la novelística nacional no es nada nuevo. Es un proceso que se ha ido registrando por bastante tiempo ya. Sus primeros rastros se encuentran en la novela de Guillermo Piña-Contreras, Fantasma de una lejana fantasía (1995). En esa novela, el autor cuestionaba la imagen heroica que se había creado del guerrillero constitucionalista. En vez de aparecer, como de costumbre, como una figura estreñida y sin tacha, el constitucionalista aparecía ahí con las mismas fallas de los demás hombres. Un ejemplo más reciente lo encontramos en la novela de Pedro Peix, El clan de los bólidos pesados (2010), donde el protagonista central es un constitucionalista sanguinario que termina primero como un “saltinpanky” y después como jefe del hampa dominicana en Nueva York. Este proceso es irreversible, pues, con el pasar del tiempo, cualquier evento tiende inevitablemente a ser visto de un modo más objetivo. <br />
<br />
El protagonista central de la novela de Mieses es un adolescente. En los días que preceden a la Guerra de Abril, este adolescente trata de establecer una relación sentimental con una muchacha vecina, Elisa, de la cual está enamorado. La acompaña a la escuela por la mañana y toma libros prestados como excusa para que recambie sus sentimientos. Esto no es visto con buenos ojos por la madre de ella. Cuando estalla la revuelta, la turba del vecindario persigue a un militar, el capitán Carrasco, y el adolescente, por pura casualidad, se ve envuelto en el asunto, con el resultado que el capitán lo apunta con su arma. El temor se apodera de él, quien se sentirá cobarde. Nada habría pasado si Elisa no hubiera visto todo desde su casa y concluido en su mente lo que él mismo se reprocha desde el primer instante: que es cobarde. Esto es algo que lo marcará para siempre.<br />
<br />
Mientras tanto, el Zurdo se elige a sí mismo como líder guerrillero en la comunidad. El adolescente se pregunta por qué. ¿Cuáles serían sus credenciales de mando? En su mente, sospecha que es por el hecho de que estuviera preso en la cárcel por un tiempo. El Zurdo organiza un comando, pero necesita una bandera. Sin saber por qué, él le entrega la bandera que su padre le había regalado en una fiesta patria. <br />
<br />
Ya que su madre decide pasarse al otro lado, o sea, a esa parte de la ciudad que está siendo ocupada por las tropas interventoras, Elisa visita al adolescente para recoger los libros prestados, pero, en verdad, es para despedirse de él. En esta ocasión, logra besarla y hacer que se sienta en su cama con él. Todo marcha bien, hasta que empieza un bombardeo que regresa a Elisa a la realidad, dándose cuenta que su presunto novio demuestra cobardía otra vez ante este evento. Lo deja, diciéndole que no quiere verlo nunca más.<br />
<br />
El Zurdo le entrega una vieja carabina, y, sin siquiera darse cuenta, el adolescente se ve involucrado en la pelea junto a los constitucionalistas. Peleará esencialmente sin saber por qué, arrastrado siempre por el miedo y no por ningún heroísmo. Entenderá lo sucio que es la guerra, como podemos observar cuando tiene que esconderse en el cementerio entre los cadáveres putrefactos de los guerrilleros asesinados. Al regresar a su casa, se encuentra nuevamente con Elisa, que ahora está lista para pasarse al otro lado. Elisa le dice que es una “buena persona”, pero no va más allá de eso. Y él, que quería explicarle su comportamiento, nunca lo logra, pues la madre le da una mirada fea y le dice a su hija que se apure para que salgan rápido del sector constitucionalista.<br />
<br />
En este punto ocurre una terrible tragedia. Tomándolo por un soldado enemigo, el adolescente le dispara a Nicolás, su mejor amigo, y lo mata. Como resultado, el mismo día del funeral, sin ni siquiera estar consciente de lo que hace, cruza la zona divisoria de los dos sectores de la ciudad y se va también al otro lado. Con una fiebre encima, termina en casa de Beba, la ex esposa de su tío, quien lo cuida. Al reponerse, deambulando en la zona ocupada, ve a Elisa con unos soldados norteamericanos. Es una escena comprometedora. Un muchacho del vecindario, acercándose, le dice que esa es una puta. El choque que recibe de este suceso hace que le cuente todo a Beba y esa noche se acueste con ella. Sigue otro encuentro con Elisa, y ahora descubre que cambió. Ya es alguien que nunca lo amaría. <br />
<br />
Tiempo después, cuando apenas termina la revuelta, Carrasco se encuentra con el adolescente. Lo acusa de ser comunista y trata de llevárselo preso como prisionero. Es algo que puede significar su muerte, y el adolescente trata de hablar con el capitán, de explicarle que no es así. Pero, al ver a Elisa en casa, hace el intento de dirigirse hacia su “visión salvadora”. A raíz de un gesto brusco que hace para zafarse de Carrasco y alcanzar a la muchacha, un francotirador le dispara. Cae al suelo, herido en la garganta. Como consecuencia, perderá el habla por el resto de su vida. <br />
<br />
Esta es la trama. Sin embargo, la novela empieza hablando de la mujer de Lot que, al mirar hacia atrás, se convierte en una estatua de sal. El adolescente ya lleva cuarenta años viviendo en los Estados Unidos, Elisa está muerta, y él recibe una invitación para formar parte de una reunión de ex guerrilleros constitucionalistas en Santo Domingo. Regresará sin mucha convicción, consciente de que eso significa enfrentarse a sus fantasmas. La novela termina con los recuerdos del pasado que le producen un llanto profundo nunca antes experimentado. A esto le sigue la aparición de la imagen de Elisa que también llora.<br />
<br />
La referencia a la mujer de Lot que mira hacia atrás es la clave para entender la novela. Regresando a Santo Domingo después de tantos años, el protagonista central se encuentra en la necesidad de rememorar todas las cosas del pasado. El pasado es alentador cuando se manipula y se pinta por lo que nunca fue. Como muchos, vive dentro de una imagen heroica de la Guerra de abril. Es por eso que recibe la invitación a la reunión. Sin embargo, en vez de fortalecer ese cuadro hagiográfico, el regreso hace que vuelva a su memoria lo que de verdad experimentó en esos lejanos días. Aparte del recuerdo de un amor imposible que se malogró, este regreso implica también el de su falta de valor ante Carrasco al inicio, la desaprobación de Elisa y todo lo que significó de poco edificante en la lucha. La Guerra de abril no fue lo que ahora se celebra, algo exacto en su sentido, sino un período de mucha confusión, una guerra civil en que ninguno de los dos bandos tenía el monopolio de la nobleza y los grandes ideales. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg37bwk-NIa7PiCjaIh1LgTg0doSkr69PWSDzMyB_n8dncwUybcKXcuSWmOFDaijjBAKHPF-mOAKfia9b8-pePngaHKxa5ugwUX7gBohpRnueTOLvm5i3hFlevSIkkCMTzzH-jng7lCMbw/s1600/palomas+asules436.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="355" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg37bwk-NIa7PiCjaIh1LgTg0doSkr69PWSDzMyB_n8dncwUybcKXcuSWmOFDaijjBAKHPF-mOAKfia9b8-pePngaHKxa5ugwUX7gBohpRnueTOLvm5i3hFlevSIkkCMTzzH-jng7lCMbw/s400/palomas+asules436.jpg" /></a></div><br />
De ahí, pues, la confusión del mismo protagonista central ante los eventos que le tocó vivir. Cuando estalla la revuelta, él nunca entiende bien lo que está pasando. Se ve involucrado en la guerrilla por pura casualidad. Su casa se encuentra en el sector de los constitucionalistas, por ejemplo. El Zurdo, un pequeño criminal, de repente se elige a sí mismo como líder y empieza a dar órdenes a todo el mundo. Como todos los demás, él sigue estas órdenes automáticamente, aunque detrás de su cerebro se esconda la peregrina idea de las dudosas credenciales de este presunto jefe. Cuando el Zurdo habla de tener una bandera para el comando, ofrece la bandera que recibió de su padre como un mero reflejo y de ninguna manera por convicciones ideológicas. Después, el simple hecho de que el Zurdo le ponga en manos una vieja carabina hace que termine como miembro de la guerrilla. Pelea por miedo y por miedo matará a su mejor amigo. Entonces, ¿dónde está el heroísmo de la lucha constitucionalista que representaría? En esos días heroicos, no le interesaba la Guerra de abril. Tampoco le interesaban los ideales que presuntamente representaba. Lo único que quería era estar lo más cerca posible de Elisa, ganarse su amor.<br />
<br />
Su regreso a Santo Domingo es, pues, un regreso a esta terrible realidad. El protagonista central no es ningún héroe; es sólo alguien que se vio involucrado en algo que a lo mejor nadie, en verdad, sabía exactamente lo que era. Hasta el momento, lejos de la patria, él no ha tenido que enfrentarse a los fantasmas de su pasado individual y colectivo. Por eso, este volver atrás, este mirar atrás al pasado, lo pone en la misma situación que la mujer de Lot. La verdad del pasado lo va a destruir como la columna de fuego destruye a ese personaje bíblico. No es buena idea volver la mirada atrás, o sea, regresar al pasado, pues eso conlleva enormes riesgos. Significa descubrir lo que sabemos, pero que estuvo escondido dentro de nosotros todo el tiempo porque nunca tuvimos la valentía de enfrentarlo y entenderlo en su justa dimensión. Entonces, el llanto del protagonista central al final de la novela es un doble llanto: por el amor imposible que nunca se concretizó, y por una realidad que vivió y que nunca fue así como se la pintó en los años.<br />
<br />
Que la verdad acerca de la Guerra de abril no se sabe por completo y que se tergiversa constantemente, está ilustrado por el hecho de que, después de ser herido por el francotirador en la garganta, el protagonista central perderá su habla. Lo que significa que no puede decir lo que sabe. Con el tiempo, como todos los dominicanos, él también se acomoda a la imagen hagiográfica del pasado revolucionario. No en balde reside en los Estados Unidos, o sea, en el mismo país que había pisoteado a su patria. ¿Cuál fue el éxito de la Guerra de abril? La negación de las aspiraciones revolucionarias de la República Dominicana que, de ahí en adelante, entra definitivamente dentro de la esfera ideológica del país del norte. Por un lado, los dominicanos exaltarán su rebelión contra el Imperio; por el otro, nunca cuestionarán el tácito acomodo que encuentran en esa relación. Muchos vivirán de esa moral ambivalente, moral que, en la novela, está representada por Magali y Pacho, los amigos de Beba, locos porque se termine la revuelta y puedan disfrutar de las ventajas del presunto bienestar que resultaría de ello. Esto quiere decir quedarse mudos, como el protagonista central. Es sólo cuando éste regresa al país y se enfrenta a sus fantasmas que logra finalmente contar lo vivido. Y el resultado es la novela que estamos leyendo. <br />
<br />
Que esto es así lo podemos deducir fácilmente de la dimensión simbólica de los mismos protagonistas de la novela. El protagonista central representa el pueblo; Elisa, el país. Un anticipo de lo que ocurrirá al terminar la Guerra de abril lo encontramos en esa escena en que el protagonista central descubre la relación de Elisa con los soldados norteamericanos. Cuando el otro muchacho se le acerca y le dice que ella es una puta, o sea, lo que está sucediendo con el país, que se está prostituyendo desde ya, pronto agrega una observación clave: que los norteamericanos se irán, pero que ellos dos, o sea, el pueblo, quedará. Es verdad que sí, pero ¿a qué costo? Un país que nunca será lo que se había proyectado a través de los ideales de la Revolución de abril, o sea, uno convertido en puta. (*Nota: No se molesten los dominicanos. Es que todos vivimos en países putas.) ¿De qué les servirá a ellos, o sea, al pueblo, ese país? Lo que viene es aceptable a personas como los amigos de Beba, sin ideales de qué hablar; de ningún modo lo es a personas que se respeten y que tienen sentimientos de dignidad y nobleza. Ya el país representado en la inocencia de Elisa está por terminar, como la misma inocencia de la muchacha termina cuando empieza a vender sus atractivos a los invasores. De ahí en adelante, la Guerra de abril habrá sido en vano. La vieja patria se vendió, y el mismo pueblo, al no tener jóvenes con claros ideales que lo defienda, también se venderá. Simbólicamente, esto lo encontramos en los cuarenta años que el protagonista central lleva viviendo en los Estados Unidos, el país de los invasores.<br />
<br />
¿Cuál es el sentido de este discurso? Que en todo este tiempo no se ha sabido la cruda verdad sobre la Guerra de abril, de cómo muchas veces lo que se hizo nada tenía que ver con claros y nobles ideales patrios, sino que se debía a puras circunstancias (el protagonista central) o a meros intereses espurios (el Zurdo). Además, que los dominicanos han falsificado muchos aspectos de ese evento histórico, elaborando una imagen completamente hagiográfica que manipulan desde hace tiempo para justificar un sistema que se reputa democrático, pero que de verdadera democracia tiene poco o nada. Pese a la Guerra de abril, a la sangre que se vertió, las cosas siguieron como antes, en el estatus quo vigente hasta hoy. Porque, ¿qué ha sido del país después de ese evento? Primero los gobiernos represivos de Balaguer y después, cuando llegaron al poder los partidos presuntamente herederos de esa epopeya revolucionaria, nada más siguieron en lo mismo. Muchos de los viejos guerrilleros constitucionalistas, como el protagonista central, paradójicamente se trasladaron a los Estados Unidos; otros hicieron carrera dentro del sistema político establecido, y esto siempre sacando a colación sus “grandes méritos” como combatientes, los cuales, como en el caso del protagonista central, muy a menudo eran bastante dudosos. Fueron pocos, demasiado pocos, los que tuvieron un sentido de los valores genuinos de esa gesta y se quedaron valientemente apegados a ellos. <br />
<br />
La Guerra de abril, ese importante evento histórico, fue algo de mucho alcance, pero también de matices bastante ambiguos, por lo que sucedió de verdad y por los resultados a que llevó. Antes, no era posible hacer esta aserción. O sea, no era posible ver objetivamente ese acontecimiento y aprender de él cosas que no estuvieran fuera de su imagen hagiográfica. Se dice que el tiempo sana todas las heridas; por eso, tuvo que transcurrir mucho tiempo para que una imagen más o menos objetiva pudiera salir de la guerra de abril. La realidad es siempre una mezcla de luz y de sombras. Las sombras, en muchas ocasiones, no son nada bonitas. Sin embargo, cuando de veras se quiere progresar, es imprescindible tomarlas en consideración. Y es lo que ocurre en ésta y otras novelas que, como la de Piña-Contreras, han tratado de hacerlo. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_q78CU9BU7tbLLvsGhv-XQx6I0KcGtMB1zOFb6rC9Imnpz6KJKiFr_CTp1kJYV_QSld3jL5PZEc0MHCnMPKVtDswL1Z2pvTaepVpyIln2f-uKnN3LOvqS0kZBuf1NoQDUKTfIMG7yBX4/s1600/alambradas436.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="190" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_q78CU9BU7tbLLvsGhv-XQx6I0KcGtMB1zOFb6rC9Imnpz6KJKiFr_CTp1kJYV_QSld3jL5PZEc0MHCnMPKVtDswL1Z2pvTaepVpyIln2f-uKnN3LOvqS0kZBuf1NoQDUKTfIMG7yBX4/s400/alambradas436.jpg" /></a></div><br />
Ahora bien, en todo esto hay que tener claro un detalle, y es que no se puede eliminar una imagen hagiográfica para simplemente reemplazarla con otra totalmente negativa. Todos los pueblos necesitan de mitos para mantener sus esperanzas en vida. Eliminar los mitos en pos de presentar una imagen presuntamente realista de las cosas, no necesariamente conlleva un progreso. Por eso, aunque sea loable lo que Mieses hace en esta novela al tratar de “desmitologizar” la Guerra de abril, también hay que considerar los problemas que se presentan en el tejido social del país al hacerlo. Ver en el Zurdo la figura emblemática de ese evento histórico a secas es poco recomendable, si no se pone en su lugar algo positivo. Igual con las dudas y vacilaciones del protagonista central. <br />
<br />
Es una verdad incuestionable que un mito puede ser reemplazado sólo por otro mito. Esto es así porque, como la mujer de Lot, los hombres no pueden mirar la verdad monda y lironda sin acabar consigo mismos al mismo tiempo. Todos los pueblos necesitan de mitos para seguir adelante, y el dominicano no es ninguna excepción. ¿Qué fue la vida del protagonista central tras desmoronarse el mito de Elisa? ¿Qué sería de los dominicanos si pronto desapareciera el mito de la epopeya de la Guerra de abril?<br />
<br />
Un último punto. En un escrito de Mieses en “Areíto”, donde habla de su novela, él nos dice que Las palomas de la guerra “no es” una novela acerca de la Guerra de abril. Pone hincapié en sus primeras páginas, las que tratan del evento bíblico relacionado con la mujer de Lot, y de ahí deduce toda una manera de ver la obra que encontramos bastante nebulosa. No nos oponemos a ver la novela de la misma forma en que quiere verla el autor. Pero tenemos que estar conscientes de algo que es o debería ser una norma inflexible en la crítica literaria, y es esto: que una cosa es pensar lo que es una novela y otra, muchas veces bien distinta, cómo esa misma novela aparece en la lectura. Un autor puede pensar que está diciendo algo, mientras en verdad puede estar diciendo otra cosa y hasta lo opuesto de lo que cree.<br />
<br />
Una novela que se publica, o cualquier libro, es como un hijo: hay que dejarlo que tome su propio camino, enfrentarse a todos los peligros de la vida para que logre madurar correctamente. Pero muchas veces el escritor tiene la tendencia a querer defender a su obra de esos peligros, tratando de dirigir, desde su presunta superioridad interpretativa como autor, el camino que va a tomar. Pese a lo que Mieses sostiene, y respetando cabalmente su punto de vista, cualquier lectura mínimamente cuidadosa nos dice que su novela es una novela que trata de la Guerra de abril. Que al mismo tiempo contenga la historia de un amor de adolescente que no se materializa, y que esto Mieses lo relacione con la mujer de Lot en el Génesis, es asunto de interpretación. Como él tiene su lectura de la novela, también el lector tiene su propia lectura. Ambas lecturas pueden muy bien ser válidas.<br />
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En efecto, diríamos que, de tener falla la novela, ésta se encuentra exactamente en la poco clara relación que existe entre esa historia de la mujer de Lot al inicio y lo que viene después. Es obvio que se está hablando del pasado y lo problemático que es enfrentarse al pasado. La mujer de Lot, en este sentido, es convertida en una estatua de sal porque quiere quedarse anclada a su pasado, cuando debería mirar hacia delante, a su futuro. El protagonista central, por el contrario, no quiere mirar hacia el pasado, pues, al igual que con la mujer de Lot, significa enfrentarse a sus fantasmas y destruir a sí mismo. Además, él no tiene futuro. Lo que tiene es sólo una plácida existencia en el presente que no quiere perder. Esta posible falla, que seguro Mieses dirá que no es existe y sacará muchos argumentos para probarlo, se encuentra también en su primera novela, El día de todos, que, como ésta, empieza de una forma que no se entiende claramente y después termina en algo que tiene poco que ver con lo que se ha dicho. De nuevo, lo que un novelista piensa que escribió y lo que aparece en blanco y negro en las páginas que estamos leyendo pueden fácilmente ser dos cosas completamente distintas.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbZZK7G3DhF2Z-hT2iHEoBX_brDgBXam_3VfWxTzz56tX7YMzGrq6YxyFMDpeKOZFm3AH-iEZtPveRSSwWbKxNul_lMzU49iWUXdM2ZrDgngP4ELCITHlpCaH1wgGS_KKZ1RXrW9hzxWc/s1600/tira+azul.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="6" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbZZK7G3DhF2Z-hT2iHEoBX_brDgBXam_3VfWxTzz56tX7YMzGrq6YxyFMDpeKOZFm3AH-iEZtPveRSSwWbKxNul_lMzU49iWUXdM2ZrDgngP4ELCITHlpCaH1wgGS_KKZ1RXrW9hzxWc/s400/tira+azul.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-75186948915747020432010-12-22T08:15:00.000-08:002010-12-22T08:15:22.846-08:00un cristalino rumor de cardúmenes<br /><div align="justify"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBAEKETRAX7VQ_7xHC1NRXxbrhpp-aK7GhCDu7v6HqJF3Lea40bOqnlXNwGjUKyL9AFp4uZVda-xoyP8LEDuavXupN8ZclaGdhKrKlczl6PEhEv_HlDImIWswMhMN7KftkC3yNWciod-Y/s1600/puente+Duarte_efecto2_436.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="316" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBAEKETRAX7VQ_7xHC1NRXxbrhpp-aK7GhCDu7v6HqJF3Lea40bOqnlXNwGjUKyL9AFp4uZVda-xoyP8LEDuavXupN8ZclaGdhKrKlczl6PEhEv_HlDImIWswMhMN7KftkC3yNWciod-Y/s320/puente+Duarte_efecto2_436.jpg" width="436" /></a></div><br />
Tu padre había finalmente encontrado el camino a casa. Su cuerpo fláccido, apenas visible bajo un sudario de translúcidos crespones de agua, flotaba junto a la ventana.<br />
<em>Un niño triste como yo nos mira…</em> susurró.<br />
Sus palabras tintinaron en la habitación con un cristalino rumor de cardúmenes. Pensaste en Neruda y enseguida en Elisa… <em>mi sed, mi ansia sin límites… </em>quizás porque de ella era el libro que leías cada noche, el que guardabas junto a la cama, o quizás porque siempre pensabas en ella al despertar.<br />
En forma casi imperceptible, tu padre se iba transformando. En ese momento giraba entre algas vidriosas, rodeado de peces con redondos ojos sorprendidos.<br />
También él parecía un pez.<br />
Su muerte acaeció años atrás. Se había ahogado una noche frente al litoral mientras pescaba en los arrecifes. Uno de los enigmas que aún no habías resuelto era si tu madre odiaba el pescado a causa de esas andanzas, o si al contrario, desaprobaba la conducta de su marido por su aversión al pescado y su temor al mar. Aquel día te encontrabas de vacaciones en el campo; lejos de la ciudad, del litoral. La noticia de su muerte tardó mucho en llegar hasta las serranías.<br />
<br />
<em>La sombra, una mancha más en la lejana loma, avanzó con lentitud por la ladera. Al rato se transformó en un hombre sobre un caballo. El caballo era gris; la cara del hombre desaparecía bajo la oscuridad del sombrero.Al llegar frente a la casa el jinete no se desmontó. Dobló su cuerpo hasta colocar su cabeza sobre las crines del caballo gris y susurró algo al oído de mi tía. Ella me miró fijamente; sentí que me mojaba con sus lágrimas. El hombre volteó la cabeza hacia mí. No veía sus ojos, sólo los adivinaba en la tiniebla bajo las alas del sombrero: dos agujeros más prietos que el resto de su cara. Después el hombre se alejó por el camino. Pronto fue sólo una mancha más en la ladera. Los brazos de mi tía me aprisionaron dulcemente. </em></div><br />
Estos son los primeros párrafos de la página 31 de la “Las palomas de la Guerra”. Visite el <a href="http://laspalomasdelaguerra.blogspot.com/">Weblog</a> de la novela. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigGleQF2XlAKoSovShZ_q50MW98N6c0IPFlrwmACVGU7oHm72GjlZn32SMnikOL00Rc1rER_-8j4xXPO2Vn_7f0Xc81XrCiJLjTW0yJRzaffgmRWuBGjiQw73-9MI6ny66aROamPm9GHY/s1600/final.jpg" imageanchor="1" style=""><img border="0" height="6" width="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEigGleQF2XlAKoSovShZ_q50MW98N6c0IPFlrwmACVGU7oHm72GjlZn32SMnikOL00Rc1rER_-8j4xXPO2Vn_7f0Xc81XrCiJLjTW0yJRzaffgmRWuBGjiQw73-9MI6ny66aROamPm9GHY/s400/final.jpg" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-39934223278327716942010-12-15T06:08:00.000-08:002011-02-20T16:22:29.528-08:00En en camino de Zoar<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTeGfkoW-ExaZS7XpGy5oUNGEYQ7bxgJr-xosyX92xLoUgT-HaTzJDbcnsBp5bkjIv_rhWstzWsiPvggXTjw510mDhfGa8obY_QW0lHYGWfbrk14eTTzb1Z9n6dTMA6fczxxznJpILnm0/s1600/alambradasconpalomas436.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="316" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTeGfkoW-ExaZS7XpGy5oUNGEYQ7bxgJr-xosyX92xLoUgT-HaTzJDbcnsBp5bkjIv_rhWstzWsiPvggXTjw510mDhfGa8obY_QW0lHYGWfbrk14eTTzb1Z9n6dTMA6fczxxznJpILnm0/s320/alambradasconpalomas436.jpg" width="436" /></a></div><br />
La primera ciudad arrasada por un arma de destrucción masiva no fue Hiroshima; fue Sodoma según la tradición hebrea. En cuanto al arma, no se trató de un artefacto nuclear sino de la exterminadora decisión del dios del Génesis. De esa catástrofe el Libro no abunda en detalles; apenas cita un testigo ocular, pero se trata de un testigo impecable. Abraham. El patriarca que viviera en Canaán y que es el padre de los creyentes en las tres religiones del Libro. El trágico acontecimiento es contado de esta manera:<br />
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<i>Abraham miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno. </i><br />
A menos que la frase “<i>como el humo de un horno</i>” esconda un sentido profético y señale un lejano porvenir de crematorios alemanes en el siglo XX, resulta curioso que ante aquella escena apocalíptica el autor del Génesis pensara en un horno, porque no se trataba de preparar el pan de cada día, sino de un holocausto en donde todos los seres vivientes en las dos ciudades del valle, al este del río Jordán, acababan de perecer: los hombres, las mujeres, las aves de corral, las mascotas, las abejas, las luciérnagas, los olivos, las viñas y hasta las criaturas que esperaban la luz del sol en el vientre de sus madres murieron… De aquellas ciudades quedó sólo el viento que pasaba por ellas, para decirlo con el dolor y las palabras de Bertolt Brecht.<br />
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Pero hubo una excepción. Siempre las hay. Una familia salvó su vida; la familia de Lot. La noche anterior, unos jóvenes luminosos que no parecían de este mundo ― y había una buena razón, puesto que según el Génesis, eran ángeles ― le habían advertido a Lot: <br />
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<i>Escapa por tu vida; no mires tras de ti, ni pares en toda la llanura; huye al monte, no sea que perezcas. </i><br />
Así que esa noche, antes del alba, la familia de Lot ya estaba camino a las colinas, lejos de los muros de Sodoma. Lot y los suyos iban camino a Zoar, una aldea que quedaba al otro de las colinas de Sodoma. Caminaban unos detrás de otros por un sendero estrecho, en la penumbra de la madrugada, cuando de pronto un inusual resplandor encendió los cielos. Ese resplandor no era el sol. Era la cólera del dios de los hebreos que había hecho estallar en llamas la ciudad de Sodoma. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQPeSYOjN1n2J4hzxE2c7YEO-jpGgLCdRTKsTqmgb8CHw_yHrgUnecR4q-8qXzJZ9PAZ5aT7Wo_f2jOZXMlColsBwSUZmCXtPpb3keAd7K9oZxzZk-aFhPaUAPrqSi2PVbnk_IV5tw_J0/s1600/Alambradas_azul.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="190" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQPeSYOjN1n2J4hzxE2c7YEO-jpGgLCdRTKsTqmgb8CHw_yHrgUnecR4q-8qXzJZ9PAZ5aT7Wo_f2jOZXMlColsBwSUZmCXtPpb3keAd7K9oZxzZk-aFhPaUAPrqSi2PVbnk_IV5tw_J0/s320/Alambradas_azul.jpg" width="436" /></a></div><br />
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Para mí, lo más conmovedor de ese episodio ― si exceptuamos el holocausto en sí ― no es el destino de Lot, sino el de su mujer; porque la mujer de Lot nunca llegó a Zoar. Ella no logró salvarse. <br />
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Vencida por la curiosidad, la angustia o quizás el temor, en el momento del fantástico estallido la mujer de Lot desobedeció a los ángeles y giró su cabeza hacia la luz, hacia aquel atroz resplandor de aniquilamiento. <br />
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En ese momento ella caminaba detrás de su esposo y de sus hijas, llevada de la mano por uno de los mensajeros del Edén. Se encontraba a pocos pasos de la salvación; casi vislumbraba el oasis de Zoar; venteaba ya el sereno perfume del agua bajo el trasluz de las palmas datileras; sentía el aroma del pan sin levadura que cocía sobre el barro caliente. <br />
<br />
Podía escuchar el arrullo de las palomas, el rebuzno de los asnos, el canto de los gallos y hasta un tenue desgranar de preces mañaneras que parecían un riachuelo de palabras recitadas sin pausas en aquel oasis de Israel.<br />
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Para salvarse, ella sólo tenía que caminar un poco más. Aferrarse a la mano tibia y vaporosa del ángel que la guiaba. Sólo tenía que cerrar los párpados y luchar contra el tonto deseo de mirar hacia el valle. <br />
Era todo lo que tenía que hacer.<br />
Pero no lo hizo.<br />
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Lot y sus hijas adivinaron el fin de aquella mujer, de aquella madre, de aquella esposa, sin necesidad de voltear sus cabezas, porque en ese instante el mundo se transformó y todos ellos quedaron atrapados en una pesadilla que no era un sueño. Una pesadilla que era real. En ese intervalo de tragedia no pudieron respirar: el aire se tornó en una nube de cristal, en un translúcido panal de infinitos alvéolos. <br />
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No pudieron ver: un ardiente resplandor de granadas maduras les laceró las pupilas. No pudieron caminar: el peso de los cielos los aplastó contra el sendero. No pudieron hablar: sus lenguas, sus labios, sus gargantas se impregnaron con la amargura del Mar Muerto; la salazón de sus aguas se había concentrado en la saliva de sus bocas. <br />
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El perfume del oasis fue remplazado por el vaho del azufre. La frescura del viento por el soplo de los infiernos; no podían escuchar sino el sordo, el inmenso, el poderoso clamor de destrucción que subía desde Sodoma. A sus espaldas la mujer, la esposa, la madre se había transformado en una estatua de sal.<br />
<br />
Todos hemos escuchado esa historia alguna vez, pero nadie, nadie recuerda el nombre de esa mujer. El Génesis no lo menciona y como todas las víctimas de aquel día de ira la mujer de Lot se aferra, más de veinticinco siglos después, a su memorable anonimato y si el personaje principal de mi novela la evoca ― como la evoco yo en esta ocasión ― es, tal vez, porque él también es un ser anónimo como ella y como ella él también se atrevió a mirar hacia el pasado. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh142bH-slFj5tam51tawzRdaz-jzMdk2BzULshfZLiaQMg4x5VFLXq9551b-18xhVDXQ_hiXmpT-pbp1RcrGTqBPi-SHlFuX8EwSP-VfOML118AKKNcwAvmWuaIoDMKRHg4jAZQCTVVHc/s1600/palomasAzul2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="216" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh142bH-slFj5tam51tawzRdaz-jzMdk2BzULshfZLiaQMg4x5VFLXq9551b-18xhVDXQ_hiXmpT-pbp1RcrGTqBPi-SHlFuX8EwSP-VfOML118AKKNcwAvmWuaIoDMKRHg4jAZQCTVVHc/s320/palomasAzul2.jpg" width="436" /></a></div><br />
La novela comienza con el recuento de ese episodio como una velada advertencia contra la nostalgia. Esa nostalgia que es quizá el corazón invisible de “Las palomas de la guerra.” Y digo advertencia porque creo que en algún momento del tiempo del ser humano, a cada hombre y a cada mujer sobre la tierra se nos presenta la oportunidad de continuar nuestro viaje, nuestra vida en otros valles, a condición de no mirar hacia atrás, como si cada uno de nosotros estuviéramos condenados a convertirnos, en alguna ocasión, en un indeciso Lot repetido en el tiempo y en el espacio de la humanidad.<br />
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Aunque “Las palomas de la guerra” no es un libro sobre la Revolución de Abril, aquellos días de ira y de esperanza están presentes en cada página y en cada línea de texto, pero yo tiendo a pensar que se trata de un libro que nos recuerda que la nostalgia puede ser más peligrosa que la temeridad y más despiadada que el impredecible porvenir. <br />
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Y a mí, que me gustan los finales felices, no pude encontrar uno para mi personaje. Quizá no podría ser de otra manera porque lo que cuenta el narrador es un viaje hacia su propia vida durante los años de su juventud en aquella revolución de primavera, y todos sabemos que volver no es más una ilusión; un espejismo de la memoria, que los caminos sólo nos pueden llevar hacia adelante y que todos terminan, no importa la dirección que tomemos, todos terminan en el mismo lugar.<br />
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Durante la lectura del texto podríamos acariciar la fantasía de un posible retorno, de una vida que es dable repetir, quizá porque en cierta forma nada desaparece por completo y porque el pasado es lo que define y conforma nuestro presente, ese presente tan fugaz donde la vida derrame en nosotros sus delirios, donde el tiempo destila gota a gota sus entusiasmos y sus agonías; este presente tan inasible y sin embargo tan absoluto que nos embruja con sus sueños de eternidad como si la muerte no nos desgastara sin cesar tal como afirma Borges, o como si no estuviéramos condenados a pasar, a pasar como el agua, como los caminos o como este preciso instante que aquí y ahora se escurre y se esfuma... <br />
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Y durante la lectura podríamos tener la impresión de que el mundo de ayer ― gracias a los sueños y a las palabras ― puede repetirse, de que el pasado puede resucitar en cada uno de nosotros aunque sólo sea por el tiempo de una novela y en el espacio de unas pocas páginas, pero no olvidemos, que esa dulce sensación de retorno y de repetición puede venir acompañada de la amenaza siempre latente, siempre real, de convertirnos en estatuas de sal. <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBAf5oIXow76n1Mk13LellfjbNtSz_51c6FSw9yiszID0nlc33HRr9mXbIsIypkLXfvY0poiWNl8_6TXJxe1GIwHjb9wXOsmSJDfFBHFrcV_OGhd8WLnuYzl8rYqxZZaF0oK2BScYHGzM/s1600/final.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="5" n4="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBAf5oIXow76n1Mk13LellfjbNtSz_51c6FSw9yiszID0nlc33HRr9mXbIsIypkLXfvY0poiWNl8_6TXJxe1GIwHjb9wXOsmSJDfFBHFrcV_OGhd8WLnuYzl8rYqxZZaF0oK2BScYHGzM/s320/final.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-61586213286126443612010-12-06T11:28:00.000-08:002010-12-06T11:28:26.801-08:00Las palomas guerreras de Juan Carlos Mieses<br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrKuKapLBix9d121OIbwQFgfW9FCIogFkPsRXxE1FhAdccAtvePKVNWZQnFHHu1h5Zy01mcWF6_vRQ2s4S8nT542xpNCZX9J-CaSR5mf3xVL61_r4OUPDMZoP5EMShE1Ayc-nzi94nWzU/s1600/palomas_tira436.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="173" ox="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgrKuKapLBix9d121OIbwQFgfW9FCIogFkPsRXxE1FhAdccAtvePKVNWZQnFHHu1h5Zy01mcWF6_vRQ2s4S8nT542xpNCZX9J-CaSR5mf3xVL61_r4OUPDMZoP5EMShE1Ayc-nzi94nWzU/s320/palomas_tira436.jpg" width="436" /></a></div><h2>Por Manuel Mora Serrano</h2>Creo que el mejor regalo que ha recibido la literatura dominicana en este otoño y en muchos años, ha sido la novela de Juan Carlos Mieses ‘Las palomas de la guerra’ (Editorial Santuario, impresora Búho, septiembre 2010, 135 pp).<br />
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Se trata de un texto breve, aunque denso, que se lee con regocijo por varias razones que trataré de explicar con pocas palabras.<br />
Técnicamente es una estructura narrativa bien lograda; el lenguaje, tratándose de un poeta importante como él, ganador de galardones nacionales e internacionales es preciso y a veces precioso, sin caer en el barroquismo; los personajes están perfectamente delineados.<br />
No es una narración lineal, sino que, como aconteció con su texto novelesco anterior, ‘El día de todos’, juega con los planos temporales, aunque ahora logra, como es lógico, una mayor lucidez y maestría.<br />
Juan Carlos no es un literato empírico como somos la mayoría, sino que es egresado de la Universidad Le Mirail de Toulouse, Francia, en licenciatura en letras modernas. Sin duda alguna, disciplina a la que hace honor en esta novela que comentamos.<br />
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Pero el hecho de que sea, como es, un dechado técnico, no le daría a estas ‘palomas guerreras’ la categoría que le damos; es que se trata, a pesar de su brevedad, de un texto complejo, mechado de referencias culturales, que sin embargo no entorpecen la fluidez de lo contado.<br />
Por momentos nos olvidamos que leemos prosa y nos dejamos arrebatar por el lirismo. Juan Carlos divide su narración en cinco capítulos, encabezados por un epígrafe. El primero, ‘Dies Iræ’ (el autor disfruta títulos en latín si recordamos otros libros suyos: ‘Urbi et Orbi’, ‘Flagelum Dei’, ‘Gaia’ y ‘Dulce et decorum’), trae del Viejo Testamento a Génesis XIX, sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra, que él leyó la noche de la presentación el 3 de noviembre en APEC. El segundo, el más extenso y la columna vertebral del cuerpo narrativo, ‘Detrás del Aire’ trae una cita de Máximo Avilés Blonda, que es un campanazo para que recordemos a uno de nuestros poetas esenciales. Ahora lo que escuchamos es el himno del Catorce de Junio, las letras del poema de Vinicio Echavarría y la música de Héctor Jiménez, y el agonista principal que frente a la estatua de Montesinos y en medio de los recuerdos evoca a su amor de juventud, que ya ha muerto.<br />
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Entre este hombre que regresa y aquél que fue, aquel que como tantos tuvo que irse, va a suceder su enfrentamiento con el pasado para salvarse del olvido, incluso de la absurda revuelta que da tema a la obra.<br />
Entonces en la tercera parte están “Las palomas de la guerra” volando con versos de Rubén Darío. ‘Juventud, divino tesoro…’ <br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfuMJr8Vr3I94pHXpG0iyJmbKCgGCI64uiwAQOj2k_AG4smSQimqBLlnzFd_rUBiTFyZIz6ysav3UDuZF2EcDeJVNjZ6HP2ulNrQGssg4R4ELJkvSnkryp5Ql1CuJOqG7k_uupsRpbSiI/s1600/palomas-efecto1-436.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="601" ox="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfuMJr8Vr3I94pHXpG0iyJmbKCgGCI64uiwAQOj2k_AG4smSQimqBLlnzFd_rUBiTFyZIz6ysav3UDuZF2EcDeJVNjZ6HP2ulNrQGssg4R4ELJkvSnkryp5Ql1CuJOqG7k_uupsRpbSiI/s320/palomas-efecto1-436.jpg" width="436" /></a></div><br />
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A través del texto, ningún referente más hermoso para hablarnos del amor que refugiarse bajo la sombrilla mágica de los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda que se convierten en un estribillo recurrente, que es la forma de resucitar a Elisa Santillán. Lo vamos a acompañar en sus nostalgias a lo largo de toda la pesadilla nacional que fue Abril.<br />
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Realmente podríamos decir que estamos ante una novela cinematográfica. El punto de vista del narrador no es apocalíptico. De eso nada. Sencillamente su personaje se vio envuelto en medio de los tiroteos, en el puente Duarte y en la ‘Operación Limpieza’ como una marioneta del destino.<br />
Este punto de vista me recordó la famosa polémica puramente retórica en principio, de quién lo hizo mejor al narrar la batalla de Waterloo, si Víctor Hugo en ‘Los Miserables’ o Stendhal en ‘La Cartuja de Parma’. Siempre se ha hablado de la maestría de Stendhal que estuvo en el campo de batalla y que narra las errancias propias de una lucha a campo abierto, aunque la epopeya de Hugo, con la famosa frase de Cambronne, ha conmovido a generaciones y ha creado escuela, prefiero la de Stendhal y, en consecuencia, la de Juan Carlos.<br />
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Aparte del himno y las referencias heroicas a la llamada ‘Raza Inmortal’, no hay retórica en la narración de los hechos. Incluso, la guerra, aunque terrible, sucia y cruel como todas las guerras, tenía sus oasis y las chicas preferían a los soldados invasores olvidando a la patria y a la Constitución por la que se luchaba. Las dos últimas partes ‘Blue Rondo a la Turk’ y ‘Una canción desesperada’ tienen epígrafes de Italo Calvino y de Jacques Brel, nos muestran a los héroes anónimos, a las víctimas inocentes, a los atrapados en la lucha, quisieran o no, arrastrados por el remolino de la acción.<br />
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Es una narración hermosa, trágica como fue aquella cosa que narra, escrita con una técnica depurada a base de flashbacks, con imágenes efectivas, sin recargar el lenguaje. En fin, una pequeña obra maestra que recomendamos, en especial a los jóvenes que desean aprender a redactar una buena novela corta.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi78UBh28zmZ8bhQvg-un-7ibtUkHdCAm2HB2t_6KFMsQa3QhszOyOJak8avh3Zw1nL7ENjHYqMWMWIF_0ly8xRNsLTdwdRrjcbK4v0dNZO-olbQ9jA4gLizVHnkVEU9c5MOl0lrxsr01A/s1600/tira+palomas.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="4" ox="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi78UBh28zmZ8bhQvg-un-7ibtUkHdCAm2HB2t_6KFMsQa3QhszOyOJak8avh3Zw1nL7ENjHYqMWMWIF_0ly8xRNsLTdwdRrjcbK4v0dNZO-olbQ9jA4gLizVHnkVEU9c5MOl0lrxsr01A/s320/tira+palomas.jpg" width="436" /></a></div>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4140804416302774463.post-732128849017196612010-11-06T14:58:00.000-07:002010-11-06T15:15:27.364-07:00EN TORNO A “LAS PALOMAS DE LA GUERRA”Palabras de <strong>Katia San Millán</strong>, durante el acto de presentación de la novela “<strong><em>Las palomas de la guerra</em></strong>”.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7J-3bGzX-FXBTzDRGTy7JYcfBsZaNBdwcrm7EC3HM5BeL_KISq6E14q6CQIZWaGLLjNNbuB4_K32SynstgDc-3rmBRT6rZMatlp7YcEBnj3ZdEZZLeFdoQamIGjDIt5vSnt5aSc3ZxRE/s1600/palomas-efecto2-436.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 436px; height: 601px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj7J-3bGzX-FXBTzDRGTy7JYcfBsZaNBdwcrm7EC3HM5BeL_KISq6E14q6CQIZWaGLLjNNbuB4_K32SynstgDc-3rmBRT6rZMatlp7YcEBnj3ZdEZZLeFdoQamIGjDIt5vSnt5aSc3ZxRE/s400/palomas-efecto2-436.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5536560604196020690" /></a><br /><br />Juan Carlos Mieses es ante todo, poeta. En un momento en la literatura donde es casi un sacrilegio decir de una novela que es poética, para profundo deleite nuestro, se mantiene fiel a su primer amor. Como buen amante de la palabra, la seduce y ella confiada, se entrega sin condiciones. Cual mago juguetón, hace malabarismos con ella, la convierte en metáforas luminosas, cómo director de orquesta la vuelve sinfonía, como coreógrafo le da alas a sus pasos, cómo verdadero artista esboza imágenes impactantes o sutiles según el caso, con las pinceladas sueltas y acertadas de un verdadero maestro de la forma y del color.<br /><br />No puedo resistir a la tentación de citar algunos pasajes. Aun fuera de contexto no dejan de subyugarnos por su poética y sorprendente belleza:<br />…“metiste la mano detrás del tiempo y sacaste un objeto del pasado. Tu padre te tocó desde la muerte”.<br /><br />O: …“su cuerpo flácido, apenas visible bajo un sudario de traslúcidos crespones de agua, flotaba junto a la ventana.”<br />Y para finalizar: …“una simple carta… que hacía burla de las leyes físicas del mundo y pesaba más entre mis dedos que sus frágiles gramos de realidad.”<br />Pero ese poeta, se considera un obrero. Pasa horas eliminando meticulosamente lo superfluo, buscando alcanzar la esencia, cómo si quisiera llegar a la “desnudez del alma”, acatando en buen aprendiz, los sabios consejos de Boileau a todo buen escritor, (cito en traducción libre): “Cien veces en el oficio retoque su obra, puliéndola sin cesar y volviendo a pulirla”, dejándonos como resultado, un texto impecable de una estética incomparable.<br /><br />Algunos libros se leen como se da un paseo. Si lo hacemos en silencio, transformando el momento en un peregrinaje sagrado, atentos a cada detalle, a los matices sutiles de cada color, cada textura, cada olor o sonido, a las emociones o memorias que despiertan, levantando las hojitas al borde del camino porque intuimos la flor ahí escondida, quizás lleguemos a trascender el paisaje y conectarnos con algo más grande, a tocar algún arquetipo, él de la belleza o de la ternura, por ejemplo.<br /><br />El libro “Las Palomas de la Guerra”, está hecho para leerse así. Los que son capaces de mirar más allá de la apariencia y ver el lado oculto de las cosas, tendrán la gran alegría de descubrir un Juan Carlos Mieses, sensible y auténtico. Podrán atraparlo en su justa dimensión, asumiendo con maestría su rol último, el de todo artista verdadero: servir de enlace entre nuestro mundo, el que llamamos con cierta ingenuidad, “real”, y el que todos intuimos de una manera u otra, el del misterio, el de nuestra verdadera esencia, invisible pero omnipresente. Pero ese mundo no está fuera de uno, el autor lo dice mejor que yo:“Todos los caminos, lo sabía, me llevarían al mismo sitio y ese sitio sólo existía dentro de mí”. En fin, es un libro para leerse con todos los sentidos y sobre todo con el corazón, ya que, cómo lo dice el entrañable Saint Exupery: “Lo esencial es invisible para los ojos, sólo se ve bien con el corazón“.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB9wpQWN1E6y9gqeUWOoh0Uhvd-K0VFWVx48rTZorLXaIPzvnKWli9rIBMlXwXP33q4a0ukMvbe3WVerrPQ1-LNQzyuRwqJp_eKSoT6Gp6xNVLW3WCzSbUdJ9o5tXI_Zb8UOCWVpsLhl0/s1600/puente+Duarte_efecto436.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 436px; height: 316px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjB9wpQWN1E6y9gqeUWOoh0Uhvd-K0VFWVx48rTZorLXaIPzvnKWli9rIBMlXwXP33q4a0ukMvbe3WVerrPQ1-LNQzyuRwqJp_eKSoT6Gp6xNVLW3WCzSbUdJ9o5tXI_Zb8UOCWVpsLhl0/s400/puente+Duarte_efecto436.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5536561457669920626" /></a><br /><br />El título de la novela llama poderosamente la atención. Las palomas dejan de ser eternos símbolos de paz. Revolotean incansables,” en círculos, en vuelo rasante sobre la plazoleta” tal cómo los siniestros aviones Vampiros, o P51, augurando el inminente atropello. Se convierten en precursoras y testigos de uno de los capítulos más dolorosos y sangrientos de la historia de la República Dominicana: la guerra civil de Abril 1965, en las palomas de la guerra.<br /><br />Los que vivieron o estudiaron ese momento histórico, se sentirán inmersos de lleno en él, pues el autor, en investigador riguroso, reconstruye a grandes brochazos, pero de manera magistral, la época que sirve de tela de fondo a esta historia de amor. Un amor a la vez tierno y obsesivo de adolescente; con sus altibajos, sus esperanzas un día colmadas, otro, pisoteadas.<br /><br />La guerra estalla sin avisar, trastornando el universo de todos los habitantes de Villa Juana, en el cual se gestará el inicio del conflicto. Los habitantes de la Charles Piet, se verán proyectados en ese trágico torbellino con sentimientos encontrados, algunos, con una visón de un idealismo patriótico un tanto romántico al principio - fruto de la ignorancia o de cierta inocencia tal vez - hasta verse involucrados y atrapados en la cruel realidad. Será el llamado brusco y doloroso al despertar de la adultez. Será el momento de tratar de curar heridas peores que las infligidas por las balas, las del alma.<br /><br />Pero no muy lejos del centro del conflicto, con todo y guerra, la vida transcurre con su falsa seguridad. El “reloj” de Lucho Gatica a pesar de las reiteradas súplicas del cantante, no deja de “marcar las horas“, Lope Balaguer y Charles Aznavour desfasados y ajenos a la situación, siguen cantándole al amor, con un entusiasmo irracional, rasando la necedad, y los boleros de María Greever, paliativos ineficaces contra el dolor y el miedo, imprimen definitivamente sus huellas románticas en esa época convulsionada. <br /><br />El tiempo real del libro es lo que dura el acto de conmemoración, cuarenta años después, en homenaje a los héroes de la guerra de Abril, “esos aventureros del destino que no lograron forjar los mundos que soñaron”. Cuarenta años en un exilio auto impuesto y absurdo, que no ha bastado para borrar los fantasmas del pasado…<br />El protagonista es quién cuenta la historia pero no la cuenta sólo. En ese relato a dos voces, el “tú” y el “yo” se van alternando y complementando. Un recurso que dinamiza el texto a la vez que propicia cierta intimidad entre los dos que, al fin y al cabo no son más que una sola persona. Podría ser ese “tú” la voz de su consciencia? Sin lugar a dudas, pero también la de su memoria; una voz insistente que le advierte sobre el peligro que acecha a los “tristes viajeros del tiempo”, los que miran hacía atrás.<br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz1zQcno8KQ2fV7VH0QhFwTdwQ474zkZUzZHCptjqZCE7Gv3C0ZxO7m8eHfTIy72gX9Gvlu-yQxWuuUeKuXeP4lrcWxM8CtLOqgD5bqOvKFTtTpiUY5V_0N_57xt_Ld7Nfeuk8sJPN-xA/s1600/tira+palomas.jpg"><img style="cursor:pointer; cursor:hand;width: 436px; height: 5px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgz1zQcno8KQ2fV7VH0QhFwTdwQ474zkZUzZHCptjqZCE7Gv3C0ZxO7m8eHfTIy72gX9Gvlu-yQxWuuUeKuXeP4lrcWxM8CtLOqgD5bqOvKFTtTpiUY5V_0N_57xt_Ld7Nfeuk8sJPN-xA/s400/tira+palomas.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5536561968053481186" /></a>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/15290626350824298857noreply@blogger.com0